miércoles, 10 de febrero de 2010

CONFUSIÓN


Hoy, dicen, es un día especial en Comitán. Parece que sí. El 10 de febrero de cada año, desde hace muchos, se celebra una entrada de flores en honor a San Caralampio (el santo consentido de este pueblo).
Gente de muchas comunidades rurales se reúne en torno al "Chumis" (un árbol de la región). De ahí salen todos hacia el templo ubicado en La Pila.
Ayer, dos alumnas universitarias me dijeron que no asistirán a un compromiso que tenían conmigo porque irán a ver el acto; anoche, Quique me habló para decirme que sus empleados le pidieron el día para ir al "carnaval"; hace rato, en la radio, Javier Ruiz Vera, conductor local, dijo que a esto no puede llamársele carnaval, "es una fusión", dijo.
Esta tradición ya entró en la confusión. Los jóvenes no lo distinguen así, porque ellos sólo han conocido esta "fusión"; un híbrido donde se mezcla el fervor religioso con el paganismo. Pero quienes conocimos la entrada de flores de hace años constatamos que este remedo no tiene nada que ver con el espíritu que lo cubrió durante mucho tiempo. La entrada de flores era una manifestación de religiosidad matizado con la riqueza de la tradición cultural.
Como en muchas otras cosas en este pueblo, acá también hemos perdido. En algún año a alguien se le ocurrió vestirse de mujer y participar en la procesión. Esto bastó para que muchos más participaran con máscaras de políticos, disfraces absurdos y demás parafernalia. Hoy, como bien dice Ruiz Vera, la procesión es una fusión entre la tradición que se niega a morir y el modernismo importado de una fiesta que tiene mucho de carnavalesco, porque ha privilegiado la visión de la carne antes que del espíritu.
Los "diablitos" simbólicos que participaban anteriormente se han trastocado en participantes enmascarados.
Ruiz Vera dijo en su programa que la confusión ha llegado a tal extremo que muchos de los participantes van tomando chelas y alcohol en plena procesión.
¡Dios mío, todo es tan confuso ahora!
¡Perdemos de nuevo!
Los encargados del departamento de cultura municipal se han mostrado totalmente ineptos para detener esta aberración. Su labor debiera ser la de rescate de lo auténtico.