jueves, 24 de noviembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON BOCETOS DE VIDA

Querida Mariana: una de estas mañanas estuve en el parque central. Caminé cerca de la fuente y miré algo que me llenó de vida: un grupo de muchachos dibujando la fachada del templo de Santo Domingo. Un alud de recuerdos se me vino encima, sin agobio, al contrario, con emoción. El recuerdo me bañó en luz. Recordé cuando en el año 79 andaba, con los amigos de arquitectura de la UVM, haciendo bocetos en una calle del tradicional barrio de Coyoacán (alcaldía, actualmente). Como estuve, estaban estos chicos, sentados en las gradas, trazando con lápiz sobre las libretas de dibujo. Me acerqué y supe que son estudiantes del primer cuatrimestre de arquitectura, de la UVG, y el docente es mi amigo el maestro Diego Gómez Aranda. Saludé al arquitecto Gómez, me explicó que esos treinta y tantos muchachos conforman uno de los dos grupos que estudian en la universidad. Digo que me emocioné, porque algo en mi interior me dice que la arquitectura es uno de mis amores extraviados. No terminé la carrera. Un día, haciendo caso a la sabiduría popular que siempre dice que uno debe ser arquitecto de su propio destino, decidí hacer no sólo edificios sobre la tierra, sino hacer una gran construcción en el aire. Me convertí en un urbanista de la imaginación y creo una ciudad con cimientos hechos con palabras. Mi obra está hecha con muchas avenidas, grandes plazas, enormes templos, muchas bibliotecas, jardines llenos de colibríes, donde caminan miles y miles de personas, personajes. Pero, en el fondo, extraño esa actividad maravillosa de crear bocetos para edificar construcciones con piedras y ladrillos, a veces, me hace falta el sustento de la mezcla real, del andamio, del teodolito. Mi mundo está lleno de nubes. Después que platiqué con el maestro Gómez Aranda me topé con Itali Guillén, alumna del primero B, de arquitectura, que aparece en la foto que anexo. Ah, vi la emoción en su rostro, me platicó que su papá es ingeniero, que su hermano estudia lo mismo y que ella domina el autocad y está decidida a ser una gran arquitecta; que le emociona la arquitectura tradicional del pueblo y que, así lo pensé, al hacer este ejercicio de dibujo reconoce los detalles de las construcciones. Es un ejercicio importante en la vida: pararse frente a un edificio y admirar los balcones, las ventanas, los rostros que se asoman en el zaguán, los sonidos que llegan desde el sitio, las historias que están impresas en las paredes; es bueno pararse frente al espejo y ver las aristas que forman nuestros cuerpos y los hilos que bordan nuestros espíritus. A la hora que Itali me contó sus sueños sentí que estaba parado frente a un espejo. Ella inicia esta aventura espectacular, semejante a la aventura que emprenden los que ascienden al Everest. Ella llegará a la cima, será una triunfadora en esta profesión maravillosa. ¿Ya miraste qué tiene entre las manos? Es un dibujo que hizo del Museo Guggenheim, en Bilbao, obra del arquitecto Frank Gehry. Me encantó el trabajo de mi amigo Gómez Aranda. No sólo hace que suelten la mano haciendo reproducciones de reconocidas obras arquitectónicas del mundo, sino también del pueblo, al aire libre, frente al objeto. No sé si Itali ya se echó un viajecito virtual o presencial a los grandes museos del mundo; no sé si ya caminó por el interior, si absorbió la luz que se filtra en los ventanales y que se detiene ante las obras artísticas. Ayer busqué en el Internet y vi que el Guggenheim español cumple 25 años y su lema es “El arte inspira futuro”. Me encantó el lema, lo amarré al barco de la clase de estos muchachos y pensé que esa actividad inspira futuro, el futuro promisorio de nuestros muchachos y de nuestra ciudad. Posdata: Itali será arquitecta, conseguirá su sueño, lo advertí en su mirada decidida. Uno reconoce a los grandes viajeros, a los que colocan el piolet sin dudar y comienzan el ascenso. Recordé que, con mis compañeros de la gloriosa UVM, no sólo hicimos bocetos en Coyoacán, un día también hice un boceto del Museo de Arte Moderno, el maravilloso recinto que está en Chapultepec, en esa ocasión me acompañó mi amiga Rocío Franco, quien era estudiante de bachillerato en el Tecnológico de Monterrey y escribía cuentos. En ese tiempo la gaceta de su institución le había publicado un textito donde contaba la historia de un gatito. No cumplí mi sueño de ser arquitecto, decidí ser un urbanista de la palabra. Como Itali y sus compañeros, cada mañana me siento en las gradas y hago bocetos de mi ciudad imaginada, la que comparto con vos. ¡Tzatz Comitán!