Son pueblos viejos, pueblos donde viven seiscientas o setecientas personas. La mayoría está compuesta de hombres viejos. Son tierras que no atraen a los jóvenes, por eso los jóvenes emigran, como aves confusas se les ve volar por cielos llenos de hormigón.
Yo no sé ustedes, pero a mí me gustaría vivir en un pueblo similar. Un pueblo en donde el olor del fogón recién prendido fuera el primer abrazo de la madrugada; un pueblo en donde el cielo fuera una vaina transparente y el agua del riachuelo fuera un simple cordel de cristal.
Yo no sé ustedes, pero creo que cerca de Comitán aún hay parcelas que huelen a pueblo viejo, olor que, de ninguna manera es el olor del hueso quemado ni el olor del orín.
Un pueblo viejo puede ser rueda de molino que se impulsa por el viento y, por lo tanto, ignora el ruido del motor.
Yo no sé ustedes, pero a mí me gustaría vivir en un lugar así. Un lugar en donde al poner mi ropa a secar pudiera también colgar algunas nubes que pasaran junto a mí.