domingo, 21 de diciembre de 2014

LA TARDE EN QUE JULIO GORDILLO DOMÍNGUEZ FUE PREMIO CHIAPAS POR UN INSTANTE





¡Tarde de fiesta en Comitán! Tarde del 19 de diciembre. La gente acudió al Auditorio Belisario Domínguez. La cita era a las cinco de la tarde, para la entrega del Premio Chiapas 2014. Tarde fresca; a diferencia de las anteriores, que fueron frías; es decir, la tarde de la inauguración (donde cantó la estupenda mezzosoprano Cassandra Zoé) y la tarde en que actuó un ballet ruso. La tarde de la entrega del Premio fue una tarde llena de luz y de aire afectuoso.
Heberto Morales Constantino fue el primer galardonado que llegó al auditorio, minutos antes de las cinco. Alguien de protocolo, de gobierno del estado, le indicó que en el extremo izquierdo de la primera fila se sentarían los premiados (Óscar Bonifaz Caballero, Fernán Pavía y él). La esposa de Heberto debió sentarse en la fila dos, en respeto al protocolo indicado. Un rato después apareció el premiado en artes del año pasado: Javier Espinosa Mandujano, Presidente del Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas, institución que impulsó la candidatura de Bonifaz. Espinosa Mandujano se sentó en la fila número dos. (La cuatro estaba reservada para doña Lety Coello, Directora del DIF estatal; para el Lic. Juan Carlos Gómez Aranda, representante personal del gobernador de Chiapas; para el Lic. Luis Ignacio Avendaño Bermúdez, Presidente Municipal de Comitán; y para las demás autoridades: el Secretario de Educación; el Director de Coneculta Chiapas y el biólogo Froilán Esquinca, Presidente del Jurado del Premio Chiapas 2014).
El escenario estaba dispuesto para el acto glorioso donde el Gobierno de Chiapas entrega la máxima distinción. Se escuchaba el rumor de la gente al sentarse; los manotazos de políticos, a la hora del abrazo con amigos que hace tiempo no se ven.
Antes que llegaran los dos premiados que faltaban (Pavía y Bonifaz), el comiteco Julio Gordillo Domínguez entró acompañado por varios de los muchachos que integran su escuela de oratoria. Como el orador y periodista tiene cierta dificultad para caminar, fue auxiliado por uno de los muchachos. Mientras se apoyaba en el brazo y bajaba los peldaños, Julio abría los brazos, saludando a todos. Llegaron hasta la primera fila y Julio abrazó a Heberto. Heberto dijo que su esposa lo acompañaba, Julio apoyó sus manos en el respaldo del asiento y saludó a la esposa: “La conozco”, dijo. Luego saludó a Espinosa Mandujano y se sentó a la derecha de Heberto. El de protocolo andaba en otras andanzas. Nunca se dio cuenta que Julio se quedó sentado ahí.
Luego, Pavía llegó, se sentó a la izquierda de Heberto. Más tarde Bonifaz apareció, acompañado por hijos y nietos y, con sus pasos inquietos, como de tiuca alborotada, pasó frente a Heberto, Pavía y Julio, y fue a sentarse casi a mitad de la primera fila, rodeado por sus familiares. Óscar, igual que los demás galardonados, estaba feliz.
Cuando el auditorio estaba a tres cuartas de su capacidad, las autoridades de la cuarta fila llegaron y el acto comenzó. Los maestros de ceremonia anunciaron la participación del Coro de Gobierno del Estado de Chiapas. En el escenario aparecieron mujeres y hombres, vestidos de negro, con elegancia; abrieron sus partituras y, como si fuesen chinchibules, lanzaron sus gorgoritos al aire. Ya se sabe, cuando entonaron la primera estrofa de “Comitán, Comitán de las flores, donde están…”, la gente aplaudió de más. (A los comitecos nos ganan el corazón cuando nos dan de comer el alpiste de nuestra nostalgia.) (Lo mismo sucedió cuando el pianista cubano -la tarde inaugural del auditorio- se “reventó” la canción de Armando Cordero Citalán. El público le aplaudió más que a la propia mezzosoprano. ¡Habrase visto!)
Al término de la actuación del Coro, las autoridades hicieron uso de la palabra. En primer lugar, el Presidente Municipal dio la bienvenida; luego subió el Secretario de Educación; en seguida el Presidente del Jurado.
A continuación fue el momento para que los asistentes al acto de honor conocieran algunos datos (mínimos) de la trayectoria de los elegidos. La pantalla gigante colocada a mitad del escenario mostró la imagen de Pavía, mientras los maestros de ceremonia daban a conocer breve ficha biográfica del laureado. Acto seguido, se dio a conocer un poco de la trayectoria luminosa de Heberto. El camarógrafo, que estaba sobre el escenario movió tantito la cámara y pasó del rostro de Pavía al rostro de Heberto. (Protocolo había dicho que ese espacio estaba destinado para los galardonados.) Sólo faltaban los datos de Óscar Bonifaz; la maestra de ceremonia comenzó a darlos y el camarógrafo hizo un ligero desplazamiento de su toma y en la pantalla ¡gigantísima! apareció el rostro de ¡Julio Gordillo Domínguez!, y ahí permaneció mientras se leían los datos del galardonado. Óscar Bonifaz estaba a cinco o seis butacas de esa zona. Algunos comitecos sonrieron al ver el error. ¡Qué iba a saber el camarógrafo que Julio no era Óscar! ¡Qué iba a saber Óscar que no debía estar sentado donde estaba, sino estar al lado de Heberto y Pavía! ¡Qué iba a saber Julio que no debía estar sentado ahí; qué iba a saber que había trasgredido el protocolo de la entrega del Premio Chiapas! ¡Qué iba a saber el universo que, mientras era dado a conocer el currículum de Óscar Bonifaz, en la pantalla aparecía el rostro de Julio Gordillo Domínguez, el llamado Tribuno de México!
Fue apenas un instante que duró una eternidad. Fue apenas una travesura casi infantil.
Al término de la lectura de datos mínimos, las autoridades y los galardonados subieron al escenario y la ceremonia se realizó con luminosidad y calidez. La gente disfrutó los mensajes de los premiados y de Juan Carlos Gómez Aranda; la gente celebró la palabra humilde, la sentimental, la gozosa, la llena de dignidad y dolor. Esa tarde, la palabra sublime aleteó por esos cielos, cielos que fueron benditos con ese acto indecible, donde el gobierno de Chiapas premió a algunos de sus mejores hijos. La palabra fue una cinta de luz que honró la memoria de Belisario Domínguez, nombre que ostenta el auditorio. Fue una tarde prodigiosa; una tarde un poquito ¡traviesa!
Gracias a Dios, cuando las autoridades entregaron el reconocimiento a Óscar Bonifaz, lo recibió ¡Óscar Bonifaz!