martes, 18 de diciembre de 2018

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE UN LETRERO EN TURNO



Querida Mariana: Este letrero está en un aparador de la Farmacia Luz, que en Comitán todo mundo conoce como la Farmacia de Cirito, porque su propietario, desde hace muchos años, es don Cirito López, quien la compró a su dueña original: Luz Ortiz.
El anuncio es histórico, porque es del tiempo en que las farmacias de Comitán llevaban un rol de servicio nocturno. Para la atención de urgencias de medicamentos, una farmacia estaba de turno, esto significaba que, mientras las demás farmacias laboraban con horario normal, la de turno atendía veinticuatro horas al día, con lo que los comitecos que necesitaban un medicamento en la madrugada buscaban la farmacia en turno y se dirigían a ella.
En los años setenta se acostumbró colocar una pizarra en el pasillo exterior del palacio municipal en donde escribían el nombre de la farmacia en turno. Este anuncio ya es de tiempos más recientes, porque es un anuncio luminoso. Cuando la farmacia de Cirito estaba de turno, el conocido farmacéutico prendía el anuncio para enterar a todo el pueblo, que durante esos días estaría atendiendo a los afligidos clientes las veinticuatro horas del día.
El otro día pasé por ahí y Maribel dijo que le tomara una fotografía, que era un elemento histórico, porque ese rol ya no se acostumbra. En la actualidad, muchas farmacias dan servicio todo el día y, algunas, tienen servicio a domicilio. Basta que una persona solicite las medicinas por teléfono para que, tiempo después, un motociclista lleve el pedido hasta la dirección proporcionada.
Maribel dijo que lo mismo sucede con las pizzas, con los tacos al pastor, con las hamburguesas y con las botellas de licor. Una de las innovaciones de estos tiempos son los servicios a domicilio. Bueno, con decir que ya no hay necesidad de ir a las tortillerías; no hay necesidad porque ahora existen motociclistas que distribuyen las tortillas de casa en casa.
La traviesa de Maribel (la conocés) dijo que el letrero bien pudo servir para otros locales, y rio como vos sabés que lo hace cuando hace alguna leperada. Dijo que no fuera mal pensado, que pudo colocarse en un confesionario, por ejemplo, y describió cómo cuando alguien entrara al templo de San Sebastián podría ver el letrero encendido y así sabría que podía hincarse frente al sacerdote y soltar la retahíla de pecados. Bueno, dije yo, también podía estar en una vinatería, para que los bolos sepan que ahí hay venta de trago durante las noches y durante las madrugadas. Maribel rio, dijo: Vos querés que yo diga el lugar que estás pensando, pero no lo diré.
Sí, querida mía, el letrero luminoso podría estar en muchos lugares: en una taquería que da servicio nocturno o en una talachería, de esas que hay en carreteras llenas de polvo.
Cuando llegamos al parque de San Sebastián, después de pasar por las talabarterías, con su inconfundible olor a piel curtida, Maribel dijo que su mamá siempre había tenido (sin tenerlo) un anuncio luminoso en su corazón, porque había sido mamá de tiempo completo. Jamás apagó su letrerito. Y cuando nos sentamos en una banca del parque y, mientras ella comía una paleta de chimbo y buscábamos las ardillas en las frondas de los pájaros, dijo que el letrero también pudo estar prendido en la resbaladilla del patio que había en casa de los tíos Armando y Nube, porque, cuando nos quedábamos a dormir ahí, a veces, Maribel me despertaba y decía que fuéramos a jugar, y nos poníamos las pantuflas y tomábamos una chamarra y, sin hacer mucho ruido, corríamos el cerrojo de la puerta y salíamos al patio que estaba iluminado con esa luz de plata diluida que provoca la luna y, agarrándonos de los tubos laterales, subíamos a lo alto de la resbaladilla y ahí soltábamos nuestros cuerpos. Nos resbalábamos levantando los brazos. Lo que nos habíamos prohibido era reír en voz alta o emitir grititos. Jugábamos como si fuéramos mudos. Cuando ya habíamos entrado en calor, regresábamos, sudados, felices, a la recámara.
Sí, pensé, la resbaladilla de la casa de los tíos, bien podía tener el letrero de “En turno”, porque estaba en servicio todo el tiempo, sin importar la lluvia, el frío o el ardiente sol. Era un objeto que podíamos emplear las veinticuatro horas. Por esto, el tío Armando decía que prefería los chunches que no usaban energía eléctrica, porque decía: si la luz se va, el refrigerador, la televisión y la radio se mueren. La resbaladilla siempre estaba en turno, igual que los carritos, que el balón de fútbol, que las muñecas de Maribel y que nuestros juegos que jugábamos cuando ella se pasaba a mi cama.
Posdata: Y cuando se iba la luz, preguntó Maribel, ¿cómo la gente sabía que la farmacia de Cirito estaba de turno? Yo, como juego, dije que él amarraba una lámpara de mano en un poste dirigida hacia el letrero. Maribel rio, dijo que la luz era como de mushcac. Cuando vi que iba a preguntar qué hacía Cirito a la hora que la lámpara agotaba las baterías, le dije a Maribel que ya se nos había hecho tarde. Nos paramos y corrimos a subirnos al camión urbano que nos dejaría en el centro de Comitán.