jueves, 1 de junio de 2017

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE NATASHA




Querida Mariana: Sólo la mamá de Natasha debe recordarla con frecuencia. Natasha tenía apellidos comunes, pero ilustres. El prestigio viene por su árbol genealógico. La Natasha de la que hablo fue hija de Carlos Fuentes y de Silvia Lemus. Él, uno de los más brillantes escritores de este país, y ella, una connotada entrevistadora para programas de televisión. El nombre de Natasha Fuentes Lemus está inscrito en una lápida de un famoso panteón en París, al lado de los nombres de su hermano y de su padre.
Digo que sólo la mamá debe recordar a su hija con frecuencia. Yo, no sé por qué, la pienso de vez en vez. La pienso, sobre todo, desde que un crítico literario dijo que Carlos Fuentes recibió la maldición del obseso; es decir, por dedicar todo su tiempo a la literatura dejó de atender a sus hijos. Esta declaración no es certera; más bien parece ser un chipote provocado por la insania. ¿Qué culpa tuvo Carlos Fuentes de que su hijo Carlos haya nacido con una dolencia que le provocó la muerte? Bueno, esto tampoco es cierto al ciento por ciento, sí es cierto lo de su enfermedad, pero ésta no fue la causa de su muerte que fue suicidio, o ¿sí se suicidó porque no soportaba su dolencia?
¿Y Natasha? Ella, todo mundo lo sabe, murió en condiciones jamás aclaradas, debajo de un puente peatonal en Tepito, un barrio miserable de la Ciudad de México.
Uno deseara (tampoco sé por qué) que los muchachos bonitos no murieran metidos en el fango de la incertidumbre. Uno deseara que los muchachos buenos crecieran cobijados por el árbol de la luz. Y digo esto, porque (entiendo) ni Carlitos ni Natasha fueron malos muchachos. Carlos padecía una enfermedad que tiene un nombre casi maldito: hemofilia. Quienes saben dicen que es una enfermedad hereditaria. ¿Mirás la sombra de la enfermedad?
¿Qué hacía Natasha en Tepito, la noche en que murió? ¿Una noche en que, como era su rutina semestral, Carlos Fuentes estaba en Inglaterra? ¿Natasha había ido a la colonia Guerrero a comprar droga? ¿Había ido sola? Miles de interrogantes asoman. Interrogantes imposibles de responder, porque, como es comprensible, tratándose de una niña hija de dos famosos, los archivos policiales no se dieron a conocer. No se conoce más, salvo que, ¡oh, miseria!, Natasha Fuentes Lemus estuvo en calidad de desconocida durante dos días. Estuvo a punto de ser enviada a una fosa común.
¡Ni pensar en esta posibilidad! Ella reposa en uno de los más importantes panteones de París, ahí donde reposan los grandes del mundo, ahí donde su papá, famosísimo escritor, decidió ser enterrado. Esta historia es simpática, pero es otra historia: uno de los máximos escritores de México nació en Panamá y por voluntad propia está enterrado en París, en la misma ciudad en que está enterrado Porfirio Díaz. ¿Por qué Carlos Fuentes decidió el destierro para la eternidad?
Digo que no sé por qué de vez en vez pienso en Natasha, la hija de Fuentes. No pienso, por ejemplo, en la hija sobreviviente, en Cecilia, hija que Carlos tuvo con la actriz Rita Macedo. Cecilia, el Día del Padre, del año en que murió su padre, escribió una carta, donde (¡qué tremendo!) le reclama el cariño que le negó y le dice: “…ahora sólo puedo imaginar la tristeza que te ha de haber causado el que yo, tu hija menos consentida, fuera la única que aún ronda por esta tierra…”. Por fortuna, Carlos ya no se enteró del contenido de esta carta, Cecilia la escribió para que medio mundo se enterara de su infortunio y removiera lo que estuvo siempre en el aire: la miseria que rodeó al escritor al tener la pena de perder a sus dos hijos: él en Puerto Vallarta y ella en una colonia rata de “la región más transparente”.
A veces, querida Mariana (no sé por qué), pienso en la hija de Fuentes. Debe ser porque se me hace una injusticia que alguien diga que por dedicar todo su tiempo a la literatura no atendió a sus hijos, como si esa desatención fuera la causante de las muertes ingratas que tuvieron.
Posdata: Carlos nunca habló de estas tragedias. ¿Qué podía decir? ¿Qué podía escribir? El escritor toma la esencia de otras vidas. Debe ser muy difícil escribir con la sangre que brota del mismo cuerpo.