sábado, 27 de diciembre de 2014

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LA LÍNEA ES LA FRONTERA





Querida Mariana: Chiapas colinda con Guatemala. Esto tan obvio no es poca cosa. Hay muchos estados de México que colindan con otros estados mexicanos, pero no con países. Chiapas colinda con Oaxaca; con Tabasco; un cachito con Veracruz; con el mar y con Guatemala. ¡Dios mío! ¿Ya miraste? ¡Colinda con el mar! De estas colindancias podríamos hacer mil lecturas, hallar mil significados y símbolos. Somos el único estado mexicano que colinda con Guatemala. Por el Norte, son una bola de estados los que colindan con los Estados Unidos de Norteamérica. Es un hecho sabido que las ciudades mexicanas que tienen colindancia cercana con las ciudades norteamericanas están influidas por la cultura estadounidense. Es sabido que los pueblos chiapanecos que colindan con Tabasco tienen más rasgos culturales tabasqueños que chiapanecos. Es inevitable. La cercanía provoca injertos. ¿Y Comitán? Acá (es simpático) todo mundo sabe que cuando alguien dice: “Voy a La Línea” se refiere a la frontera de México con Guatemala. ¿Mirás que simpleza? La franja fronteriza se convierte en una mera línea y parece que es así. En “Gracias a Dios”, una comunidad fronteriza que está por la zona de Los Lagos de Montebello, la división entre Guatemala y México es apenas una línea invisible provocada por una serie de mojoneras. La familia De León cuenta que su rancho (en esa zona) no tuvo un límite bien definido y así, cuando el constructor terminó de hacer la cocina ésta quedó en México y Guatemala. La tarja para lavar trastos quedó ¡en Guatemala!, y la mesa ¡en México! Bastaba caminar dos pasos para estar en otro país, sin impedimento alguno. Todo ahí es una mera línea, como línea de gis, como línea de tierra, como línea imaginaria. Por esto, los comitecos no nos equivocamos y a la frontera con Guatemala la llamamos “Línea”, al estilo de esos límites maravillosos que tiende un cirquero de calle a la hora que dice: “Detrás de la línea que estoy trabajando”. El público respeta la línea provisional, porque se sabe que nada en la vida debería tener líneas permanentes. En el Norte no es lo mismo, allá levantan muros para que la gente no pase. ¡Ay, mis prendas, el rancho de los De León sólo pudo darse en esta parte del mundo! Imposible hallarlo en Palestina o en Estados Unidos de Norteamérica. No nos damos cuenta, pero esta frontera del Sur es más afectuosa. No sé si esto sea bueno para la política, pero para el corazón del hombre sí es lo correcto. Sería muy digno que el mundo no tuviera fronteras con muros. Sería maravilloso tener fronteras que fueran apenas líneas. Bueno, lo ideal sería no tener fronteras. Los nacionalismos provocan fracturas en el espíritu del hombre, provocan conflictos y guerras. El mundo tendría que ser un territorio inmenso sin dueños, pero, lo sé, este pensamiento es basura en este mundo tan codicioso.
A mí me reclaman, dicen que soy un hombre que pinta “su raya”; dicen que soy un “alzado”, que no me dejo querer. Quiero pensar que no soy como Estados Unidos. Me gustaría ser como Guatemala: un territorio por donde la gente se paseara como “Pedro por su casa”. Es cierto, ya lo dije: soy escaso, me cuesta trabajo relacionarme con mi prójimo, pero no levanto muros. Dejo que la gente vuele sus papalotes en mis cielos, la dejo que se orine en mis arbolitos, que juegue en el sitio de mi casa que es como decir mi corazón, que juegue (de vez en vez) con mis juguetes y que los destroce. Como dijera Carlos, lo único que no permito es que se caguen sobre mí. A veces, cuando lo pienso, pienso que aspiro a ser como la frontera nuestra con Guatemala: una línea. Porque las personas (no podemos evitarlo) somos como territorios, territorios donde nos trasladamos de un lado a otro; toda cercanía exige pasar “al otro lado”.
Juan José Vázquez Méndez, un comiteco que es como una frontera de aire, comenzó a realizar un trabajo muy interesante: una serie de fotos con personajes de la calle que él bautizó como “Los Charritos de Comitán”, porque son “teporochos” que, en estos tiempos, beben la bebida llamada “Charrito”. Algún otro día, bebiendo una limonada, platicaremos vos y yo acerca de este tema, que tampoco es poca cosa. Charrito se llama la bebida alcohólica que embrutece a estos integrantes del Escuadrón de la Muerte. ¿A quién se le ocurrió nombrar con tal nombre a ese brebaje maldito? El término charro, en nuestro país ha perdido su connotación de prestigio. Charro es sinónimo de un mal líder social y ahora resulta que el término afectuoso nombra una bebida demoniaca. ¿Será que este declive viene desde las imágenes de los charros del cine mexicano de los años cincuenta? ¿Qué piensan los verdaderos charros, los auténticos?
Las personas ponemos límites. Mi prima Alicia dice que “no puede ver ni en pintura” a fulano de tal. A cada rato trazamos líneas, como si jugáramos a borrar los caminos que hacen las hormigas. Cuando pasamos un dedo sobre un camino de hormigas, éstas se desorientan, pierden el rastro; les cuesta trabajo reiniciar su labor. Los seres humanos (hormigas en medio del Universo) también tatarateamos cuando alguien borra nuestro camino, nuestra línea imaginaria.
Raúl Espinosa (el caricaturista de Comitán) tiene una serie de dibujos que rescata los personajes de la calle. La serie la llamó “Los Pito Pérez de Comitán”. Son los personajes clásicos de finales de los años setenta y fines del siglo pasado. Hoy, Juan José captura a los personajes de principios del siglo XXI. Hemos dicho que las fronteras del corazón comiteco son vaporosas, se estiran como ligas cuando hay necesidad de nostalgia. Sin la presencia de esos personajes Comitán no tendría el rostro que tiene. La miseria también es un gis que pinta su raya. Hay comitecos que desprecian a esos personajes; hay otros, como Juan José, que son más tolerantes y les buscan la línea de luz que, en medio de sus sombras y de sus pozos oscuros, también tienen.
Hay gente que pinta su raya y no tiene mayor relación con estos personajes, un poco como si fuesen de esas fronteras caducas que dividían las dos Alemanias, levantan muros coronados con gusanos gigantes hechos con alambre de púas.
Hoy, el Comitán del recuerdo habla de Mario “El Mocoso”; de “El Janush”; de “El Tibio”; o de “El Deley”, y como si fuesen voceros de toda una filosofía de vida recuerdan los dichos que ellos hicieron famosos. El “Deley” decía “No mata el trago, ¡mata la coca!” (Y fue un gran visionario, porque, en efecto, un camión que repartía coca cola lo atropelló). ¿Qué decía “El Rich”? Decía: “¡Ta jo, la vida, padre, ta jo!” (Y, de igual manera, fue un filósofo de primera, porque, en efecto, ¡la vida estaba jodida y sigue jodida!).
Hoy, Juan José nos entrega nuevos modos de ver la vida a través de esas vidas miserables. Los “charritos de Comitán” son territorios tan cercanos como Guatemala, sus fronteras son apenas líneas, sus vidas no son más que líneas tenues pintadas con cal. Cuando la lluvia arrecia esas líneas se borran, se evaporan, desaparecen.
Juan José ha compartido fotos de estos personajes: uno es “El Rafa” y otro “El Caracol”. De los dos sobrenombres el más emblemático es este último. El caracol tiene un dicho: “¡Ideay, hay que estar alegres, pue!”. Ante la rotundez del dicho de El Rich, El Caracol advierte que hay que sobreponerse y estar alegres, un poco como decir, si la vida de por sí está jodida, no le pongamos más fuego a la lumbre. ¡La veamos de manera diferente! ¡Le agreguemos la pizca de la alegría! Claro, él no sabe que su modo de darle alegría a su vida es el pedernal que incendiará su último fuego, el que lo abrasará con la intensidad que está abrasando su hígado. La concha en espiral que carga El Caracol nos habla del laberinto que es su alma, nos dice que su espíritu tiene mil minotauros que nunca serán vencidos. ¿Cuál es el dicho de “El Rafa” (acá debo hacer un paréntesis, este Rafa es un teporocho, porque Comitán sabe que existe otro famoso Rafa que es el personaje que se baña de vez en vez y carga cartones, papeles y plumas, y que es muy enamorado, porque tiene la costumbre de obsequiar rosas a las muchachas bonitas). “El Rafa, charrito comiteco” dice: “Siento que estoy en un sueño, pero quiero despertar”. Y acá no profundizaré en su pensamiento porque ya todo está dicho. Pareciera sintetizar la vida de millones de seres en el mundo, de esos seres que no tienen armonía y andan por las calles como si se desplazaran por un mundo sin límites, sin fronteras, sin más línea que la de la muerte.

Posdata: te celebro, mi niña, te celebro porque vos sos el territorio donde no hay límites para mis pasos. Te celebro, a la manera que el poeta Walt Whitman celebró la vida. Te bendigo, línea tenue del Universo. ¡Te celebro!