martes, 5 de junio de 2018

CARTA A MARIANA, QUE NO DEBE LEER





Querida Mariana: Por favor, no leás esta carta. No la leás, porque narra un hecho terrible. Sólo pongo en letras mi desasosiego al ver un video de la erupción del volcán en Guatemala.
No la leás, porque no quiero que te pongás triste. No quiero quebrar esa burbuja armoniosa en la que permanecés. Ahora estás en Guadalajara, en el curso de Apreciación Cinematográfica. Quiero que estés bien, que aprendás mucho, que procurés evitar las malas noticias. El conocimiento es exigente, siempre demanda una concentración al ciento por ciento. El alumno, de cualquier disciplina, debe poner toda su atención al objeto del conocimiento, para que éste dé frutos. Lo sucedido en Guatemala es espantoso.
Escribo esta carta, porque, de alguna manera debo exorcizar la terrible imagen que vi. El video muestra el instante en que un grupo de personas corre por una carretera, huyendo de la inmensa burbuja de ceniza que avanza sin misericordia.
La naturaleza es impredecible y es cruel, cuando así lo exige su respiración. El volcán hizo erupción y expulsó ríos de lava y toneladas de ceniza.
El video fue tomado por alguien que va sobre una motocicleta. El chofer le imprime velocidad, porque la burbuja llena de ceniza se expande como un pulmón diabólico. Cada vez es más intensa, más grande, más mortífera. Es necesario que los hombres, mujeres, niños y niñas que huyen impriman más fuerza a sus piernas, porque la mancha oscura avanza como si fuera un gigante con pasos apresurados. La imagen se torna dramática porque la burbuja de ceniza tiene garras que destrozan todo. La persona que va detrás del piloto de la motocicleta alerta a la gente que tiene sus casas a la orilla de la carretera, les dice que corran, que huyan, que no lo piensen, que se salven, por favor, que se salven. Esto es así, porque hay personas que están como clavadas en el suelo, sólo elevan la vista hacia el cielo y ven, mudos, absortos, la furia de la tierra.
Cuando vi esto pensé que mientras los de la motocicleta avanzan, tratando de escapar de ese borbotón de ceniza, muchas casas ya quedaron ocultas, sepultadas, bajo ese vómito de polvo. ¡Dios mío! ¿Qué pasó con las personas que ahí estaban? ¿Con la mujer que preparaba la comida, con los niños que jugaban en el patio, con el hombre que estaba, con el azadón, limpiando la milpa?
Mientras la motocicleta avanza a gran velocidad, el espectador del video (yo, en este caso) ve cómo hay personas que corren en las orillas. Al contrario de la motocicleta que imprime velocidad a cada instante porque la burbuja es como un enorme hongo, los pasos de los que corren se hacen lentos, cansados. Están cansados por el esfuerzo, a cada instante sus pies se vuelven de piedra y se resisten a levantarse del piso. La burbuja de lodo, polvo y ceniza ardiente cada vez está más cerca de abrazarlos en su vientre demoniaco. Abren la boca, tratan de jalar aire limpio, porque saben que si la mancha los atrapa sus pulmones comenzarán a recibir polvo, esputos de ceniza. Sus pulmones extrañarán el aire limpio que, minutos antes, los bendecía.
El espectador del video (yo) quisiera alentarlos, decirles que corran más fuerte, que no se dejen alcanzar, que no desistan, pero sus pasos ya no resisten el cansancio. La escena es dramática, pero no tanto como lo que a continuación se da en el video. Mientras decenas de hombres y mujeres huyen, de pronto se ve en el video una camioneta que va en sentido contrario. ¿Cómo? ¿Qué pasa? ¿El chofer no se ha dado cuenta que va en sentido contrario a lo que dicta el sentido común, a lo que hacen las demás personas? ¡Dios mío! ¿Por qué esa camioneta va en sentido contrario? ¿Por qué va hacia la garganta de ese monstruo gris, horrible? ¿No se da cuenta que lo tragará? Mientras los demás huyen, el conductor de esa camioneta va hacia el centro del horror.
Dejo de ver el video, Mariana. Es terrible lo que ahí está sucediendo. Lo único que pienso, entonces, es que ese conductor va hacia esa burbuja que se expande con furia, porque alguien quedó en su casa. Sí, es la única explicación. El conductor estaba fuera de su casa cuando escuchó el estallido y vio oscurecerse el cielo. Alguien dijo que el volcán de fuego estaba vomitando su silencio de años y él subió a su camioneta y no pensó más que en ir por sus familiares. ¿Su esposa? ¿Sus padres? ¿Sus hijos? ¡Dios mío! ¿Qué le pasó a ese conductor que, mientras los demás huyen, se interna a esa selva de ceniza hirviendo?
Posdata: No seguí viendo el video. No lo soporté. Si el suceso de la naturaleza es indescriptible, cómo, entonces, ¿alguien puede describir la pasión del hombre ante esa grieta que lo abre en dos y lo avienta al abismo?
Gracias por no leer esta carta, querida Mariana. No lo hagás. Duele ese pulmón que se expande y es irreversible como cuando la tierra inhala y luego suelta la bocanada de aire caliente. Vos estás ahora en Guadalajara. Estás viendo películas para aprobar tu diplomado. Me gustaría pensar que todo es como una película.