martes, 23 de marzo de 2010

MY FIRST, MY LAST, MY EVERYTHING


Para los lectores jóvenes aclaro: Fui joven en los años setentas del siglo pasado. Un siglo que está a la vuelta de la esquina, pero que está en una calle empedrada. Y esta aclaración aparece porque en ese tiempo surgió un músico que aún se escucha: Barry White (un artista negro imponente como una ballena azul, pero negra).
Una tarde, o mañana, llegué a casa de Jorge y escuché la música del negro. Una de las hermanas de Jorge, tal vez Carmelita o Betty o Silvia o Gaby, había puesto el disco. Yo, que nunca aprendí inglés, oí algo que sonó como "iu ar mai first, mai last, mai everiting" y pensé que esa canción estaba "chida" (no usé la palabra chida, porque los jóvenes de ese tiempo no la usábamos, tal vez dije: "¡Está poca madre!", porque poca madre significaba: ¡a toda madre!).
La cosa es que, desde entonces, pensé que Don Barry era un fregón. Ahora que existe este chunche maravilloso, busco en el youtube y escucho música de Barry White o de Allan Parsons Project o de Phoenix (grupo que conocí hace cosa de dos semanas y que tiene un disco que se llama "Wolfang Amadeus Phoenix", algo que parece un exceso, pero el grupo francés bien vale una misa en París. ¿Quién lo diría? ¿Yo, escuchando un grupo de rock alternativo, underground?).
Y todo esto sale porque una vez que conocí a Barry y supe que "My first, my..." significaba lo que significa compré un disco de cuarenta y cinco revoluciones y, con la pena y toda mi timidez sobre la espalda y el corazón, lo regalé a la niña que, en ese tiempo, era my everything. ¡No lo entendió! Ahora digo que la niña bonita no lo entendió. Nunca supo que era ¡mi Todo! Al día siguiente me dio las gracias (yo quería que me diera otra cosa, apenas un beso en la mejilla hubiese bastado). Y dos días después supe que el pinche disco seguía intacto sobre la consola (me lo contó una amiga común). La niña bonita nunca lo escuchó, cuando menos en esos días en que yo quería que Barry White le transmitiera lo que era para mí. Yo sufrí. ¿Qué más puede hacer un muchacho que se da cuenta que su Todo lo considera su Nada? Otro compa gozó de la compañía de mi Todo, y se hizo novio de ella. Los vi de la mano, dando vueltas en el parque, como para decir a todo mundo que se amaban y que no admitían la presencia de extraños. A mí no me quedó más que tragarme mi timidez y mi tristeza (casi casi como si fuera yo letra de canción de José Alfredo).
Armando, que siempre tuvo la palabra exacta en el momento exacto, me dijo que había sido yo un pendejo: "¿No mirás que ella no sabe inglés?". Ah, la puta, pensé, ¡claro!. ¿Cómo ella iba a saber que era mi Todo si no sabía qué chingados significaba Everything? Le di las gracias a Armando y la vida regresó a mi vida. Desde entonces siempre regalé música en español y ya a ninguna muchacha bonita la consideré mi first, my last, my everything. ¡Duele mucho caminar sobre la arena de eso que llaman amor!