sábado, 8 de diciembre de 2018

CARTA A MARIANA, CON UN ELOGIO A SARAMAGO Y AL FOTÓGRAFO




Querida Mariana: Por favor, mirá con atención la fotografía que ilustra este libro. Sí, en efecto, el personaje que ahí aparece es José Saramago, escritor portugués, que ya falleció y obtuvo el máximo galardón mundial al que puede aspirar un escritor: El Premio Nobel de Literatura.
Tal vez algún día, un escritor comiteco (escritora) obtenga el Nobel. Bueno, primero dicho escritor debe ganar premios menores (pero mayores), como el Nacional de Literatura y el Cervantes. No sé si ya nació este escritor, puede ser que sea ya un pichito que anda jugando carritos en el sitio de su casa y se asombra cuando sale a la calle con todo lo que este pueblo, pequeño, pero inmenso, nos provee a los que acá vivimos. Por eso, querida Mariana, muchos compas insisten que en Comitán debemos abonar a la creatividad de los niños, porque sólo así se logrará abonar cultura en la tierra fértil que ellos son.
En cuanto vi el libro llamó mi atención la fotografía de portada. ¿Sabés por qué? Por la serenidad que se aprecia en la mirada de Saramago. Quien conoce algo de la vida y obra del escritor portugués sabe que él fue un hombre columna, jamás se dobló ante el viento que quiso cambiarlo de camino. Uno puede estar de acuerdo o no con su pensamiento, pero debe reconocer su integridad y fidelidad hacia su propia ideología; es decir, fue hombre de palabra, en los dos sentidos, en la rectitud de su proceder y en el manejo del verbo hecho pensamiento, hecho acción, hecho libro.
Pero no sólo aprecié la serenidad de Saramago, también aprecié (respeté, debería decir) la dignidad del fotógrafo. ¿Sabés por qué? Porque respetó al personaje, al ser humano.
¿Por qué digo lo que digo? A ver, miremos cuál es nuestra costumbre cuando vamos a tomar una fotografía, ¿a poco no decimos: Digan güisqui? ¿Verdad que sí? ¿Por qué? Ah, bueno, porque se supone que entonces todo mundo, cuando menos, sonríe.
Una vez, Lulú comentó al ver una fotografía donde todos sonreían o reían: “Ah, es tan bonito mirar sonreír a la gente”. Pues sí, pero cuando la actitud es natural. Hay personas que siempre miran la vida con una sonrisa en los labios. Hay otros, como Saramago, que ven la vida con un rostro de asombro, de reflexión. Lo que digo, querida Mariana, es que cada persona tiene su personalidad y esto debe respetarse. Hay muchos fotógrafos que no lo hacen, que no son respetuosos de la individualidad. Ya te conté que en una ocasión me hicieron una entrevista en un periódico de circulación estatal y el fotógrafo (con muy buen ojo) terminó enojándose y me dijo: “Le he tomado diez fotografías y en todas sale igual, por favor, sonría”. Yo, ya me conocés, no varié mi cara de piedra. Al final, cuando vi el resultado me encontré, porque en esas fotografías estaba reflejado mi carácter. Las fotografías fueron excelentes, pero el fotógrafo insistía en que mostrara mi dentadura chueca y llena de caries.
Acá, en esta fotografía está Saramago. Él ve hacia donde el sol se oculta, hacia donde el horizonte es una línea chueca, porque el mundo es así.
Digo, querida Mariana, que Saramago fue un hombre de palabra. Él se asumía como un hombre de buena voluntad. ¡Lo fue! Él no era creyente, él fue un ateo irreversible (en el Internet circula un texto cuya autoría la adjudican a Saramago, pero que no es de él, porque en el texto aparece la palabra Dios, empleada en términos muy afectuosos.) ¡No! Saramago, no creía en Dios. Ah, pero qué descreído tan hermoso fue. Siempre estuvo pendiente de los oprimidos (de los olvidados de Dios) y siempre procuró crear condiciones para que ellos tuvieran condiciones dignas de vida. Cuando vino a Chiapas fue a visitar las comunidades indígenas. Siempre estuvo lejos del espacio de boato, aunque su condición de gran escritor lo colocó frente al rey de Suecia cuando recibió el Nobel de Literatura.
En esta fotografía hay un gran respeto, del personaje retratado ante la vida y del fotógrafo ante la reflexión del escritor. ¡Nada de: diga güisqui! ¡Nada de vea hacia el pajarito! ¡Ah, qué falta de respeto del fotógrafo y de los papás de la criatura con el álbum de caritas! ¿Por qué la necedad de retratar al niño en provocados diversos estados de ánimo? ¿Por qué la mamá juega con una sonaja para que la niña ría? ¿Por qué el papá se pone una máscara de monstruo para que la niña llore? ¿Por qué el fotógrafo y los papás no respetan a la criatura y la dejan ser? Las mejores fotografías de todos los tiempos son aquéllas que muestran un profundo respeto por la vida, por el instante. Me encantan las fotografías donde el instante es sagrado, donde no hay una pose, donde las personas son como aves en vuelo o en sosiego, donde no hay actuación. Me encantan los hombres y mujeres que son hombres y mujeres de buena voluntad.
En Comitán, como en todas las demás ciudades del mundo, hay muchos hombres y mujeres de buena voluntad, son quienes, con su trabajo diario, con su reflexión, contribuyen a que este mundo no se vaya directo al basurero. Si el mundo se sostiene es gracias a esas personas que no están para la fotografía en pose, para la fotografía plástica, la irreal.
¡Cómo no sentirse chento ante una comiteca que durante años ha procurado la esterilización de cientos de perros para evitar la sobrepoblación! ¡Cómo no admirar a la maestra que coloca macetas en las banquetas para que las calles siempre estén llenas de flores! ¡Cómo no aplaudir al abuelo que construye carritos de madera a sus nietos y los lleva, aún en estos tiempos, a volar papalotes en el campo! ¡Cómo no sentirse pleno ante el muchacho que, aún en estos tiempos, le regala dibujos a su novia! Ellos y muchos más son seres humanos de buena voluntad, ellos son los que hacen más digno este mundo lleno de mierda, porque ante estos seres de buena voluntad están los que envenenan a los perros callejeros, los que dejan su basura en las macetas, los que rompen los juguetes de los niños, los que golpean a sus muchachas bonitas. Hay mucha escoria en el mundo, pero, ¡bendito Dios!, hay personas como Saramago y miles y miles más que son hombres y mujeres de buena voluntad, que son desprendidos, que velan por sus semejantes. No es preciso ser creyente, se precisa ser humano, humanitario.
Saramago contó que en una ocasión estaba fuera de su casa y un auto se detuvo frente a él, el conductor le preguntó por una dirección, el escritor le señaló que llegara hasta el final de la calle, entonces, el chofer lo vio con atención y le preguntó si él era José Saramago, éste dijo que sí. El hombre sacó la mano y le dijo: Gracias. Con esto quedó dicho todo. Sin duda que el automovilista había leído en algún momento unas líneas escritas por Saramago y había sentido que el mundo tenía sentido y había hecho mejor su mundo. Gracias. Sí, siempre debemos ser agradecidos con los hombres y mujeres de buena voluntad, porque, por ellos, el mundo aún tiene instantes prodigiosos.
El escritor vino a Chiapas y estuvo con los zapatistas y conoció de cerca la miseria. Un Nobel de Literatura se ocupó de estas tierras. No sé qué tan precisos sean los datos de Saramago, pero él, el 22 de enero de 1998 escribió que Chiapas “además de ser el primer productor de café y plátanos, el segundo de miel y cacao, el cuarto en el sector pecuario (…) a pesar de estas riquezas, el 60 por ciento de la población (casi un millón de habitantes) no tiene ingresos o gana menos que el salario mínimo, el analfabetismo alcanza el 30 por ciento, variando entre el 50 y el 70 por ciento en las áreas indígenas. ¿Adónde va, entonces, el dinero, si no ha sido puesto al servicio del desarrollo de Chiapas? ¿Qué papel representan los indígenas en todo esto? Un funcionario del Gobierno Mexicano, un tal Hank González, a quien tenemos que reconocer el mérito de la franqueza, aunque brutal, si no preferimos antes denunciar su cinismo, acaba de dar la respuesta: “Sobran cinco millones de campesinos”, ha dicho”.
¿Mirás, querida niña? En estas líneas Saramaguianas está fotografiada la síntesis de la vida. Hay personas de buena voluntad y personas de voluntad maligna. Vos, ¿a quién invitarías a tu casa? ¿A Saramago o a Hank González? (Ambos ya están muertos.)
Posdata: Mientras los hombres y mujeres de buena voluntad sigan abonando, Comitán tiene esperanzas de salvación. Muchos amigos insisten en que la llamada Cuarta Transformación no se alcanzará si no hacemos actos valientes en pequeños espacios. Saramago hizo lo que su conciencia limpia le mandó hacer. Gracias a su mirada prodigiosa tenemos, sus lectores, motivos de reflexión. Hace veinte años dijo: “¿Adónde va, entonces, el dinero, si no ha sido puesto al servicio del desarrollo de Chiapas?”
Chiapas es un estado con grandes riquezas materiales, culturales y humanas. ¿Por qué, entonces, tenemos tal miseria, tal carencia?