sábado, 20 de marzo de 2010

POR LAS CALLES DE LA VIDA


Medio mundo grafitea las paredes; medio mundo se comporta como chucho, levanta la pata y orina para delimitar su territorio. Debe ser que medio mundo lo trae en la sangre. Dicen que en Altamira, España, existen grutas que conservan pintadas de hace mucho tiempo. En aquel tiempo las pintas tenían un carácter ritual, dicen los que saben. ¿Y ahora?
A mí me dan pena los grafitis. Los optimistas quieren ver en estas manchas un rastro de arte. Yo no veo más que suciedad y falta de respeto.
Una mañana se topa uno con que la pared de la casa ya está toda grafiteada. Algunos chavos pasaron por la noche, sacaron un bote de pintura en spray y "se dieron vuelo". ¿Esto es volar?
Estos son tiempos de confusión. Dijera Serrat que "todo es confuso, menos tu vientre". Ahora, el vientre del mundo también es confuso. Los jóvenes están empecinados en convertir en público lo que es privado. A mí me apena porque, en el futuro, no hallaremos huella de estos jóvenes. Será como si hubiesen pasado de noche por la vida.
En cuanto estos jóvenes crezcan tomarán sus brochas "gordas" y pintarán las fachadas de sus casas, en intento de borrar las huellas que ahora dejan.
Sus hijos les preguntarán: "¿Qué hicieron de jóvenes?" y los grafiteros sacarán las fotos de sus "obras" y los niños dirán, sorprendidos: "¡Ah, qué bonito!", saldrán a las calles y no hallarán ni un rastro. Bueno, esto en caso de que las paredes permanezcan en pie. Tal vez todo esté en ruinas, porque quien confunde los espacios les cambia su vocación.
Hubo un tiempo en que a la gente le gustó caminar por calles limpias y armoniosas. Hoy ya no es así. Qué pena.