lunes, 8 de diciembre de 2014

ARRIBA DEL BARCO





¿Qué hacen los turistas? Viajan y conocen. Los turistas de mitad del siglo pasado hasta estos días ¡tomaron y toman fotografías!
El tío Eusebio siempre recomendaba estar con mirada de turista. Vivir el propio pueblo con el asombro que acompaña al turista.
No hay peor cosa en el mundo (después de tener ganas de ir al baño y no hallar dónde) que cubrirse con el chal del fastidio y del hartazgo.
Mariana dice que puedo hacer varios libros. Digo que sí. Un amigo lector de Arriaga me sugiere hacer un libro con las Arenillas donde divido el mundo en dos; otro lector de Tuxtla dice que debo hacer uno con las auténticas Arenillas, es decir, las que son cuestionarios de diez preguntas. A mí, un día de éstos, me gustaría hacer un librincillo con las colaboraciones que envío a “Chiapas Paralelo”, que son definiciones. Podría hacer uno con aquéllas que se engloban en el tema: “Imaginá que te llamás”, donde el lector debe jugar a ser un objeto, un rostro, un espíritu o un río limpio en su nacimiento y lleno de caca en la cercanía con el mar. Podría hacer muchos libros. Sí. Sólo como mero juego, como quien sale a grafitear paredes o va de día de campo. A final de cuentas, los libros no son más que objetos juguetones, y los lectores no somos más que gatos desenrollando ovillos de estambres de la marca que vendía mi mamá en su tienda de tantos años: Estambres “El gato”.
Una vez, hace varios años (¿2004?) llegué a Comitán como turista, porque hacía cinco que no vivía acá. Llegué para la presentación del libro: “Nueva Teoría Cósmica”, de Mariano N. Ruiz. Una reedición de dicho libro. Estuve en Comitán durante cinco o seis días. No más. Lamenté no estar más tiempo, pero debía regresar a Puebla, porque tenía mucho trabajo. Y digo que estuve como turista porque tuve esa mirada de asombro ante aquello que no es lo cotidiano. ¡Ah, bendita capacidad de asombro! Elimina la absurda telaraña que la rutina insiste en tejer sobre todo aquello que se vuelve el pan de nuestros días: nuestro pueblo, nuestras calles, nuestros amigos, nuestras novias y nuestras esposas. La cercanía nos impone un velo que impide el paso de la luz completa. Cuando regresé a Puebla ¡hice un libro! Un librincillo que da cuenta de ese viaje, breve, pero infinito.
¡Ah, lo olvidaba! También podría hacer un librincillo (edición de lujo, papel couché, con imágenes a color) de todas las Arenillas que tienen como título: “Lectura de una fotografía donde…” ¡Sí, claro! Sería un librincillo bellísimo y tal vez inspirador.
Por eso, el otro día pensé que debo escribir un libro similar al que escribí en 2004, un libro donde quede registrada mi mirada sobre Comitán, como si yo fuese un turista y caminara, sin premuras, estas calles y patios maravillosos. Debo alimentar mi espíritu con la emoción de quien viaja a un lugar deseado por muchos años. Por esto, el otro día, dije que mi París es Comitán. Deseé tantos años estar en París que ahora debo aprovechar este Río Grande que no tiene nada que ver con El Sena, pero que es el río que me toca vivir y disfrutar.
Debo, como cualquier turista, visitar hoteles y restaurantes. Digo que debo pedir los alimentos y probarlos como si fuesen la primera vez que los degusto (mis lectores saben que soy vegetariano, pero los alimentos también se prueban con el olfato, el tacto y con la mirada, así como se disfruta la imagen de una muchacha bonita, sin llegar a ser como Diego Rivera, que dicen que era antropófago). Digo que debo quedarme a dormir en uno o dos hoteles y sentarme en las bancas de sus parques y hurgar en casas y, tal vez, comprar dos o tres recuerdos para llevar a mi regreso, para el día que deba regresar a mi Comitán. Cuando ese día suceda y me tope con amigos que dejé de ver muchos años, tantos como dure mi viaje en Comitán, los abrazaré con ese abrazo lleno de luz que lleva quien vuelve a la tierra querida y cuando me pregunten por dónde anduve, diré que estuve de vacaciones (muchos años) en una tierra increíble llamada Comitán. Sé que mis amigos me verán con incredulidad y pensarán que estoy enloqueciendo, sé que se extrañarán cuando los abrace y les pregunte qué han hecho los últimos años, porque no faltará el despistado que me diga que estamos chupando tranquilos, que apenas ayer, por la tarde, nos encontramos en la fuente y platicamos. Pero él no entenderá (es complejo) que la tarde anterior yo viajaba en avión desde la ciudad de México, con el deseo de llegar ya a mi pueblo e ir, “sin prisa, pero sin tregua”, al mercado Primero de mayo, para pedir un vaso de jocoatol, bien caliente, porque es el atol que me regresa a mi lugar, a mi pedazo de cielo.
He decidido comenzar a escribir este libro. Un día de éstos viajaré a Comitán. No me despediré, porque no me gustan las despedidas. ¿Cuánto duraré en el viaje? Lo más que pueda. Sé que es una ciudad prodigiosa, por lo tanto lo disfrutaré al máximo. Disfrutaré sus cielos, sus calles, sus jardines y su gente y de todo esto tomaré registro fotográfico. Cuando regrese a Comitán haré un libro que sea a la manera de Lecturas de fotografías. ¿Qué tanto de luz y qué tanto de caca aparecerá en ese libro? Mucha más luz, pero también habrá caca, porque Comitán, como cualquier pueblo del mundo, tiene sus virtudes y defectos y éstos y aquéllos aflorarán en el viaje que estoy a punto de iniciar. ¡Estoy emocionado! ¡Preparo maletas! Estoy a punto de iniciar el viaje más maravilloso que me ha tocado vivir: ¡viajar a Comitán! ¡Qué alegría!