sábado, 23 de junio de 2018

CARTA A MARIANA, DONDE SE HABLA DE ÁRBOLES




Querida Mariana: López Obrador estuvo en Comitán. Pau y yo fuimos al parque a argüendear. De lejos vi a mis amigos Roberto Álvarez y Daladier Anzueto, quienes, si les preguntan, dirán que estuvieron frente al próximo presidente de México. Bueno, en realidad, el noventa y feria por ciento de los asistentes diría lo mismo, porque asistieron los simpatizantes de El Peje; el mínimo porcentaje restante estuvo conformado por argüenderos, mitoteros, chismosos y simpatizantes de otros candidatos (estos últimos fueron para medir la fuerza del tabasqueño y pasar reportes a sus jefes inmediatos). Yo, como digo, fui a argüendear y miré algo que he visto con frecuencia: varios árboles del parque llenos de personas. Sí, tal vez vos también has visto esos árboles que, en lugar de frutos, están llenos de personas que se encaraman sobre ellos para ver desde arriba. He presenciado tal fenómeno durante los desfiles, durante los mítines políticos o durante el Festival Rosario Castellanos y en el escenario está, por ejemplo, Lila Downs, cantante oaxaqueña que canta bien bonito. La gente que se encarama en árboles tiene algo de chango. No lo piensan dos veces. Necesitan un espacio en alto para ver el escenario y trepan sobre las ramas y alcanzan la máxima altura en la copa de los árboles.
No dudo que algo similar sucedió cuando vino Fernando Castellanos o cuando vino Albores Gleason. Los simpatizantes y acarreados (lo mismo en el caso de López Obrador) llenan el espacio del parque y, por ende, los de las últimas filas buscan un lugar alto para poder ver lo que sucede en el templete principal. No hay de otra que treparse sobre postes o sobre árboles. Como trepar a postes no es cosa sencilla (recordá el palo ensebado), la gente prefiere trepar a los árboles, porque éstos son muy generosos en su forma. Abren sus ramas como brazos, que los trepadores usan como escalones. Los postes no sirven más que para lo que sirven; es decir, para sostener cables; en cambio, los árboles son muy dadivosos, porque prestan sus ramas para que los papás cuelguen columpios donde juegan sus hijos.
Pau, niña lista, que no sólo ve lo que sucede en los escenarios, sino que también está pendiente de lo que sucede alrededor, de inmediato vio el árbol lleno de personas, me jaló del pantalón, señaló y dijo: “Mirá, tío, un árbol de hombres y mujeres”, lo dijo como si los hombres y las mujeres fueran parte intrínseca del árbol, como si éste pariera seres humanos, en lugar de frutos. La imagen era muy simpática y alucinante: los hombres y mujeres se movían por en medio de las hojas, tratando de ver a los que, en el templete, daban discursos. Era como si regresáramos cientos de años en la evolución y presenciáramos cómo los abuelos del ser humano aún vivían en medio de los árboles.
Nosotros escuchamos (porque estábamos a ras de piso y sólo imaginábamos lo que sucedía) que junto al candidato a presidente municipal, al candidato a senador, a la candidata a la diputación federal y López Obrador estaba, nada más y nada menos, ¡Irma Serrano! Cuando el nombre de Irma se escuchó en los altoparlantes, vi que una mujer que estaba trepada en el árbol se hizo a su derecha, para esquivar una rama que tenía enfrente, quería ver a la actriz comiteca, a pesar de que estaba como a treinta metros o un poco más del templete. “Se va a caer”, dijo Pau, quien también había visto el movimiento atrevido de la mujer. Por fortuna nada pasó. La mujer estiró su brazo derecho y logró detenerse en otra rama y ahí se quedó, estirando el pescuezo como si su cuello fuese un periscopio con fuelle.
En Comitán (como en muchos otros pueblos del mundo), cuando hay multitudes, muchas personas (no sólo niños) suben a los árboles y convierten a éstos en sus plateas selectas. Mientras los que están a ras de suelo se paran en puntillas y alzan los pescuezos o las muchachas bonitas se encaraman sobre los hombros de sus muchachos, los que están en los árboles ven todo casi casi como si estuvieran en primera fila.
Los árboles (¡ay, qué pena!) no sólo sirven como plateas, también los usan para amarrar lazos que detienen manteados o lonas inmensas. En el parque central de Comitán sirven como postes para atar cuerdas que, por supuesto, hieren sus troncos. La gente es insensible, sobre todo los inconscientes trabajadores que levantan carpas para que el gobernador en turno entregue despensas. He visto a trabajadores colocar las plantas de sus pies sobre los troncos como apoyo a la hora que, con sus brazos musculosos, hacen fuerza para que las cuerdas queden bien apretadas.
Los árboles debían servir sólo para sostener columpios y para abrazar a nidos de pájaros. Los árboles son generosísimos, nos dan sombra cuando el sol avienta sus rayos de manera inclemente y nos proveen oxígeno para que podamos vivir. Pero, encima de ello, muchas personas despiadadas los usan como postes para pegar publicidad o para sostener carpas gigantescas.
Pero el colmo (cuando menos en mi pueblo) es lo que Pau y yo presenciamos hace dos días. Fuimos al parque a comer esquites y cuando estábamos a punto de llevarnos la cuchara a la boca, con ricos granos de maíz, con su correspondiente limoncito, sal y polvojuan, Pau señaló y dijo: “Mirá, tío, un árbol de basureros”. Así lo dijo, como si el árbol, en lugar de dar frutos diera basureros. Lo vi y no podía creerlo. ¿Cómo era posible que en pleno parque central de Comitán estuviera un basurero encaramado en un árbol? Pau dijo que nuestro parque era único en el mundo, porque sus árboles “daban” personas y basureros. Sí, pensé, es un parque insólito, por desgracia.
Al principio pensé que el basurero estaba sobre el árbol como resultado de una travesura juvenil. Algunos muchachos traviesos (nunca faltan, basta ver las estupideces que algunos aficionados mexicanos hacen ahora en Rusia) encontraron un basurero y lo colocaron ahí arriba. Pero luego pensé que no era tan sencillo, pensé que algunos empleados municipales, encargados de la limpieza, hallaron el basurero fuera de su base y no encontraron “mejor lugar” para tirarlo que encaramarlo en el árbol. Los dos casos son graves, pero si lo segundo es lo correcto (¡incorrecto!) es de dar pena ajena.
Medio mundo ha dicho, en reiteradas ocasiones, que la autoridad municipal ha descuidado el parque central. El parque está lleno de huecos en el piso. Lo que en un principio fue una gran idea (las letras tridimensionales con el nombre de Comitán) se ha vuelto ya una vergüenza. Las letras fueron hechas con madera, ésta ya se pudrió, por lo que las personas se toman fotografías con el nombre de Comitán a punto de desvencijarse. ¡Qué pena! De igual manera, el desagüe que está colocado al lado de la escultura de Luis Aguilar está todo deteriorado, convertido en una trampa para los peatones; además de que en temporada de lluvias provoca un gran encharcamiento. En varias ocasiones he insistido con mi amigo, el maestro Lacho Nucamendi, Director de Atención Ciudadana, en la necesidad de arreglar esa alcantarilla y él, siempre muy atento, me asegura que ya lo resolverán. La vez más reciente le recordé su promesa. Él platicaba en los pasillos de la presidencia con la síndica. Minutos más tarde nos encontramos frente al teatro de la ciudad y me dijo que después de despedirnos, la síndica había platicado con el director de obras públicas para que se encargara de solucionar tal problema. Yo le agradecí al maestro Lachito, lo hice en nombre de Comitán. Pero, ya pasó más de un mes de la plática y el problema persiste y se agudiza. Sí, sí, lo sé. Este hundimiento no fue causado por esta administración. Claro que no. Es un problema que heredaron. Pero (yo digo) si me entregan una casa con defectos, lo primero que hago es solucionarlos, dignificar la casa, la casa común. No creo que sea la gran ciencia (ni que cueste mucho) arreglar esa alcantarilla que está en el mero corazón de nuestro pueblo, al lado de donde atiende el presidente municipal.
Necesitamos vivir en una ciudad digna, porque los comitecos, desde siempre, hemos sido un pueblo digno y bastión fundamental para la historia de Chiapas y de México. Comitán siempre se ha distinguido por ser un pueblo de gran cultura. No lo decimos nosotros, lo reconoce medio mundo. ¿Por qué entonces la autoridad descuida nuestras plazas?

Posdata: Qué pena que las autoridades no caminen en la misma dirección que camina la mayoría de comitecos. La mayoría cuida este pueblo como se cuidan los árboles, está pendiente de que siempre dé sombra, de que sea sólo espacio para nidos de pájaros.
Gracias a Dios, en este proceso electoral no hubo los odiosos y contaminantes pendones plásticos con los rostros de los candidatos. ¡Dios es grande!