miércoles, 27 de febrero de 2008

En el principio fue el verbo

Androshonor entró a este cuaderno de apuntes y dejó un mensaje. De su mensaje entresaco lo siguiente: "El poder de la palabra es infinito". ¡Vaya que sí!
Si reviso el pensamiento de Androshonor veo la inmensidad. Son pocas palabras las que copié de su mensaje, sobresalen las palabras Poder, la misma palabra Palabra e Infinito. Tres palabras sencillas. ¿Y si jugamos un tantito con ellas? ¿Qué tal si decimos: El infinito es el poder de la palabra, más no la palabra Poder?
Tres palabras simples, unidas por el pensamiento, pueden elaborar mundos insólitos.
El poder de la palabra reside precisamente en su capacidad de mutación, en su capacidad de juego, en su capacidad de inventar horizontes.
Recuerdo que en Comitán la palabra era sagrada. En varias ocasiones me tocó presenciar algún acuerdo económico en el que la palabra era lo único que se "empeñaba".
El papá de un afecto me dijo un día que "con poemitas no puede transformarse el mundo". Muchos escritores insisten en que la literatura no hace revolución. Y, sin embargo, yo pienso que cada palabra es como un nido sobre una rama.
Pienso que una palabra injerta luz en el pensamiento y en el corazón del hombre.
¿Por qué si creemos que una palabra puede destruir, no confiamos en que también puede construir?
¡Creo en el poder de la palabra!
Si digo ¡luz! la luz se hace.
Si digo sombra, la oscuridad asoma como asoma el viento.
Sé que Androshonor está tras la magia del lenguaje, busca con denuedo el misterio que encierra la palabra de su abuela y de sus afectos. La palabra del hombre es una palabra que viene de muy lejos, de otras regiones, de otros cielos.
Por esto es preciso que cada mañana nuestra ablución del día la hagamos con buches de palabras luminosas. ¡Que el universo bendiga nuestro pensamiento y nuestra boca cada mañana!
Por eso esta mañana digo ¡luz!, digo ¡viento!, digo ¡cielo!, digo ¡Comitán!