jueves, 6 de marzo de 2008

LOS CIELOS QUE NO IMAGINAMOS

¿Qué sucede con los paisanos que debieron dejar su tierra para ir a los Estados Unidos? A veces leo sus mensajes (en periódicos y páginas electrónicas) o escucho sus voces (en programas de radio) y los oigo titubeantes. Por un lado existe en ellos una especie de orgullo, pero por otro lado dejan entrever una cierta niebla. Existe el orgullo de estar en un país poderoso, ganan dólares, se desenvuelven (mal que bien) en una cultura ajena siempre dada a la discriminación. ¡Son sobrevivientes orgullosos de una especie de diáspora económica! Su voz (escrita o hablada) difunde ese orgullo. Pero, a la vez, existe una densa melancolía propiciada por un virus inmanente que se llama ¡Desarraigo! Saben que algo les falta, algo dejaron en el camino. Es como si se aventaran en el abismo porque no les queda de otra, no porque hayan querido abandonar sus cielos. Es una pena que este país sea un país que propicie el desarraigo, es una pena escuchar a Felipe Calderón exigir a los Estados Unidos den un buen trato a los millones de desarraigados. Es una pena porque el ideal sería que el país ofreciera las condiciones suficientes y dignas de trabajo a cada uno de los mexicanos.
El desarraigo es como una prisión. Los que están lejos de su tierra y añoran a la misma, se mueven como canarios adentro de una jaula. Las tardes de fines de semana se reúnen y toman cerveza y cantan los cantos de su tierra. Ven los rascacielos de esos cielos y añoran el patio húmedo de la casa donde nacieron y crecieron.
Muchos se convierten en hombres exitosos en los Estados Unidos. Se incorporan (mal que bien) a la cultura anglosajona. A veces los veo en los noticiarios de la televisión, se les muestra como ejemplos de "hombres hechos a sí mismos", pero hay algo en sus ojos que demuestra que ese éxito no se corresponde a una plenitud de vida, de deseo. Hay siempre una basurita que impide ver el horizonte de manera total. Esa basurita es la idea de que si el país de nacimiento les hubiera brindado la misma oportunidad de desarrollo ¡jamás hubieran optado por el desarraigo!
A veces su conciencia les reclama "¡Qué haces acá!", y ellos, por más justificantes que argüyen, no logran responder a cabalidad.
El desarraigo no tiene que ver con mutilaciones físicas, y sin embargo, el desarraigado camina como si algo le hiciera falta para siempre.