lunes, 15 de diciembre de 2014

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE ESTÁ UN LIBRO SIN AUTOR




Roberto Carlos dijo que mi librincillo no tenía el nombre del autor en la portada. ¿Por qué? El noventa y tantos de libros contiene el nombre del autor en la portada. Esto es así (lo dicta el sentido común) para que los lectores sepan quién escribió tal o cual libro.
Todos los lectores tenemos autores predilectos. Nunca son lo mismo. Esto habla de las diferencias y de los gustos.
Tengo, como cualquiera, autores consentidos. Cuando voy a librerías me encanta caminar por los pasillos y ver cientos de portadas. Es maravilloso descubrir el talento de los diseñadores, quienes, echan todo su resto, para que las portadas sean llamativas. Se sabe (cualquiera lo sabe) que las portadas son las que venden. Cuando alguien se acerca a un libro porque su atención fue capturada, los editores ya tienen ganado un buen trecho.
¿Por qué mi librincillo no tiene mi nombre en la portada? Cuando el editor, Luis Armando, me mostró tres propuestas de portada, llamé a Roberto Carlos, a Margarita y a no sé quién más, para que me ayudaran a elegir una, ¡la definitiva! Todos coincidieron en que la portada más acorde al tema del librincillo era la que ahora tiene. Sólo una sugerencia hice: que se le incluyera la oración: “Cartas a Mariana”. Pensé que ello ayudaría a los lectores a identificar un poco más ese aspecto de Arenillas, que se publica, sábado a sábado, en el Diario de Comitán. Luis Armando atendió a la sugerencia. Lo que nunca imaginé es que la portada iba a aparecer sin nombre.
¿Cuántos libros en el mundo no tienen el nombre del autor en la portada? Deben ser pocos, muy pocos y cada uno de éstos debe tener una razón. ¿Cuál es la razón de que mi librincillo no tenga el nombre del autor de la portada y sólo lo tenga en el lomo?
Cuando voy a librerías y camino por en medio de cientos y cientos de volúmenes me siento feliz. Cuando me acerco a la mesa de novedades veo las portadas y me sorprendo con los colores y con las formas de las ilustraciones. Mi librincillo tiene una portada muy atractiva, pero (ay, ¡ya!), no tiene mi nombre.
Cuando me acerco a la mesa de novedades si encuentro un libro con el nombre de uno de mis autores favoritos, algo como una cosquilla aparece en mi corazón, casi casi como si un gusano bailara una rumba. En muchas ocasiones consulto con mi bolsillo y (en el ciento por ciento de ocasiones) mi deseo cancela el vacío de mi bolsillo y adquiero el libro. El nombre del autor en la portada es ¡indispensable! Si no, cómo saber quién escribió el libro.
El logo de la empresa editorial sí se ve grande y bonito, pero el nombre de Benito ¡no aparece!
Pero sé que este aparente olvido es propositivo. Luis Armando no puso mi nombre porque propondrá el libro al Concurso de “Libros que no se sabe quién escribió” y estoy casi seguro que nos llevaremos el primer lugar. O lo hizo porque, como cualquier gran poeta, todo mundo aspira a que sus textos sean cantados sin necesidad de autor, que todo sea como de dominio público y el mundo entero repita frases enteras de memoria.
Acá en Comitán todo mundo (bueno, bueno, es una exageración) sabe que las Arenillas las escribe un tal Molinari, pero ¿más allá de Chacaljocom?
Este librincillo no es común ni corriente. Por esto, Luis Armando quiso hacer una portada que se saliera de lo común, de lo corriente y sólo colocó el título de Arenillas y el agregado sugerido de “Cartas a Mariana”.
Luis Armando estudió en la escuela donde trabajo desde hace muchos años, la escuela cuyo lema es “hacer las cosas ordinarias de manera extraordinaria”. Luis hizo una portada ordinaria de manera extraordinaria. Va pues.