domingo, 13 de noviembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON ALGO ESPECIAL

Querida Mariana: estoy en un lugar especial: el restaurante 1813. Paty Espinosa, editora ejecutiva de nuestra revista Arenilla, dijo que este restaurante garantiza vivir una experiencia con todos los sentidos. Sí, lo comprobé. Estuve la mañana del 9 de noviembre de 2022 y viví una experiencia sensacional, tan especial que no alcanzan mis palabras para expresarlo. Vos sabés que siempre es así, la experiencia vital no puede describirse a cabalidad. Las palabras nos ayudan a medio balbucear lo que es todo un cachito de luz. Esa mañana vi a mi amiga Maluye Nájera, que desayunaba con un grupo de amigas. Ah, me dio una gran alegría verla. Pensé ir a saludarla, pero, ya me conocés, me dio pena. Pues sí, con qué derecho llegás a quebrar la burbuja armoniosa que se crea entre un grupo de amigas que disfrutan el instante. Desde lejos envié bendiciones. La presencia de Maluye fue como el colofón del disfrute. Digo que nunca había estado en el 1813 y me bastó dar dos pasos en su interior para sentir que estaba en un espacio maravilloso. Vos sabés que la tradicional casa comiteca tiene su patio central y luego, en la parte posterior, lo que llamamos sitio, donde hay árboles y yerbitas medicinales o para uso de la gastronomía. Pues cuando entré al 1813 sentí que el mundo estaba exquisitamente expuesto al contrario. La entrada es un maravilloso huerto, un sitio pues, con hierbas y árboles, con el mojol de que tienen sus nombres: ruda, hierba santa, pimienta, hierbabuena, epazote y más, mucho más, y árboles: durazno, jocote, anona blanca, naranja, níspero; bueno, con decirte que hasta un maguey comiteco tienen. Pero eso no es todo. ¿Sabés por dónde te invitan a caminar para llegar a las mesas? Por algo como un túnel, un túnel verde, por supuesto, una maravillosa enrama hecha con árboles de trueno, delgaditos. Esto lo sé porque tuve el privilegio de saludar a Conchita Avendaño Román, que estaba desayunando con una amiga. Oí, le pregunté, cómo se llaman estos arbolitos: truenos, me dijo. Ah, qué maravilla. Dijo que en el parque de San Sebas, su mero barrio, hay truenos, sólo que gordos, bonitos, casi ceibas, los del túnel verde son delgaditos, eso permitió que los aprovecharan para curvarlos y hacer una bienvenida prodigiosa a todos los amigos. El otro día pasé por ahí y me dio gusto ver dos autobuses turísticos, de ahí bajaron muchos visitantes a disfrutar los ricos platillos que ofrecen. Tuve el privilegio de conocer a los fundadores del restaurante: chefs Karla Albores y Mario Maldonado. Geniales anfitriones, ambos son apasionados de la gastronomía y recordá lo que dicen los sabios, bueno hasta Mijares lo dijo el otro día en una entrevista con don Francisco: en la vida hay que hacer lo que a uno le gusta, y los chefs aman lo que hacen y esto se nota en los ricos platillos que ofrecen, que es para gustos exquisitos, la cocina comiteca y regional llevadas a su máxima expresión. Por esto, la chef Karla fue invitada a participar en la Muestra Gastronómica que en días pasados se realizó en la ciudad de Nueva York, a iniciativa del senador Eduardo Ramírez. Cuando la chef me contó esta experiencia su mirada adquirió un brillo magnífico, dijo que tomó una fotografía en el Rockefeller Center donde aparece en primer plano un pan compuesto. Lo contó con la emoción de la alpinista que alcanza la cima del Aconcagua o del Everest y siembra la bandera de México. Sí, Karla fue en representación de Comitán, de Chiapas y de México, y al llegar a ese maravilloso espacio neoyorquino colocó el pan compuesto comiteco y se sintió orgullosa. Ah, yo agradecí ese orgullo por la tierra, mirá lo que hace el talento, la pasión, el cariño por una tierra y por lo que ésta nos ha heredado. El orgullo comiteco a través de uno de sus antojitos más reconocidos y a través de una chef de categoría internacional. ¡Va pitutazo de comiteco, en honor a Comitán y a los chefs del Restaurante 1813! Me despedí. Cielito, Paty y Roberto, mis compañeros de Arenilla-Revista, platicarían con Karla y con Mario. Karla me ofreció una Ensalada 1813, con lechugas, vinagreta de miel de agave comiteco, nueces tostadas y brocheta de pollo al romero. ¡Dios de mi vida!, sólo al mencionar los ingredientes se antoja, como dicen los chavos: al mil ocho mil. Posdata: mi apreciada amiga Gloria Ruiz me platicó que ese mismo día se reunió con sus amigas del grupo de telefonistas y que recomienda ampliamente el Molcajete 1813. Ah, pura bendición. Volveré, primero Dios, y probaré la Ensalada 1813. Para los que comen de todo ¡hay de todo, y todo bueno, mero lek! Restaurante 1813 y sus fundadores ¡son orgullo de Comitán! ¡Tzatz Comitán!