martes, 16 de marzo de 2010

UN DOMINGO SENCILLO


"Quiero escribir un texto sencillo", me dijo Roberta (en los años setentas había una artista que se llamaba igual. Desde entonces no había escuchado este nombre de mujer). Le dije que ésta es la aspiración de todos los escritores. "¿Cómo se logra?", preguntó, mientras compraba un helado de vainilla con esos neveros que se ponen en el parque.
Contesté con la misma respuesta que tengo para todo aquello que está por la esquina: "¡Y yo qué voy a saber!".
Todo mundo está tras de esto (bueno, no todo mundo, conozco aspirantes a escritores que escriben de manera complicada, creyendo que con un texto indescifrable pasarán a la inmortalidad. No saben que los Joyce del mundo ¡son muy pocos!).
Se me ocurrió decirle que, tal vez, el camino sea el nevero. Roberta le dio otro lengüetazo a su nieve y quedó viendo el carrito pintado de azul. No dijo nada pero miré que observó con detenimiento el cajón de madera "encaramado"sobre dos llantas de bicicleta; vio el bote "encaramado" a su vez sobre el cajón de madera y la bolsa donde el nevero tiene los vasitos de plástico, las palitas de madera y los barquillos.
¿Cómo entender que adentro de ese bote está la fábrica de los helados? No sé bien a bien cuál es el proceso, pero he visto a don Anselmo, con un palo, batir la nieve hasta darle una consistencia "cremosa".
Sé que esta nieve es "el colmo" de la sencillez, porque está hecha de manera artesanal. Tal vez el secreto de un texto sencillo sea escribir como si uno fuera artesano y las palabras fueran simples hilos y la imaginación fueran tintes naturales; como si la escritura no fuera más que meter los hilos al caldero donde hierve la cáscara de esa fruta que se llama granada, o fuera la esencia de la cochinilla que antes debimos moler sobre un metate.
Yo también quiero escribir un texto sencillo, le dije a Roberta, mientras ella pedía otra nieve y preguntaba al nevero cómo hacía la nieve, si la esencia era natural o artificial. Roberta me agarró la mano y me dijo que ¡en eso estaba la clave! "Debemos escribir de manera natural, sin artificios". Yo sonreí. La tarde de domingo estaba tranquila. Los niños corrían por el parque, trepaban sobre las esculturas; el globero parecía un tronco con una fronda llena de colores; el nevero volvía a gritar, haciendo una bocina con sus manos: "Ñeve, lleve su ñeve".