viernes, 14 de diciembre de 2018

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA




Los elementos son sencillos. Se aprecia parte de una banqueta, la parte trasera de un auto (Chevrolet) y un letrero bien comiteco: “Un tu sopapo querés”.
Bueno, para quienes no son comitecos habrá que decirles que esta es una forma coloquial del habla comiteca. “Un tu” y “Un mi” son posesivos ultrarreforzados. En Comitán no basta decir tu casa o tu carro o tu café, ¡no! El comiteco de hueso colorado (hueso de tío Jul, con salsa hecha con chile ancho) dice “Un tu café” cuando ofrece una taza al amigo. ¿No basta el posesivo tu? ¡No! Esto es en otros lugares, en otros países. En Comitán hay que agregarle el un. De igual manera, cuando alguien solicita un café, dice: “Dame un mi café”. ¿No basta decir, como señalan las normas del buen decir: Dame un café? Ya dije que no. En Comitán hablamos y escribimos (¡faltaba más!) como lo señala el letrero de este auto: “Un tu sopapo querés”. Si este letrero estuviera escrito en otra ciudad, digamos la Ciudad de México, diría lo siguiente: “Un sopapo querés” y eso bastaría para darse a entender.
¿Qué estoy diciendo? ¡Falso! En la Ciudad de México se necesitaría una traducción, porque los habitantes de aquella desquiciada y maravillosa ciudad no hablan ni escriben así. Los que hablan y escriben así son los argentinos, millones de argentinos dicen querés. En la Ciudad de México dirían (o escribirían): “Un sopapo quieres”, porque esta es la traducción de “Un tu sopapo querés”. Nuestro pueblo, ya lo dije al principio, refuerza el posesivo con un tu o un mi. Le decimos al niño a la hora de darle el postre: “Tené un tu chimbo, pichito”; y, a la hora de ir con los amigos a la cantina (que ahora ya se llama restaurante familiar), pedimos a la mesera bonita, que lleva un mandil rojo y viste una falda a mitad del muslo: “Deme’sté una mi cerveza, bien fría”. Los comitecos somos tan generosos y tan desprendidos que regalamos palabras encimadas. El maestro Óscar Bonifaz cuenta una anécdota al respecto, dice que en una ocasión viajó con su grupo de teatro de la Preparatoria a otra ciudad para hacer una representación. Recomendó a los muchachos que fueron juiciosos y que procuraran expresarse de manera correcta. Les dijo que no usaran el mi a la hora de pedir un platillo en un restaurante y puso el ejemplo: “No vayan a decir: Yo quiero un mi vaso de leche. Basta con que digan: Quiero un vaso de leche”. Hechas las indicaciones, entraron a un restaurante, se sentaron y revisaron la carta y comenzaron a pedir. Conforme los muchachos solicitaban el platillo, el maestro se sentía orgulloso: “Por favor, deme una orden de tacos”, dijo uno; “Para mí, una torta de pierna”, dijo otro, y así, hasta que la mesera llegó al asiento donde estaba Pedro, quien, muy ceremonioso dejó la carta sobre la mesa y, con voz de locutor de la XEW, dijo: “Por favor, deme una lanesa”. Le quitó el mi. ¡Tan tan!
Acá, el mensaje es rotundo. Todo mundo lo entiende. En realidad, nadie quiere un “su” sopapo. ¿Quién es el masoquista que anda buscando que le suelten una bofetada? ¡Nadie! Pero nunca falta el que anda de molestoso, el que anda de sácale punta. Para los jodones, el argot comiteco tiene hecha la frase: “Un tu sopapo querés”; es decir: Te estás ganando una bofetada guajolotera.
Si el conductor que va detrás está muy cerca o toca y toca el claxon o roza la defensa del Chevrolet de paquete, nuevecito, está buscando una bofetada. Para él está dirigido este mensaje muy comiteco: “Un tu sopapo querés”, así, con el posesivo remasterizado.
A veces, a la muchacha bonita que está molesta y está con los labios sublimados; es decir, está bien trompuda, el comiteco le pregunta: ¿’tas enojada o querés un tu beso?
Los elementos de la fotografía son sencillos: una banqueta, la parte trasera de un auto y un mensaje bien comiteco.