lunes, 19 de junio de 2017

CARTA A MARIANA, DONDE HAY ALGO COMO UN HILO DE NOSTALGIA





Querida Mariana: Esta fotografía la tomé del libro “El rincón más suave de mi patria”, de Armando Alfonzo. Alguien me dijo que está tomada en el parque de Guadalupe. Tal vez alguien del barrio pudiera reconocer las losetas que acá se ven y que ya no existen en el parque actual. La inexistencia de las losas de esta fotografía se debe a alguna de esas acostumbradas remodelaciones y no porque las losetas se hayan agotado por el uso. De hecho, el pavimento actual está todo deteriorado. Tengo la certeza de que si estas losetas continuaran, el parque tendría un piso menos agrietado. Si alguien hiciera un recuento de los pisos de los parques actuales llegaría a una conclusión: ¡están en pésimas condiciones! ¿Viste el otro día, que fuimos al templo de San Caralampio, cómo está el piso de laja del parque de La Pila? Bueno, ¿qué decir de las condiciones del parque central de Comitán? ¡El parque central!, parque que es como el corazón del pueblo, que debería ser como el patio principal de la casa. Resulta que dicho parque muestra una cara toda sholca, cacariza. Yo recuerdo, niña mía, el piso del parque en los años setenta y presentaba una cara más digna, más adecuada a lo que los comitecos nos merecemos. El parque de esos tiempos tenía un piso de losetas hechas en los talleres comitecos. Además, en ese tiempo, las autoridades no colocaban esas aborrecibles carpas gigantescas que ahora se han vuelto costumbre. Y hablo de las carpas, porque cada vez que las instalan clavan en el piso grandes tornillos para soportar cables. Cuando los “instaladores” retiran sus armatostes dejan esos clavos y tornillos, lo que provoca dos situaciones vergonzosas: que un peatón tropiece y que la laja quede toda quebrada. Es una verdadera pena caminar por el parque; es vergonzoso que ese espacio, también, al igual que las calles, esté lleno de topes y baches. Cuando caminamos por el parque central, como si fuésemos autos, se desajusta nuestra carrocería. ¿Quién se responsabiliza por los daños a nuestros sistemas de amortiguación? ¿Quién paga los gastos de alineación y balanceo de nuestra columna vertebral? ¿Quién es culpable de las caídas y fracturas? ¡Nadie! ¡Nadie se responsabiliza! Sería tan fácil que los encargados del mantenimiento de los parques, de vez en vez, con frecuencia regular, caminaran por el parque central y quitaran los obstáculos que impiden caminar con tranquilidad. ¿Qué tanto costo puede ser cambiar las lajas rotas por lajas nuevas?
Ya en alguna ocasión (en varias) comentamos el yerro que cometieron quienes decidieron (en mala hora) colocar laja en banquetas y en espacios públicos. Esta foto de Armando Alfonzo demuestra que los pisos con losetas (fabricadas en Comitán, en “El Terrazo” o en la fábrica de don Enrique Cancino) eran muy dignos.
El otro día pasé por el local que, frente al parque central, ofrece bebidas, que se llama “Central” y me dio gusto constatar que en la remodelación reciente le colocaron losetas con la factura tradicional y con un diseño novedoso.
Ya platicamos también cómo en Oaxaca existen muchos talleres tradicionales que están recuperando la fabricación de losetas artesanales, con diseños contemporáneos. Esto es un reconocimiento que indica que (valga la rima) lo anterior ¡era superior! Ahora, mucha gente cae en la trampa de las campañas publicitarias novedosas y cambian su piso por los modernos (brillosos) que son resbalosísimos.
Así como me dio gusto ver lo que hicieron en el piso de “Central”, lamenté muchísimo ver que en el templo principal de La Trinitaria cambiaron el piso y le colocaron losetas brillosas, resbalosas, jodidísimas. ¿A quiénes se les ocurrió instalar losetas resbalosas en un espacio donde los fieles acostumbran pegar sus velas de cera en el piso? Parece que ahí no invocaron la bendición de la Santísima Trinidad, porque ese cambio fue un desacierto.
Posdata: Sé que vos pensaste que hablaría de los demás elementos fantásticos de esta fotografía. No comenté lo obvio en esta ocasión, porque sé que vos tenés tu propia lectura de lo que acá juegan estos niños.
Cuando vi la foto pensé en que la diversión de estos niños tenía mucho que ver con la tersura del piso, con ese espacio que era como una pista pulcra.
Ahora, vos lo has visto, cuando remodelan una calle, colocan cuadros pequeños de laja en los bordes de las banquetas. ¡Dios mío! ¿Acaso los constructores no ven que las llantas de los autos pegan en la orilla de las banquetas y quiebran y tiran esos cuadros? Por fortuna ya esas banquetas no están forradas con laja, pero los constructores aún siguen cometiendo el error de colocar esas mínimas muestras de carencia de sentido común.
Un amigo me explica que las compañías constructoras lo hacen a propósito, porque de esa manera garantizan que sus trabajos se deterioren pocos días después de la inauguración, para que así, cada vez que “arreglen” los desperfectos, vuelvan a embolsarse toneladas de dinero. ¿Será así?
¡Ay, niña, qué país! ¡Qué estado! ¡Qué ciudad!