martes, 4 de diciembre de 2018

IDENTIDAD




Comitán celebró 490 años de su fundación. Recibí una invitación para compartir un textillo en el acto que se efectuó el sábado 24 de noviembre, a las diez y media de la mañana, en la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez. Paso copia.

Perdón, comenzaré con algo muy elemental, casi obvio. Lo hago, disculpen, para mí, para aclararme esto que me atrevo a platicar con ustedes esta mañana. En realidad, vengo a compartir una idea muy sencilla, apenas un destello. Compartiré una charla que abarca muchas aristas. Hoy, porque así lo dicta el respeto hacia ustedes, expondré sólo la primera de varias partes.
Cuando me invitaron a participar en este ciclo dije, así, de primera impresión, que me gustaría hablar acerca de identidad. Creo que el festejo lo impone. Si celebramos cuatrocientos noventa años de este pueblo, será bueno reflexionar tantito en los rasgos que nos otorgan identidad; es decir, ¿qué hemos hecho los comitecos desde el principio de los tiempos para ser considerados verdaderos comitecos y no tuxtlecos y no parisinos y no neuyorquinos? La reflexión ayuda a vislumbrar qué sociedad formaremos cuando se cumplan los quinientos años, qué sociedad cuando se cumplan los quinientos cincuenta. Sí, tienen razón, este último festejo ya no lo veré.
Busqué, por lo tanto, en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la definición de Identidad y hallé esto: “Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás”.
Para nuestro objetivo nos interesa retomar lo segundo; es decir, lo que habla acerca de la colectividad. Por lo tanto, podemos decir que la identidad de nuestro pueblo son los rasgos propios que nos caracterizan frente a los demás.
¿Podemos decir que los rasgos que nos caracterizan son también rasgos que nos hacen diferentes? Yo digo que sí, no sé qué opinen ustedes. Somos lo que no son los otros.
¿Cuáles son esos rasgos que nos hacen diferentes, casi únicos en el mundo y, sin duda, en el universo? Si desmenuzamos la madeja hallamos muchos hilos diferenciadores.
Todas las sociedades humanas tienen rasgos comunes, simples. Somos semejantes en las generalidades y diferentes en las particularidades.
Comitán, como cualquier pueblo del mundo tiene singularidades. Son muchas ramas las que hacen único a este enormísimo árbol. ¿Cuáles son esas diferencias? ¡Muchas! Tenemos rasgos auténticos en la gastronomía, en la arquitectura, en las costumbres, en los festejos, en el modo de hablar, en la música, y en muchas otras ramas. Pero, sin duda, son las personas las que han logrado este prodigio. Somos los hombres y mujeres quienes hacemos las sociedades. Son los hombres y las mujeres quienes conviven en sociedad y construyen arquetipos únicos.
Permitan, entonces, que comparta con ustedes un retablo de nombres que aluden a este enormísimo árbol, a esos gajos prodigiosos que nos otorgan identidad. Deseo dejar constancia que cada comiteco de buena cepa está incluido en este grandioso árbol, pero acá privilegio nombres de aquellos que, por una u otra razón, sobresalen en el podio de honor. Muchos, tal vez, pensarán que puede ser práctica inoficiosa repetir nombres que son conocidos de sobra. Bueno, cuando gentilmente me invitaron a compartir esta charla, pensé que el objetivo del encuentro es el de reflexionar acerca de los cuatrocientos noventa años de Comitán y recordar algunos personajes que han aportado, en su momento, ese cordel de luz que nos sigue iluminando.
Hablemos entonces de lo bueno. Digamos que el lema del ya próximo ex presidente de la república sí tiene sustento en esta historia: Lo bueno también cuenta. Contemos lo bueno, de los tiempos más recientes.
Digamos que hay dos figuras esenciales en el desarrollo político e intelectual de nuestro pueblo. Los comitecos hemos crecido bajo el amparo de estas dos figuras: Belisario Domínguez y Rosario Castellanos. Ambos personajes nos otorgan identidad cultural. El lado político de tío Belis (como le decimos coloquialmente acá) es muy conocido y sobre usado por los políticos, por ello, en este momento histórico para Comitán, debemos reflexionar en el lado humanitario del doctor Domínguez. Los tiempos actuales están escasos de héroes. No esperamos de acá en adelante hechos relevantes y heroicos. ¡No! La esperanza de México y de nuestro Comitán es más modesta, pero más efectiva. Belisario Domínguez realizó una labor humanitaria excepcional. Hay biógrafos que refieren que el doctor brindaba una atención especial a los menesterosos. Es digno de considerar, entonces, que un médico que estudió en París extendía la mano generosa a la gente pobre de su Comitán.
¿Qué rescatar de Rosario Castellanos que no se haya dicho en todo el mundo? A nosotros, los comitecos, nos corresponde privilegiar la capacidad de apropiarse del entorno y volcarlo luego en sus obras literarias. Los grandes de la literatura siempre han dicho que la obra mayor se logra cuando un creador convierte lo local ¡en universal! Esto fue lo que Rosario hizo. Si abrimos la novela “Balún-Canán” hallamos el Comitán de su infancia y adolescencia, el Comitán de los grandes dueños de haciendas enfrentados a la nueva disposición gubernamental del reparto de tierras. Los grandes terratenientes tiemblan, están a punto de perder sus fincas y con esto perder sus privilegios. ¿Cómo es posible que los indios terminen siendo dueños de una tierra que, por siglos, después del despojo, pertenecieron a sus familias, familias de abolengo?
Rescatamos, entonces, la capacidad de Rosario para pepenar las miradas y las actitudes de sus familiares y de los comitecos que llegaban a su casa. El mundo de los mayores lo traspasó a sus códigos de niña inteligente. Todos los objetos y las calles y las plazas y los templos y los silencios y bullas de Comitán las conservó para siempre. Ya dije que los grandes escritores siempre hablan de sus pueblos y universalizan tal conocimiento en sus obras. Pongo sólo dos ejemplos internacionales, el primero, el colombiano Gabriel García Márquez, y el segundo, el norteamericano William Faulkner. Ambos realizaron una obra monumental y, con su genialidad, hablaron de sus pueblos: Gabo habló de Aracata, pueblo de Colombia; y Faulkner habló de Yoknapatawpha, pueblo del sur de Estados Unidos. ¿Necesitaron algo más para alcanzar la gloria mundial? No. Bueno, por supuesto, estuvo presente el genio, el genio de los grandes, pero es digno de mención, para la reflexión que hoy hacemos, que Rosario, de igual manera, habló de esta tierra, de su Comitán, de nuestro Comitán. Nuestra escritora hizo universal lo local.
Comencé diciendo que hoy están ausentes los grandes actos heroicos. Hoy, la patria está en un periodo de confusión. Todo mundo voltea hacia otras partes y deja de sentirse orgulloso por lo propio. En esta celebración deseé presentar sólo el lado humanista de Belisario Domínguez y la capacidad de identidad literaria de Rosario, para decir que los comitecos debemos regresar al camino de humildad y sencillez de los comitecos de antaño y al camino del orgullo de haber nacido y crecido en esta tierra.
Cierro mi participación compartiendo con ustedes esta reflexión: Celebramos los cuatrocientos noventa años de la fundación de nuestro pueblo reconociendo que Comitán es único por la preservación de los elementos que conforman nuestra identidad. Los amigos que hoy participan en este acto no harán otra cosa que lo que yo he hecho, hablar de los rasgos culturales de nuestro pueblo, los actos que nos dan sentido y que hacen que Comitán sea eterno.
Nosotros igual que Rosario estamos obligados a hacer universal lo local; estamos obligados a preservar nuestro legado de identidad cultural. No sólo a preservarlo, también debemos fortalecerlo. En tanto nuestra identidad se mantenga, Comitán vivirá la gloria que le corresponde.
Muchas gracias.