martes, 19 de junio de 2018

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA UNA HISTORIA DE MUSEOS (2)




Querida Mariana: Esta foto me la tomaron en el Museo de San Cristóbal de Las Casas. A causa del temblor más reciente, la segunda planta no está abierta al público. Sólo disfruté la planta baja. ¿Querés saber cuál es el título de esta fotografía? Se llama “Tres mulas”, dos mulas están forradas de doblador y uno forrado con carne y hueso.
Esta imagen está muy relacionada con mi vida. Luego te cuento, por el momento digo que el museo me gustó. Dije en la carta de ayer que no pude evitar hacer la comparación con nuestro museo comiteco. Mi conclusión fue que el nuestro nos quedó debiendo porque no representa el espíritu de nuestro ser. Por el contrario, en el museo de San Cristóbal sí hallé mucho del alma coleta. Es un museo sencillo que si lo comparo, por ejemplo, con el Museo Barroco, de la ciudad de Puebla, de apertura reciente, se queda cortito, pero su museografía logra captar la esencia de aquella sociedad.
En nuestro museo está ausente la picardía comiteca. Un amigo dijo que a los museógrafos (si existieron) les faltó ingenio para reflejar la verdadera personalidad de Comitán. Se pasaron de solemnes y tuvieron exceso de pretensión. La directora del museo comiteco es una mujer inteligente, tal vez sea momento en que ella comience a darle personalidad al museo que recibió.
El museo de San Cristóbal, insisto, aunque tiene una museografía modesta sí dice mucho de la cultura de ese magnífico pueblo. Los museógrafos tuvieron el ingenio suficiente para elegir lo más representativo.
En uno de los salones hallé un recuerdo que me envió a mi infancia. Una vez, mis papás me llevaron a San Cristóbal, un jueves de Corpus, que es el día en que los católicos celebran la eucaristía. Fuimos a persignarnos a la catedral, caminamos por el parque central y luego mi papá dijo que iríamos a los portales. Cuando nos acercábamos vi a mucha gente parada frente a una serie de mesas que estaban repletas, ¡repletas!, de dulces tradicionales: dulces de leche con nuez, mazapanes, galletas, panes rellenos de mermelada de durazno, cocadas, duraznos pasa, dulces de yema, chimbos, naranjas cristalizadas, higos, gaznates, nuégados y cien delicias más (más de cien). ¡Ah!, qué disfrute para la vista, para el olfato, para el tacto, para el paladar. No sabía qué ver, qué pedir, qué comer. Los colores competían con los aromas. Todo era sensacional. Mas de pronto, cuando creía que todo ya estaba dispuesto para mi disfrute vi lo que me pareció la sensación del siglo: unas mulitas hechas con doblador (hojas de maíz secas) y papel crepé, con las patas de palitos de madera y cargando atados de dulces pequeños envueltos en papel celofán. ¡Supe qué pedir! Le dije a mi mamá que me comprara una, no, una ¡no!, dos mulitas.
¿Qué tienen que ver las mulitas con la celebración de la eucaristía? Mi abuela Esperanza, ya en Comitán, me dijo que representaban los obsequios que los discípulos dieron a Cristo. Bueno, dije yo, pero insistí, por qué mulas. ¡Ah, salí de acá!, dijo mi abuela y siguió calentando el café de olla.
¿Mirás por qué entonces ahora que estuve en el museo mi corazón creció como si fuera un árbol de nubes? Sí, en el museo hay dos mulitas pequeñas, sobre una mesa, pero también hay estos dos ejemplares grandes, como para decirme que mi emoción creció junto con los años. Me paré al lado de las dos mulitas y pedí que, por favor, me tomaran una fotografía. Pensé en mi papá, quien falleció en 1990, pero que una mañana de mil novecientos sesenta y algo nos llevó a mi mamá y a mí, a conocer y vivir una de las tradiciones más hermosas (y sabrosas) de San Cristóbal.
Ya te he contado que mi papá me hincó varias religiones que conservo y atesoro con cuidado, entre ellas están la religión católica, el amor al cine, y el amor a su pueblo natal. Con la misma intensidad con que amo a Comitán, amo al pueblo de mi padre, y amo a sus tradiciones.
Estar al lado de estas mulitas fue como estar agarrado de la mano de mi papá, no porque mi papá fuera un mulita, ¡no!, fue así porque mi papá me dijo en qué dirección estaba el camino para ser feliz sin pretensiones. ¿Podés imaginar algo más sencillo que un par de mulitas hechas con doblador?
Mi sensación al recorrer el museo fue el de que es un museo sin falsas pretensiones, pero realizado con amor y con mucho ingenio, con mucha pasión.
Posdata: Mañana te cuento algo del proyecto de Museo del Agua que Luis Aguilar, el escultor comiteco, lanzó como si fuera un simple papalote.
Cuando regresés de Guadalajara te mostraré otra fotografía que tomé especialmente para vos. Ahí aparece un par de mulitas. No lo vayás a tomar de manera personal.