Hace dos o tres días murió el dramaturgo Emilio Carballido. Los homenajes comenzaron a llover sobre su memoria: el teatro de Xalapa lleva ahora su nombre, Bellas Artes hará una reposición de sus mejores obras y muchos homenajes más. ¿A quién le conviene esta sacralización de la muerte?
Ayer leí un fragmento de la biografía de Amadeo Modigliani (el más grande retratista de la historia del arte plástico). Su fama comenzó a raíz de su muerte.
¿Cuántos cuadros vendió Van Gogh en vida? ¿Cuánto valen sus obras ahora que ya está bien muerto?
Sin duda que a alguien conviene esta manifestación de grandeza, no en vida, sino en muerte.
Ahora Coneculta - Chiapas organiza una exposición en memoria del artista Luis Villatoro. Es bueno este reconocimiento, pero a Luis no le sirve ya de nada. El trabajo de Luis debió haber sido reconocido con la misma plenitud que ahora "la vida" le otorga. ¿Cuántos cuadros vendió Luis en vida? ¿Fue valorado en su justo precio económico su talento artístico?
Hay perversión en estos homenajes post-mortem. ¿A qué poder insano le sirve esto? Tal parece que el poder perverso, como buitre, anda en espera de la muerte de "los famosos" para adjudicarle la grandeza del reconocimiento total. ¡Qué perverso!
Con razón Jaime Sabines le dijo a Rosario en su poema "post-mortem": "¡No me vayan a hacer a mí esa cosa de los Hombres Ilustres, con una chingada!"