jueves, 21 de febrero de 2008

Días con cara de SELECCIONES DEL READERS DIGEST

Hay días con cara de Selecciones del Readers Digest. Días en que el mundo es simple.
A mi casa de Comitán llegaban "toneladas" de cartas del Readers Digest. Igual que millones de hombres ¡yo también me enojaba por tanta basura, por tanto derroche!
Hoy, en mi casa de Puebla, no llega ningún sobre y he comenzado a extrañarlos.
Hoy extraño esos sobres que traían adentro llaves doradas de plástico.
Había que desprender la llave dorada y cotejarla con un molde, si la figura coincidía ¡uno pertenecía al club de los elegidos! Existía la posibilidad de ganar un carro o una casa.
Hoy extraño esos sobres que me decían que, entre millones de lectores, yo había sido elegido para entrar directamente al concurso de un millón de pesos, sin el trámite que debían cursar los demás. Los tontos del Readers Digest me hacían sentir una persona especial, un tonto singular.
En alguna ocasión adquirí un producto (casi casi puedo asegurar que no conozco casa que no tenga el diccionario con pastas rojas del Readers Digest), pero nunca obtuve ninguno de los premios anunciados. Lo único que logré fue una simple llave dorada de plástico. Ésta no abre la puerta de ninguna mansión, ni de ningún carro de lujo. La llave no abre nada, nada. No obstante la conservo en la caja donde conservo mis objetos queridos. Extraño la basura boba que el Readers Digest botaba mes a mes en el buzón de mi casa comiteca.