lunes, 1 de febrero de 2010

INSTRUCCIONES PARA MIRAR EL SOL



Sólo verlo directamente a la hora que sale o se mete. Para volverse experto es necesario practicar con elementos más simples.
Para la hora que sale debe practicarse con una lámpara. Debe llamarse al primer vecino que pase frente a la casa (si es vecina asegurarse que su esposo esté en el trabajo a esa hora) y pedirle que se coloque, hincado, detrás de un sofá. Conectar la lámpara con una extensión de cinco metros a fin de que el vecino (o la vecina) pueda maniobrarla a placer. El voluntario debe prender la lámpara, tomarla con la mano izquierda y subir el brazo lentamente, de tal suerte que la esfera del foco aparezca sugerente, insinuante, dando tiempo a que las estrellas de las paredes desaparezcan sin alteraciones (no debe usarse focos ahorradores, ¡sólo esto faltaba!). El espectador, mientras tanto, con las piernas extendidas y las manos detrás de la nuca, observa la escena desde el sillón de enfrente. De vez en cuando, el voluntario puede apagar la lámpara a fin de dar la impresión de que un eclipse se produce o como insinuación para alguna práctica alterna (claro, esto en caso de que el vecino sea vecina).
Para la hora que se mete es necesario contar con un globo rojo, una alberca y el mismo vecino. El vecino (con ayuda de un traje de buzo) debe hundirse a mitad de la alberca mientras sostiene con su mano izquierda el globo lleno de helio, en cuanto éste toca la superficie del agua, el espectador se acuesta hasta quedar al ras y mira directamente al globo que por la presión del agua muestra cierta resistencia al empuje descendente del voluntario, pero, al final, es vencido y desaparece por debajo de la línea del horizonte. El voluntario debe llevar un alfiler para pinchar el globo en el fondo del agua y no aparezca flotando como condón usado sobre la superficie, pues restaría encanto al húmedo ocaso. Si el voluntario es voluntaria puede hacerse esta práctica también de noche y tener lista una toalla para secar el traje de buzo.
Una vez que el espectador ha tenido suficiente práctica puede arriesgarse a mirar el Sol directamente. Para no correr ningún riesgo debe comenzar con ver únicamente las salidas. Las metidas son peligrosas para los principiantes porque no distinguen el momento en que la noche arriba.
Para la primera vez es necesario levantarse a las cuatro de la madrugada y abrir la ventana de la casa, mientras se coloca un vaso de peltre lleno de agua sobre la flama de la estufa. Los expertos recomiendan no ponerse ningún suéter, a fin de que el cuerpo funcione como termómetro y sienta el frío que siempre antecede a una salida de Sol. Cuando el agua está lista se saca un frasco de café de la vitrina y se tiran ambos elementos por la ventana. No es el café lo que nos despierta ¡es la luz del Sol! Por esto, una vez que el espectador se acostumbró a ver el Sol debe modificar sus hábitos. Todas las mañanas debe preparar el Sol y servir una taza bien calientita a todos los de casa: a la abuela que tarda en despertar por su dolor de huesos; al abuelo que desde hace varios años descansa debajo de una losa al lado del árbol que sembró de niño y que ha crecido tanto; a la mamá que apenas regresa a dormir después de una jornada de trabajo; y al bebé que en cuanto despierta ¡llora y llora!, para pedir su leche.
Un vaso de Sol a medio día también suple a la mejor cerveza Sol. Una taza de Sol a las ocho de la noche, igual que la luna de Sabines, nunca provoca insomnio, por esto, los que saben vivir no vuelven a tomar café nunca más.