domingo, 6 de enero de 2008

Dios también resuelve crucigramas (37)

Cuando estuvo frente al Director no dejó de hablar por más de diez minutos seguidos. Verónica me contó que el Director quiso interrumpirla, pero ella continuó hablando hasta que le sacó la primera sonrisa. El Director se hizo para atrás en su sillón, prendió un cigarro y rió y gozó con el desparpajo de Verónica. No solo le dio trabajo sino que, además, la hospedó en casa de doña Eugenia, que era la mamá del Director. A cambio de limpiar la casa, Verónica tuvo aseguradas comida y habitación.
El Director me quedó viendo, apoyó la quijada sobre su mano y dijo:
-Espero que esta también sea una buena decisión. ¡Verónica te dirá qué hacer! Ella será tu jefe. ¡Estás contratado!
Quise alzar los brazos y ponerme a bailar como lo hacía en la playa, pero me contuve. Apenas alcancé a decir gracias y salí.
Verónica me esperaba en el pasillo con los brazos abiertos.
-¿No te lo dije? Era pan comido, ¿verdad? Pero, hombre, ven, cuéntame, qué te dijo. No te quedes con nada adentro porque te puedes empachar. Vamos, cuenta, cuenta.
Y fuimos a su oficina y yo le conté, aprovechando los pocos momentos en que ella dejaba de hablar para darle una mordida a la torta de chorizo. Esa noche me invitó a cenar.

(Continuará)