sábado, 6 de febrero de 2010

DE FESTEJOS Y OTRAS SANGRES


Nunca he sido de esos hombres que se rasgan las vestiduras por el maltrato hacia los animales. He sido, sí, un hombre respetuoso de la naturaleza, hasta donde esto es posible. Y la naturaleza incluye a los hombres y a los animales.
Anoche hubo un festejo especial en la Plaza de Toros México, como celebración de un aniversario más de su creación. ¡Ah, qué fiesta más movida! En las gradas hay gritos, sonrisas, golpes, caras de estupor, de enojo y de contentura. ¡La fiesta es prodigiosa! En la arena también hay magia. Entiendo a todos los aficionados a este festejo brutal. Todo lo que gira alrededor de la fiesta brava es espectacular. Vi la soberbia actuación de un torero francés, de cara bonita. ¡Qué belleza de actos! La magia me atrapó por instantes.
Pero cuando recuperé mi conciencia y dejé de ver todo ese brillo innegable y maravilloso y vi al animal entendí que todo es un engaño. El toreo es como esas cajas bonitas chinas que al otro día ¡ya no sirven! En los toros es más perverso el engaño, porque mientras una multitud en la plaza,y otra multitud a través de la televisión, festeja la forma en que el torero realiza un pase bellísimo, exponiendo su vida, un animal sufre.
Anoche, un animal que embestía con fuerza, lo picaron (es decir, le abrieron un tremendo hueco en su carne viva, por donde fluyó la sangre de manera indiscriminada) y con ello el animal perdió esa vitalidad, a tal grado que embistió, dobló sus manos y todo su cuerpo quedó sobre ellas. Cuando, después de varios segundos, el animal recuperó su posición medio mundo se dio cuenta que una de sus manos se había quebrado. Beto Murrieta explicó que el animal pesaba más de quinientos kilos. ¿Qué cuerpo soporta tal peso?
Cuando dejé de ver la maravilla del hombre sentí dolor por la miseria y estulticia que provoca el hombre. Nos hacen creer que por detrás del arte está el toro, lo cierto es que, viéndolo bien, por delante del arte ¡está el sufrimiento de un animal!
Ninguna tradición puede justificar el sufrimiento. De lo contrario (por tradición) los hombres deberíamos sacrificar doncellas y ofrecer sus corazones a nuestros dioses.
Qué lástima que una fiesta tan llena de vida se regodee en la muerte. Es una pena. Las corridas de toros continuarán porque hay gente que mira, por encima de todo, la parafernalia maravillosa que rodea al espectáculo donde un animal sufre. Es una pena. De veras.