lunes, 27 de abril de 2015

EL PODER DE LA PALABRA Y DEL PENSAMIENTO




Juan siempre está contento. Es pintor. Pintor de brocha gorda. Pone la escalera y sube por ella, con un bote de pintura blanca, y pinta la fachada de la casa de tío Chilo. Silba, mientras pasa y repasa la brocha sobre la pared, silba las canciones de Jorge Negrete, las de Pedro Infante. Hay momentos en que deja de silbar y canta y no canta mal: “Que lejos estoy del suelo donde he nacido”, canta. Y cuando lo hace mira hacia abajo, hacia donde está el piso. La gente que pasa a su lado, evitando pasar por debajo de la escalera, lo saluda y él responde el saludo con la brocha en alto.
Juan siempre está contento. Él dice que es feliz, cuenta que tiene una palabra que es como un conjuro para invocar la felicidad, la palabra es “Ravida”, antes de que alguien le pregunte, él explica que es como una palabra compuesta. El Ra es como un prefijo para palabras que empiezan con tal sílaba. Dice que él invoca sólo palabras luminosas: Radiante, Raíces, Ramito, Ramificación y Radionovela. Cuenta que cuando piensa en una de estas palabras y luego dice, en voz alta, la palabra Ravida, el universo (así lo cuenta) “limpia sus chacras” y hace que su vida sea radiante; tenga raíces sobre tierra buena; sea como un ramito de albahaca; se extienda con mil ramificaciones por cielos altos; y todo sea como una radionovela, de los años sesenta, donde el bien siempre triunfa sobre el mal. Por esto, Juan siempre silba, siempre canta, siempre saluda con su mano llena de pintura seca.
El maestro Julio no lo sabe, pero en un tiempo hizo lo mismo que Juan. El otro día, al salir del auditorio Belisario Domínguez, donde la Orquesta Esperanza Azteca ofreció un concierto, me topé con el maestro Julio, que caminaba con rumbo al bulevar, con su infaltable portafolios. Abrí la puerta del copiloto y lo invité a subir. Dijo “Ah, siempre lo he dicho, más vale tener dinero que amigos” y subió. Yo pensé que el dicho bien podría ser: “Más vale tener un montón de dinero y un resto de amigos”.
Julio tuvo a Jorge Melgar y a Raúl Garduño como sus grandes amigos de adolescencia. Ambos ya murieron. Le comenté a Julio que al maestro Jorge le gustaba echarse sus tragos, así como a Raúl, quien también le gustaban otras sustancias. Sí, dijo, y me contó, casi silbando, casi cantando, que él nunca tuvo el vicio del trago porque todas las mañanas llevaba el desayuno a un tío que perdió todo por causa del alcoholismo. Su mamá usaba a su hermano como modelo de lo que su hijo no debía hacer. Lo que sí hizo el maestro Julio fue fumar. Me contó algo que jamás había escuchado. Dijo que tuvo principios de asma, le costaba trabajo respirar. Cuando creció, imaginó que algunas protuberancias estaban encarnadas en sus pulmones y ellas impedían que su sistema respiratorio funcionara de manera adecuada. Un amigo que estudiaba en la Ciudad de México le contó que también había padecido algo como una alergia primaveral, pero que en el Distrito Federal tal alergia había cesado. El amigo bromeaba: “Chingué la alergia con tanto smog”; así que el maestro decidió que jodería a los pólipos de sus pulmones: “Las chingaré con humo, hasta que se asfixien”, y comenzó a fumar. Me contó que sólo fumó cigarros de la marca Raleigh. Cada vez que le daba un chupete al cigarro y le tomaba el tiro, imaginaba que los pólipos se llevaban las manos a sus gargantas y se asfixiaban. Resulta que a la vuelta de cierto tiempo, de quién sabe cuántas cajetillas de cigarros, la famosa asma se fue mucho a la fregada. El maestro sanó. Hasta la fecha. Ahora ya no fuma, porque el acto de fumar, ya se comprendió, era un tratamiento médico que él se recetó. ¡Muerta el asma, se acabó la fumada! Cuando me lo contó, casi silbando, sonriendo, pensé en Juan y vi que la marca de cigarros comenzaba con el maravilloso prefijo Ra. Tal vez, sin saberlo, el maestro Julio unió la sílaba con la palabra vida y el universo hizo el milagro. Tal vez los prodigios se vuelven milagros cuando alguien, en cualquier parte del mundo, a cualquier hora, pronuncia la palabra vida con otra Radiante palabra. Tal vez.