sábado, 19 de noviembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON PIGMENTOS

Querida Mariana: ¿cuántas veces has visto el mural del palacio municipal? Varias, ¿verdad? Todas las personas que van al palacio para hacer algún trámite ven el mural. Algunas personas se detienen y lo observan, otras pasan de largo, con grandes zancadas, bajan o suben la escalera principal. Pero, aun los que pasan de largo algo pepenan de ese colorido, porque no es lo mismo pasar frente a una pared blanca que una donde tiene colores, figuras, historias. No sé si conocés el libro catálogo que se llama “Un mural en Comitán – Génesis e historia de los hombres del maíz”, que aporta elementos para conocer la génesis del mural, pintado por el artista Manuel Suasnávar Pastrana, quien nació en 1946, en la Ciudad de México, y radica actualmente en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez. ¿Cuándo realizó Suasnávar este mural? La fecha consigna: agosto de 1988 a junio de 1989. El libro catálogo fue impreso en septiembre de 1990, en Ediciones Gernika. Esta editorial es conocida nuestra porque es la que se encargó de editar varios de los libros de nuestra cronista doña Lety Román de Becerril. Vos sabés que el edificio del palacio municipal tiene dos plantas, pero al lado del Pasaje Morales tiene un sótano, que ahora se utiliza para oficinas. Mientras Suasnávar pintó el mural este espacio sirvió como taller. Ahí tuve la fortuna de ver, sobre una mesa grande, los bocetos que sirvieron de modelo para la conformación de la obra. Como lo dice el pie de página de la fotografía que me robé del libro catálogo, muchos bocetos los hizo Suasnávar en carbón sobre papel manila. No sé en dónde estén estos bocetos, pero sin duda que bien podría realizarse una magna exposición con ellos, para dar idea del proceso creativo, cómo pasar del papel al muro y darle color. Aparte del nombre del autor del mural: Manuel Suasnávar, aparecen los nombres de colaboradores: Saúl Martínez, Flavio Mejía, Robertoni Gómez y Mario Pinto. Estos dos últimos nombres han salido en nuestras pláticas de los tiempos recientes; el de nuestro paisano Mario Pinto, porque hace cosa de meses presentó, a invitación del senador Eduardo Ramírez, una magna exposición de acuarelas en la sede del Senado de la República; y el de Robertoni Gómez, porque también en fechas recientes inauguró dos murales de cerámica en nuestra ciudad, uno en el patio central del Campus VIII, de la UNACH, y el otro, en Bioexpendio, en el barrio de Guadalupe, muy cerquita del templo, a unos cuantos pasos del local de Tío Jul. Puro arte, ¡del bueno!, de exportación. Así como vi los bocetos originales, también, como muchos comitecos, admiré el trabajo que realizó el maestro Suasnávar con sus colaboradores. Andaban trepados en andamios, con botes de pintura y brochas al lado, vestidos con sus overoles de trabajo, dándole a la artisteada día tras día. El cubo de la escalera se fue iluminando. Los tres paneles, que son transportables, recibieron la luz de los artistas y el blanco de inicio se volvió un maravilloso caleidoscopio histórico. A mí me sorprende la capacidad de síntesis que tuvo el gran muralista Diego Rivera. ¿Cómo contar la historia del país en pocos metros cuadrados? Pues algo similar realizó Suasnávar. Pucha, qué capacidad de resumir la esencia de esta tierra. Es difícil balbucear con palabras la síntesis que él realizó con los trazos y el color. El mural está plagado de personajes importantes. Por supuesto que en el panel central resalta la figura desnuda de Belisario Domínguez y la de Halach Huinic, cuya figura nace de una mazorca de maíz. En estas dos figuras existe un lapso que da cuenta de siglos. Cada una de las escenas tiene la misma cinta temporal que, insisto, logra dar de un solo vistazo todo un tiempo eterno. ¿Cómo se construyó la historia de estas tierras? En este mural del palacio municipal están representados muchos de los principales actores. Suasnávar nos recuerda que los seres humanos de estos tiempos son herederos de los hombres del maíz. La figura heroica de Belisario Domínguez está rodeada por varios héroes de la revolución y por un grupo de conservadores. Victoriano Huerta está casi sentado sobre un trono brutal, que es un amasijo de cuerpos inertes. En la parte inferior, casi a los pies del héroe comiteco está la escena que representa la independencia, entre los actores hay una figura femenina: la de Josefina García. En esta maravillosa síntesis histórica de Suasnávar queda plasmado lo que ahora se sabe más: la presencia de hombres, la invisibilización de las mujeres. Llama la atención que el artista no colocó la figura de Josefina en el panel de la derecha, donde la figura más visible es la de Fray Matías de Córdoba, que sostiene una tea de donde salen chispas que se convierten en mariposas. Es una imagen muy bella, muy conceptual. La llama de la libertad vuela por todos los confines. Así como se representa una imagen inédita, combatiente de Belisario, la imagen del fraile libertador abandona la tranquilidad que acompaña la mayoría de sus pinturas y asume una imagen similar a la de Hidalgo, quien, montado en un brioso caballo, llama a la insurrección. La figura de Matías de Córdova se complementa con un grupo de personas con los brazos en alto, representación de los diversos grupos sociales del estado que votaron a favor de la federación de Chiapas a México. ¿Y en el panel de la izquierda? Ahí están las figuras impresionantes de dos liberales: Benito Juárez y Ángel Albino Corzo. El palacio municipal es un espacio muy visitado, cientos de personas acuden a diario, por múltiples causas. Muchas personas se quedan en los corredores de la planta baja, los que circundan el hermoso patio central con la estatua de tío Belis, réplica de la que existe en el Senado de la República; pero muchas otras deben subir por la escalera porque van a la planta superior, donde se encuentra la oficina del presidente. Estas personas se topan con el mural, un mural que, lo han dicho varios ciudadanos en redes sociales, necesita mantenimiento, porque le quisieron dar una manita de gato y lo arañaron de más, porque (así lo dicta la lógica), el mantenimiento de una obra artística necesita de la participación de gente experta. Ah, recuerdo cuando una de las obras en bronce, de nuestro escultor Luis Aguilar, le dieron una “barnizada” a lo bobo, eliminado la pátina original. Comitán posee muchos tesoros artísticos, por desgracia no todo mundo los valora. En el pueblo existen muchos murales, realizados por verdaderos y reconocidos artistas. Está, en primer lugar el del palacio municipal, pero también están los del Centro Cultural Rosario Castellanos, el de radio IMER, los ya mencionados de Robertoni, y varios más. Al nombre de Manuel Suasnávar se unen los nombres de Mario Pinto, de Antún (quien en este año recibió la Medalla Rosario Castellanos), de Cunjamá, de Muñoz López, de Valdemar Castañeda… Una ruta de murales es un gran atractivo para propios y visitantes. Claro, esta ruta debe ser propiciada por guías con suficiente conocimiento de las obras, tanto en el plano histórico como en el estético, pero antes todo debe estar “presentable”, diríamos en el pueblo. La ficha técnica del mural de Suasnávar (el mural de Comitán, el del palacio municipal) dice que está pintado con acrílicos sobre gesso. El panel central mide 8 x 4 metros, y los paneles laterales miden 4 x 4.90. En 96 metros cuadrados, el maestro Suasnávar logró la genialidad de sintetizar gran parte de nuestra historia. Mirá qué dice mi admirado y querido doctor Andrés Fábregas Puig a propósito de esta obra: “Quizá Manuel Suasnávar, en el mural de Comitán cerró un ciclo pictórico y abrió otro. El tiempo lo dirá, pero lo que ya podemos afirmar es que estamos ante un pintor con sensibilidad acerca de su entorno y un grado notable de conciencia del valor de la historia”. Posdata: en el panel de la izquierda, en medio de los rostros de Juárez y de Albino Corzo está la imagen bellísima de un colibrí. Los rostros iracundos, serios, dramáticos, pétreos, solemnes, de los personajes históricos encuentran el balance ideal en la belleza de esa ave perfecta, símbolo de esperanza, de libertad. Al subir por la escalera de ese lado siempre hago un ligero alto, porque escucho el aleteo y siento el airecito de ese pájaro genial; ese colibrí es mero comiteco, es un chupamirto genial. ¡Tzatz Comitán!