jueves, 14 de junio de 2018
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA UNA HISTORIA QUE AMANDA NUNCA CREYÓ
Querida Mariana: Amanda nunca lo creyó. Los amigos y vecinos le decían que sí, que lo que Juan le contaba era cierto; que, en efecto, antes (¿años cuarenta?), los sanitarios estaban en el sitio (traspatio) de la casa, que eran unas casetitas forradas con tejamanil, con gradas para subir al sanitario que era un cajón de madera, especial para defecar y orinar; que eran simpáticos porque tenían huecos especiales, por el tamaño y por la forma: un hueco, grande, con piquito al frente, era para los varones; un hueco, grande, sin piquito al frente, era para las mujeres; un hueco pequeño, con piquito minúsculo, era para niños; y un hueco pequeño, sin piquito, era para las niñas. Eran sanitarios inclusivos. En un espacio del sanitario había un alambre enrollado que detenía pedazos de papel periódico (o de revistas de monitos), que funcionaban como sustituto (anticipo) del papel higiénico. Juan nunca lo contó, y ¡qué bueno!, porque Amanda no lo hubiese creído; a veces, la urgencia hacía coincidir en el baño a dos o más integrantes de la familia, o amigos de la familia, donde leían los monitos o platicaban bien sabroso, mientras hacían lo que hacían.
Amanda nunca lo creyó, porque estos cajones de madera estaban sostenidos en la tierra y los orines y los excrementos caían sobre el suelo. ¿Qué sucedía con esos desechos? Como no existían (no sé por qué) las fosas sépticas, ni mucho menos la red de drenaje, los propietarios de la casa siempre tenían cuches (cerdos) que eran los encargados de dar cuenta de los excrementos.
Amanda nunca lo creyó, porque dijo que a ella le encantaban las carnitas estilo Michoacán, dijo que a ella le encantaba comer los domingos taquitos con maciza, con surtida y con cáscara de chicharrón, gritó que eso que Juan le contaba lo hacía con el único propósito de molestarla, de hacerla odiar a los cerdos y, por ende, despreciar para siempre esos taquitos tan ricos, que comía con salsa picosa de tomate verde crudo.
Juan insistía en decir que no, que sólo se concretaba a contarle una historia real. En el Comitán de los años cuarenta del siglo pasado no existían fosas sépticas ni sanitarios que, como ahora, retiran los desechos con una descarga de agua que los conduce a la red de drenaje.
Amanda nunca lo creyó. Se fue a vivir a Monterrey y se fue incrédula. Yo digo qué bueno, porque si siguiera viviendo no creyera lo que ahora Juan cuenta. Juan, una tarde dijo que ya vivíamos en la civilización, porque los baños de cajón habían pasado a mejor vida y todo mundo en el pueblo tenía sanitarios modernos. Estaba muy satisfecho cuando Rosa, con cara de inocente, preguntó ¿adónde iban los desechos de todas las casas comitecas que “viajaban” por la red sanitaria de drenaje? ¿Porque a algún lugar deben ir, no?, remató. Sí, dijo Juan, y explicó que toda la red descargaba, inicialmente, por un terreno extenso, rumbo a la Ciénega.
Amanda no lo hubiera creído; es decir, los comitecos habíamos entrado a la modernidad, ya no teníamos cerdos “joceadores” que comían excrementos, porque ya todo lo enviábamos por un tubo gordísimo que descargaba a cielo abierto.
¿Y en ese lugar de descarga había cientos, miles de cuches para comer los desechos? ¡No! ¡Por supuesto que no! ¿Entonces? Entonces ¡nada! La mierda ahí se quedaba y ahí se secaban los cerotes. Ahí, ¡a cielo abierto!
Uf, Amanda no lo hubiera creído. Amanda no creería si ahora Juan le contara que es una pena que este pueblo maravilloso huela en muchas partes ¡a mierda! En muchas partes bajas de la ciudad la peste es insoportable. ¿Cómo logran sobrevivir con dignidad las personas que viven por las cercanías de Yalchivol, por el libramiento?
Antes no era así. Parece que los comitecos algo hicimos mal, algo estamos haciendo mal, porque, con todo, era más sano e higiénico cuando teníamos baños en el sitio donde los cuches comían la caca.
Entramos a la modernidad, pero no supimos ser modernos, casi casi fuimos como cuches y ahora, como éstos, andamos entre hedores nauseabundos.
¡Dios mío! Amanda no lo creería.
Posdata: ¿Algún candidato a la presidencia municipal, de los muchos que ahora saludan de mano y beso a todos los ciudadanos, tiene alguna propuesta seria y responsable para evitar esta contaminación flagrante? ¿Alguien sabe? ¿Seguiremos viviendo como si lo hiciéramos en chiqueros, como viles cuches? ¡Uf!