Sólo para compartir. Trascribo el texto que leí anoche, en el Teatro de la Ciudad, en la presentación del libro de Óscar Bonifaz. Lo que no puedo hacer es trasmitir la emoción de escuchar la marimba de Límbano Vidal, ni el viento suave que cubrió a más de doscientas personas que acudieron a la cita. Don Límbano toca como si mil mariposas apenas rozaran el teclado de la marimba. En fin, como no hay palabras, sólo trascribo mis palabras. Buenas noches:
Con frecuencia escucho decir que las presentaciones de libros son aburridas. Esta creencia se ha repetido tantas veces que ya la pensamos verdadera. Hemos sido un poco ciegos al no advertir el manantial de agua limpia que brota cada vez que asistimos a la presentación de un libro.
¿Saben qué hemos olvidado? ¡El prodigio de la palabra! El acto milenario de contar y escuchar una historia lo hemos convertido en algo trivial.
Tal vez sea bueno recordar que presentar un libro es como prender una fogata y reunirse en torno de ella; tal vez sea bueno decir que presentar un libro es como mirar el cielo y esperar que asome el primer deslumbre. Asistir a la presentación de un libro es reconocer que en el principio fue El Verbo, y reconocer que los hombres estamos hechos de palabras y que éstas son hilos de luz con que bordamos nuestros cielos. ¡Somos la palabra! Por esto, nos negamos a nosotros mismos cuando decimos que la palabra es aburrida. Al creer esto cancelamos nuestra vocación de hombres, nuestro destino de vuelo.
Hoy estamos reunidos en torno a una fogata, y la palabra de Óscar Bonifaz es la brasa, ¡el fuego! En Óscar Bonifaz reconocemos la pasión, el talento y la disciplina por el arte de la escritura. Así, en homenaje a su afán terco y sostenido, sus lectores no nos cansamos de leerlo, de presentar sus libros, de hablar de ellos.
Imaginemos que no estamos acá; imaginemos que otras cuerdas enredan nuestros cuerpos y nuestros espíritus en este momento. Hagamos de cuenta que estamos frente al televisor y preferimos el chiste fácil que nos provoca la imagen. Hagamos de cuenta que vivimos otra vida, una que está alejada de libros, los que, según repiten los ignorantes, sólo provocan hastío y aburrición. Pregunto: ¿Pueden imaginar una vida en donde la palabra no tenga el soporte maravilloso que es el libro? ¿Pueden imaginar un Comitán sin los libros de Óscar, de Marirrós, de Rosario o los de Armando Alfonzo? Sin estos libros ¿en dónde quedarían la reflexión, el debate y la sabrosa costumbre de contar y escuchar historias? ¿En dónde, en suma, el rebozo para acunar nuestras realidades y nuestros sueños?
Hoy abuso de la generosidad de ustedes, no hablo en específico del contenido del libro que se presenta; hoy no hago el intento de un análisis socio-ideológico de la obra. Hoy tomo un simple hilo y quiero reflexionar junto a ustedes en la importancia de sembrar nuevos paradigmas: ¡Las presentaciones de libros son caminos hacia la luz! ¡La lectura de libros es la luz misma! Con los libros nos alumbramos, nos damos vida.
¿Por qué no hablo del contenido de este libro? Porque estoy seguro que pronto tendrán este libro en las manos y lo leerán con atención. Ahí hallarán los comentarios que cuatro talentosos comitecos escribieron acerca de esta obra. Lo que yo dijera acá acerca de esta narración no aportaría nada a lo que ya dijeron Lourdes de La Vega y Xavier González, editores generosos de la primera edición. Lo que yo balbuceara no aportaría nada más a lo que ya dijo Luis Armando Suárez Argüello, editor de la segunda edición. Luis Armando, lector experto, resalta los valores formales de esta obra. ¿Qué agregar cuando ya Julio César Avendaño Tovar, en el texto de presentación de esta segunda edición, remarca los valores sociales de esta narración? A la hora que tengan frente a sus ojos este libro leerán las palabras inteligentes de estos inteligentes paisanos. Por esto, tal vez sólo deba agregar que la obra de Óscar Bonifaz siempre convoca el talento de este pueblo. Esta noche, una vez más, los comitecos nos hemos puesto de acuerdo para decirle a Óscar Bonifaz que él es la excepción a la regla y lo reconocemos con la luz del profeta que siembra en su tierra.
Nunca será aburrido leer la obra de Óscar Bonifaz, nunca será aburrido reunirse alrededor de sus libros para sentir el calor de su emoción y para cobijarse en la bendición de sus palabras.
Hace rato les propuse que imagináramos que no estábamos acá. Por fortuna, sí estamos en este espacio y en esta hora. La prueba está en que si meten las manos en sus bolsillos hallarán las espigas que recolectaron esta noche, hallarán el aleteo de la luz que ya anidó en su corazón.
Muchas gracias.