miércoles, 5 de diciembre de 2018

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA




Sí, los lectores comitecos identifican al personaje. Para los lectores del mundo diré que esta fotografía define en mucho lo que pienso de él: Un hombre que se da una pausa en el trajín del mundo. A don Nereo lo veo, frecuentemente en un carro con altoparlantes, mientras maneja el auto por las calles de este pueblo las bocinas lanzan mensajes publicitarios. Don Nereo anda de arriba para abajo muchas horas del día (así se lo obligan las subidas y bajadas). En estos tiempos, este oficio no es tan sencillo. ¡Don Nereo debe soportar el calor, los atrancones de autos, cada vez más frecuentes! Pero ahí lo veo (en su carro de publicidad) bajando las subidas y subiendo las bajadas, respirando el humo que avienta el camión que va delante de su carro. ¿Trabaja todo el día? ¡No! Por supuesto que no. Si así fuera, el personaje no sería un hombre sabio. Don Nereo es sabio. Actúa como esas personas que comen cinco veces, en lugar de tres, como lo hace la mayoría. El alimento hace más bien si se consume en porciones breves, pero continuadas.
Siempre que veo a don Nereo pienso en la disciplina que tenía el escritor Carlos Fuentes. Don Carlitos trabajaba todas las mañanas, entraba a su estudio y hojeaba libros, los dejaba sobre la mesa o los colocaba en un atril y leía y luego escribía, escribía, escribía, pero a la hora de la comida salía del estudio e iba a un restaurante y ahí departía con Silvia o con sus amigos, que los tenía por cientos, y por las tardes iba al teatro, a la ópera, al cine, al salón de baile. Bueno, pues don Nereo es igual de sabio que Carlos: Trabaja, pero se da sus pausas, abandona su auto y va a tomarse un café con los amigos en “La esquina de Belisario”. El bastón que le sirve para caminar con seguridad, lo abandona al lado de la silla y ahí, frente al parque central de Comitán, se dedica a beber café y a beber el aire de las mañanas que, como colibrí, revolotea en las cabezas de los hombres pausados. Sí, don Nereo, una o dos o tres o cuatro veces al día se pone en “Modo pausa”. Ya laboró, ya sudó la gota gorda, ya cumplió con su responsabilidad, ya llegó el instante en que debe dar sosiego a su cuerpo y a su espíritu, el momento en que abandona el rebumbio del tráfico y entra, como gato, al deleite de treparse sobre una silla mullida y recibir la bendición de la calma.
Así, en la tercera o cuarta pausa hallé a don Nereo, una tarde en que la calle que va a San José se volvió andador. Estaba así, como pájaro de las seis, ¡de las seis de la tarde y no de la mañana! Estaba en busca ya del árbol para descansar. Dejó su bastón en la diagonal perfecta, para que se sostuviera y no resbalara, y él se sentó en una banqueta de un local comercial que tenía su puerta cerrada. Yo lo vi así, desde la banqueta de enfrente. Yo caminaba apresurado, pero cuando lo vi decidí hacer lo mismo que él, a veces tengo destellos de luz e imito a los hombres verdaderos. Me senté en la banqueta y en el instante que quedé frente a él sentí un gran sosiego, algo de su luz me iluminó. Hice una pausa en mi vida y vi la calle como el río que, esa tarde, fluía con calma, sin la furia que, por lo regular, avienta mil carros desbocados.
Ahí estaba don Nereo, quitado de bullas, de arguendes. Ese día estuvo en la chamba diaria del carro, estuvo en el cotilleo del café con los amigos, pero antes de ir a su casa, decidió darse otra pausa, una inédita, se sentó sobre esa grada y desde ahí columbró el mundo de todos los días. Vio (lo mismo hice yo) cómo los demás pasaban como hormiguitas.
Cuando veo a don Nereo, lo veo tranquilo, pausado. Camina lento, apoyado con su bastón. ¿Qué prisa hay por llegar? ¿A dónde? La vida, parece decir don Nereo, hay que tomarla sin prisa, tomarla a tragos pausados, para que uno no se atragante.
Siempre que lo veo recuerdo a Carlos Fuentes. Sé que ya trabajó, que ya cumplió con el oficio; sé que ya está en el disfrute de la vida, así, con una gran dignidad, siempre bien vestido, hermoso pepenador de luz, de savia.