domingo, 28 de febrero de 2010
sábado, 27 de febrero de 2010
¿POR QUÉ ESTAMOS COMO ESTAMOS?
Jorge Martínez, en la introducción de este libro, dice: "Hace unos cuantos años, el Instituto Internacional de Aprendizaje para la Reconciliación Social (IIARS) organizó en Guatemala una exposición histórico-cultural que tuvo mucho éxito de público y de crítica. Llevaba por título: "¿Por qué estamos como estamos?", y analizaba, desde diferentes perspectivas, cada uno de los periodos de la historia guatemalteca, desde antes de la conquista hasta nuestros días. Su objetivo era generar debates que permitieran clarificar un poco la compleja realidad que vive actualmente este país centroamericano.
"La finalidad de este (libro) es también provocar debate sobre nuestro pasado, para poder clarificarnos un poco más sobre nuestra realidad presente".
El libro "El Cristianismo y las culturas indígenas. Del intento de acabar con ellas al milagro de su resurrección" se presentará el viernes 5 de marzo.
La Universidad Mariano N. Ruiz y el Centro Cultural Rosario Castellanos se unen para la presentación de este libro. La cita es a la siete de la noche, en el auditorio del Centro Cultural Rosario Castellanos, de la ciudad de Comitán, Chiapas.
viernes, 26 de febrero de 2010
INSTRUCCIONES PARA NO MOVERSE
1.- Imaginar que el corazón es un reloj con maquinaria de engranes. Evitar a las mujeres que les encanta dar “cuerda”.
2.- Sobre los omóplatos, pegarse con resistol alas de mariposa o de ángel y dejarse llevar por cualquier corriente de aire.
3.- Aprender a respirar como si uno fuera un sillón, jamás sentirse mecedora.
4.- Mandar a Galileo por las tortillas para que sea él quien diga aquello de que: “y sin embargo se mueve”.
5.- Creerse un Jesús cualquiera para que sean los niños los que acudan a vos.
6.- Ser agua y solicitar trabajo de “llenador” de fuentes que están en el medio de los patios de asilos de pueblos olvidados.
7.- Jamás casarse con una puerta, siempre elegir a las ventanas fijas de los terceros pisos.
8.- Si te toca ser órgano de un cuerpo humano, elegir ser pene de un viejo de ochenta años.
9.- Nunca ser llave mezcladora, preferir ser llave de globo de tubería oxidada.
10.- En un baile no ser el primero ni el segundo pasos, sino la pausa entre uno y otro.
11.- Siempre ser la llanta de refacción sin aire.
12.- El único juego permitido es el de “los encantados”.
13.- Entre la piedra y la nube, elegir siempre ser piedra; y entre piedra de río o de montaña elegir la del fondo de río (a la de montaña le encanta jugar a la avalancha).
14.- Preferir, entre todas las cosas, ser el punto y aparte de un discurso político.
15.- Nunca ser Canal de Chalco ni Cañón del Sumidero porque ellos se mueven de más.
16.- Ser refrigerador de la casa del hombre más miserable del pueblo más miserable de Chiapas (hay miles, miles, miles).
17.- Ser una semilla podrida o rama de ahuehuete de cien años.
18.- Convertirse en pájaro con las patas quebradas, o en pata casada con pato que tiene el pájaro quebrado.
19.- Si hay necesidad de ser cubierto elegir ser un tenedor con una sola aguja o un cuchillo con la sierra averiada.
20.- En una curva no ser fuerza centrípeta ni fuerza centrífuga; no ser fuerza de algo ni ser centro. A lo más ser “peta”.
21.- A la hora de crear un universo no pretender ser “Big” ni “Bang”; ser simplemente la Nada.
22.- En una cabina de radio transformarse en un radio de bulbos o en un disco de treinta y tres revoluciones.
23.- De todos los dioses habidos y por haber elegir ser el que nunca se aparece cuando un temblor sí hace su aparición.
24.- Ser Cónsul honorario de un país llamado Babia.
25.- En un cuarto oscuro, siempre elegir ser un rollo velado, y
26.- Tener pesadillas todas las noches y soñar con que uno es el eslabón perdido del “Movimiento Perpetuo”.
jueves, 25 de febrero de 2010
EN LA REFUNDACIÓN
El PRI de Chiapas reeditó la obra "Una lámpara llamada Rosario". El librincillo en cuestión es la biografía de Rosario Castellanos, escrita por Óscar Bonifaz.
Bonifaz, además de haber sido cuate de Rosario, ha dedicado parte de su vida al estudio de la obra literaria de la famosa Chayo. Por esto, el libro es un documento de valía. Así lo consideró la actual dirigencia del partido político y editó 6 mil ejemplares que serán repartidos en el estado de Chiapas.
Es bueno que un partido político ponga atención al desarrollo intelectual. Por desgracia, el librincillo en cuestión tiene varios "gazapos" que demeritan el noble intento.
El libro "Una lámpara llamada Rosario" fue traducido al inglés. El libro traducido es una obra pulcra, cuidada (como seña inequívoca del "modo de ser" de los norteamericanos). Acá, por desgracia, en esta nueva reedición, a los impresores se les "ocurrió" colocar en portada, junto al nombre del libro, el aclarativo de "Poemario de Rosario Castellanos", cuando ahí debió ir el nombre del autor de la obra, porque el texto no es un poemario sino una biografía de Rosario.
En las páginas interiores viene transcrito el poema "Recado a Rosario Castellanos", de Jaime Sabines. En el primer verso existe un error de dedo que cambia todo el sentido. Dice: "Sólo una tonta podía dedicar su vida a la sociedad y al amor...", cuando el original dice: "Sólo una tonta podía dedicar su vida a la soledad y al amor". ¡Gran diferencia! Tal vez, en ánimo de encontrarle el lado amable, el encargado de trasnscribir el verso recordó las palabras de Unamuno: "La Soledad nos une tanto cuanto la sociedad nos separa" y ahí confundió la sociedad con la soledad.
En fin. Cuando menos se agradece el gesto humanitario de un grupo político que entrega en las manos de la gente "una lámpara" salida de la creatividad de "un fogón" llamado Óscar Bonifaz.
(Foto tomada del Diario de Chiapas).
miércoles, 24 de febrero de 2010
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LA MIRADA ES OBLICUA
Querida Mariana, Ramiro cumplió años el pasado quince de febrero. Dice que cumplió cuarenta y cinco porque es la edad que representa. Tal vez Ramiro tiene razón, porque no somos más que actores en esta película llamada vida.
Cada uno de los mortales debe “representar” una cierta edad. Los solemnes exigen que cada uno represente la edad que dice tener; es decir, alguien de cincuenta y cuatro años debe constreñirse al guión previamente establecido: los de “cincuenta y más” deben ser serios, correctos y exitosos.
Los guiones sociales sancionan a los jóvenes de quince que no sonríen; los serios (ya se dijo) deben ser los de cincuenta. Un viejo de cincuenta que echa desmadre ¡no cabe en los esquemas!
Ramiro tiene unos “añicos” de más, pero él se empecina en vivir los cuarenta y cinco que “representa”. Pero lo más interesante en él es que no acepta ninguno de los guiones escritos por otros. Desde siempre (al menos desde que yo lo conozco), él ha escrito sus propios renglones, algunos derechos, otros medio torcidos, pero todos, ¡todos!, inéditos y llenos de ese aire que se llama libertad.
Creo, Mariana, que la puesta de escena de la vida tiene que ver más con las actitudes que con las edades. Un escritor inteligente sabe que la literatura aparece cuando un personaje se sale del común denominador. El personaje que realiza actos inesperados es el que conmueve a los lectores; el que modela el mundo; el que lo hace más amable y digno de vivirse.
Yo no sé vos, pero a mí me gustan esos viejos que a los ochenta, en lugar de estar botados viendo la tele o quejándose de sus huesos, andan en los salones de baile reventándose un danzón al lado de una muchacha; los que se mueren en la raya, pero en la raya de la vida.
Porque quienes son expertos en scripts solemnes dicen que los viejos no deben ser rabos verdes. El guión que escriben los “correctos” dice que un viejo debe ser un “anciano lleno de sabiduría”; es decir, un tronco casi inerte. Lo cierto es que los ancianos más hermosos son los dedos azules, las tenazas rojas y los rabos verdes.
La vida, por fortuna, es más interesante que el aburrido texto “oficial”. Hay hombres y mujeres que a los sesenta o setenta años de edad deciden, un buen día, comenzar a descubrir el mundo. Caminan como si volaran y suben cimas sólo para respirar otros cielos y besar otros aires.
Ramiro no es un viejo; al contrario. Él es más o menos de mi generación, así que ya podés tener una idea de cuantos años tiene. Pero, asimismo, podés darte una idea de cómo es en realidad si reitero que el quince celebró cuarenta y cinco porque esos son los años que “representa”. Estoy seguro que su puesta en escena ha sido una obra llena de vida, de luz, con ciertos matices oscuros que le han dejado esas dunas callosas sobre su piel.
Benditos los hombres y mujeres que aceptan representar cualquier personaje, de cualquier edad, pero que no aceptan diálogos preestablecidos. Son maravillosos esos parlamentos que permiten las torceduras. Son de antología esas puestas en escena donde los actores se alejan del guión y comienzan a improvisar como si fueran ríos desmadrados. Inundar otras riveras es la principal razón de la vida. A veces echamos a perder cultivos, pero otras veces damos vida a terrenos estériles.
P.D. Algún día conocerás a Ramiro. Él es comiteco, pero actualmente radica en otras playas (¡no se la pasa mal!). Cuando él venga a Comitán te lo presentaré. Iremos a Los Lagos y, una hora antes que el sol se oculte, verás que él se quita el pantalón y entra al agua de Tzizcao sólo para nadar un rato de “a muertito”. Se colocará como cruz sobre el agua tranquila y si de pronto mirás que algo como un periscopio asoma en la lejanía, recordarás que él no usa traje de baño. Porque Ramiro siempre ha sido un hombre dispuesto a recibir el viento y el sol sin más traje que la dignidad de su personaje representado. Ramiro ha sido ola de mar y nunca espuma.
martes, 23 de febrero de 2010
ANTES DE QUE EL SOL SE META
A veces recorro el pueblo como si recorriera mi vida; como si cada ladrillo fuera un pliegue de mi cuerpo o un trozo de mi espíritu. Las puertas son como pozos de luz y los tejados no son más que la cuna donde juegan los pájaros niños.
A veces salgo a caminar por las calles de mi pueblo como si ellas fueran las venas por donde mi sangre se atropella. Cada balcón y cada piedra me catapultan hacia lo que soy, lo que he sido.
Es difícil explicar, porque la infinitud del universo no admite límites y las palabras, oh, qué pena, no tienen más para donde hacerse. La palabra (lo saben los escritores de todos los tiempos) está sujeta a un corsé que le impide moverse fuera de ese cuerpo. La palabra no puede ser agua desbocada. Por esto, cuando camino juego a que no tengo el don de la palabra. Me muerdo la lengua y sólo disfruto los sentidos del tacto, del olfato, del oído y de la vista. Es apasionante saberse mudo. Camino y paso mis dedos sobre las paredes rugosas; camino y escucho los sonidos que salen de la talabartería o de la fonda donde un señor panzón corta cebolla sobre una tabla de madera; camino y escucho los sonidos que ahora pueblan este pueblo: los ruidos de las maquinitas o las bocinas de la tienda de ropa que anuncian un descuento del veinte por ciento en todas las compras; camino y luego me paro para ver los niños que juegan sobre las esculturas de piedra que están en el parque. Camino y con la vista y con el alma recorro el pueblo como si recorriera cada tramo de mi vida.
lunes, 22 de febrero de 2010
EN TODOS LOS PUEBLOS DEL MUNDO
En todos los pueblos del mundo siempre hay alguien que en una plática suelta: “Como dijo fulano de tal” y repite lo que dijo el inmortal fulano. Un día, Armando, en la cantina “La Granja”, soltó: “Como dijo El Padrino: Es difícil, pero no imposible”, y Raymundo preguntó: “¿El padrino de quién?”. “El padrino de nadie, pendejo -gritó Jorge-. El padrino de todos: Corleone”.
En Comitán se recuerda a cada rato al padre Nati, quien fue un cura alegre, bebedor y mal hablado; un buena onda, pues. Cuentan que en una ocasión una mujer se acercó a preguntarle si habría misa al día siguiente y él respondió: “A güevo, hija, a güevo”; es decir, ¡por supuesto! Así que cuando algo es a fuerza los comitecos dicen: “Como dijo el Padre Nati”, y medio mundo entiende de qué se trata. Cuando esto no es así, se completa: “Como dijo el padre Nati: ¡A huevo!”.
Mucha gente repite aquello de: “Como dijo el Quijote: Ladran Sancho, señal que cabalgamos”. Ya los estudiosos se han encargado de explicarnos que esta cita no aparece en las hojas del famoso libro. Por esto, más vale hacer caso a lo más cercano, a lo que está a la vuelta de la esquina.
El otro día, mi amigo Paco Domínguez me escribió desde Arriaga y me contó que allá vivió un español que se llamó Eudemio Soberón. A don Eu todo mundo de la Costa lo conoció como “El Meño” y se volvió famoso porque, aparte de que en su bar servía “piguas” de botana, cerraba a las cinco de la tarde sin excusa. Si algún parroquiano (bolo, pues) insistía en quedarse, “El Meño” le decía: “¡A chingar a su madre!”. Desde entonces (Paco cuenta) se quedó el dicho: “Como dijo El Meño”, y casi todos saben el significado.
En el grupo familiar siempre hay un compa que sale con la frase: “Como decía mamá” o “Como decía el abuelo”. Estamos hechos de esas pequeñas herencias lingüísticas. Son como cerillos que prendemos cuando aparece la penumbra o cuando, sólo por diversión, queremos quemar cohetes y triques.
El pueblo no hace caso de las citas famosas que vomitan los políticos. El hombre de a pie no se detiene cuando el licenciado fulano de tal, trepado en la tribuna, suelta citas célebres de Colosio o de Juárez (aún cuando están colocados en las antípodas, los políticos los revuelven). El pueblo, ante los discursos vacíos de la clase política dice: “Como dijo Luis Echeverría: ni nos beneficia, ni nos perjudica, sino todo lo contrario”, y sigue dándole al trabajo.
El pueblo bebe de la fuente cotidiana: “Como dijo fulano de tal”, porque estos dichos son los asideros que tenemos para no caer. Cada vez que recordamos un dicho de esos, nos “recordamos”; “nos decimos” que nuestros actos están hechos de palabras.
Alfonso es muy religioso y cita frases de Jesús como si hubiera vivido en la casa de él. “Como dijo Jesús: Dejad que las niñas vengan a mí”, menciona a cada rato y sonríe. Ya Eusebio me platicó el otro día que la cita tiene su torcedura. Yo no le encuentro la torcedura, porque soy muy respetuoso de lo que dicen que dijo Jesús y respetuoso de lo que Alfonso dice, aunque tal vez también esto sea como esas citas de El Quijote y al final resulte que no lo dijo Jesús.
Cuando María y Alicia están juntas, platicando, con sus rodillas rozándose y con un aire de misterio barnizándoles la piel, Alfonso saca otra cita y, en voz baja, comenta: “Como dijo Jesús: Amaos, las unas a las otras”. Y Eusebio se acerca y me dice que eso tampoco es exacto, pero que Alfonso todo lo hace a su conveniencia. Yo no sé. Sólo sé que si a alguien lo están jodiendo de más debe decir: “Como dijo El Meño”, y seguir tranquilo su camino.
domingo, 21 de febrero de 2010
sábado, 20 de febrero de 2010
LAS EXTRAVIADAS
Las veía a cada rato, un día desaparecieron. Muy poca gente las extraña, pero, de vez en vez, sobre todo en horas de nostalgia, ¡aparecen!
¿Qué pasó con las monedas de diez y de veinte centavos?
De niños "los veintes" nos servían para todo. Uno esperaba con ilusión el fin de semana para que el papá nos diera "nuestro domingo". El papá metía la mano en el pantalón, sacaba un puño de monedas y de ahí elegía un "maravilloso veinte", redondo y grande como el sol del mediodía. Ah, qué maravilla. Los niños íbamos al parque por las tardes, comprábamos dulces, y como dice Romeo Ventura, todavía nos quedaba un "vueltecito". Ahora, en el vueltecito ya no encontramos ni por asomo una moneda de diez. De pronto, sin aviso previo, las monedas de diez y de veinte centavos desaparecieron. En apariencia es una intrascendencia, pero si lo pensamos bien refleja la situación social del país, no sólo en lo económico, sino también en lo histórico cotidiano. Hay algo como un peso mexicano incompleto. Es como si, de pronto, en una progresión matemática se cancelara el dos o el tres. ¿Quién cuenta: uno, cuatro, cinco, seis...? ¡Nadie! Y, sin embargo, los mexicanos de estos tiempos hacemos cuentas de manera semejante.
Los niños de hoy, ¿qué reciben de domingo? ¡Pesos! ¡Cincuenta, cien! ¡Qué sé yo! Por esto ahora los niños son como más soberbios, como más "alzaditos", dijéramos en Comitán. Es lógico de entender, les hace falta la moneda de diez, la de veinte.
Un día se extraviaron. Ahora, lo menos, lo menos, es un peso. Pero está tan devaluado que ya ni los limosneros quieren aceptarlo. Como que cada vez más los mexicanos nos acostumbramos a "querer" más. El limosnero de la cuadra me mira con cara de encabronado si no le doy "cuando menos" una moneda de cinco. Desde hace varios meses ya no le doy ni madres. Dicen que lo que hace la mano derecha no debe saberlo la izquierda y que debemos dar de corazón, pero este compa limosnero me provoca desazón, así que ahora prefiero ir al parque, jugar "línea" con los boleros y perder con ellos los pocos pesos que siempre había destinado para los pinches limosneros. ¡Que sigan con sus manos extendidas, yo prefiero ahora lanzar mis pesos e imaginar que el suelo del parque es como la fuente de Trevi!
No los entiendo. Yo crecí con dieces y veintes. Tal vez, por esto, vengo de una generación más humilde, menos pretenciosa.
viernes, 19 de febrero de 2010
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LA VIDA SE RECICLA
Querida Mariana: anoche soñé que reencarnaba en vida. Según el Pancho Pitirijas esto fue lo que le sucedió a Gregorio Samsa cuando se sintió cucaracha. Y parece que, si ponemos atención, a diario constatamos que el fenómeno se da de manera frecuente. Algunas personas no necesitan morir para reencarnar en algún animal. Recuerdo a doña Alicia, la señora que vendía cestos de mimbre en el mercado. Un día, dos o tres años que falleciera, me confió que esa mañana había despertado con “armonía” (vos sabés que en Comitán esto significa amanecer con una cierta ansiedad que no se sabe bien a bien de dónde proviene). Dijo que tenía la idea boba –así lo dijo- de que no era la mujer que había sido desde el primer día que nació, sino que era una paloma. ¡Sí, sí -le dije- yo tengo un afecto que anhela ser paloma! ¡No, no -dijo ella- yo no sueño con ser, yo soy! Ya imaginarás qué pensé, pero cuando la vi caminar como si fuera una paloma de esas que juguetean alrededor de la fuente de las plazas de todo el mundo y la vi mover su cabecita como empujando al viento, ¡le creí!
Creo que el tío Juanelo anda por ese camino, porque a la hora que come cada vez se parece más a un cerdo; y la tía Carmela también debe andar en proceso de reencarnación en vida porque, cuando camina por el parque, para el culito como si fuese una pata zambulléndose en el lago.
Soñé que estaba en una cantina, sentado en una mesa al fondo, al lado de una ventana que daba a un callejón casi oscuro. Era de noche, el ambiente estaba lleno de la música de una rockola, de humo de cigarro y de aromas de jamón ahumado y cebolla que salían de la cocina. El dueño de la cantina tenía un trapo rojo sobre su hombro izquierdo y permanecía atento a lo que sucedía en el salón. Yo había levantado dos veces la mano para llamar al mesero, pero éste me había ignorado porque servía con demasiada atención una mesa donde estaban dos mujeres con playeras blancas escotadas y labios rojos (recuerdo que sus labios eran como los de Angelina Jolie, así que -en lógica dentro de mi sueño- pensé que el mesero hacía bien en no atenderme). Volví a levantar la mano, quería pedir una cerveza bien fría. El mesero me vio y unió los dedos pulgar e índice de su mano derecha en signo de que lo esperara “tantito”. Pero ¿qué tanto es tantito? Hasta en un sueño “tantito” puede ser un tiempo demasiado largo. Por esto, cuando el mesero -¡por fin!- llegó para que le ordenara no salió mi voz. Según yo, gritaba: ¡Quiero una cerveza!, pero el mesero me miraba como si yo fuera un fantasma. En lugar de voz humana vomitaba algo como un pitido. Supe entonces que había reencarnado en vida, ¡era un cenzontle! Te lo juro, Mariana, de mi garganta salían mil cantos y la gente se burlaba, mientras de sus bocas, como si ellas fuesen cervezas, brotaban espumeros. El mesero se largó. Una de las muchachas con escote se levantó, me tomó entre sus manos y, así como se toma un pajarito desolado, me tomó entre sus manos y me besó. ¡Ahí desperté, Marianita! Fue como un pinche cuento de esos en que la princesa besa al sapo, sólo que acá fue al contrario. Dejé de ser un hermoso cenzontle y me encontré convertido “en yo” (así hablaba mi tío Romualdo).
P.D. ¿Sabés qué fue lo peor? Que desperté con sed, con sed de cerveza. Tiene muchos años que no bebo alcohol, así que tuve que “conformarme” con beber un vaso de agua.
VEINTE AÑOS SON UN RÍO CON POCA AGUA
AUGUSTO MOLINARI BERMÚDEZ
Dice el tango que veinte años no es nada. Como el chiste aquel del compa que dijo que su relación matrimonial se le había hecho como un minuto, pero bajo del agua, yo digo que veinte años ha sido toda una ausencia. Hace veinte años falleció mi papá. Como Paco me dijo: cuando tu papá o mamá mueren ya nada es igual. Lo he comprobado y creo que conmigo millones de hijos. Mi papá está conmigo las veinticuatro horas del día, pero, a veces me hace falta abrazarlo y sentir su cercanía; a veces hablo y, como si estuviera dormido, no me responde. Me hace falta a la hora que debo pasar los puentes de la vida o a la hora en que camino solo y no tengo a nadie cerca para compartir la tarde tranquila y hermosa.
Veinte años es la suma de un árbol de viento; es la ventana donde me acodo todas las tardes en espera de ver al viejo que dé vuelta en la esquina y asome su figura pequeña de hombre enorme.
Sé que mi papá tuvo defectos y errores, pero yo no alcanzo a verlos. A él sólo le veo la luz que siempre sobó en mi corazón. Disculpen. Soy un hijo que extraña a su padre que murió hace veinte años. Veinte años es casi el cuarenta por ciento de mi vida. ¡Es mucho! ¡Es el sueño de un niño que, de pronto y sin darse cuenta, se encuentra adolescente!
jueves, 18 de febrero de 2010
PUEBLO COHETERO
Los pueblos de México son pueblos coheteros. ¿Será así en otros pueblos del mundo?
Los estudiosos de las culturas deben conocer la simbología de aventar las varas "para arriba" a fin de que exploten y causen un estruendo.
Hace cuatro o cinco días estaba en el parque central de Comitán, frente al templo de Santo Domingo. Un grupo de "fieles" se preparaba para la entrada de velas y flores en honor de San Caralampio (dentro de dos días es "su día"). Platicaba, a mitad del parque, con dos afectos. La cohetería comenzó. La esposa de mi afecto comenzó a buscar resguardo. Buscamos cobijo debajo de la fronda de un árbol. Las varas siguen el principio físico de que todo lo que sube ¡baja! y caen en el lugar menos pensado. Porque los coheteros no tienen controladores. Ellos acercan la brasa a la mecha y el cohete sube sin seguir ninguna ruta trazada. Así, de igual manera, baja "tatarateando" como Dios le da a entender. Una de las varas cayó muy cerca del lugar donde dos niños jugaban. Pudimos "teorizar" sobre qué hubiera pasado si la vara hubiese caído sobre cualquiera de los dos niños, pero ¡no lo hicimos! Por fortuna, la vara "pasó cerca". Pero no siempre es así. Hay ocasiones en que las varas causan destrozos. La crónica comiteca cuenta que hace muchos años se incendió un edificio que estaba frente al parque. El incendio lo provocó una vara de cohete que cayó sobre el techo que no debió tener losa de concreto, por supuesto.
¿Cuál será la gana de echar los cohetes al vuelo? No sé, ni lo entiendo. Por esto cuando la gente dice, en forma despectiva, que este pueblo es un pueblo cohetero, yo muevo la cabeza y digo que sí, que es un pueblo cohetero, como pueblos coheteros son muchos en este país, por desgracia. A veces voy en la carretera y veo los techos de las casas y las torres y cúpulas de los templos de poblados perdidos en medio del polvo y veo pequeñas nubes que revientan en el cielo, ¡son los cohetes! Ah, pienso, otro pueblo cohetero. Le pido a Dios que las varas caigan en lugares despoblados, así como las cápsulas espaciales caían a mitad del mar, en los años sesentas. Pero no siempre es así, hay registros históricos, por ejemplo, que cuentan que los meteoritos no tienen palabra y a veces caen en lugares poblados y quiebran las cabezas de dos o tres mortales. Cada vez hay más basura espacial. Nosotros, los comitecos y los demás pobladores de este México, contribuimos con nuestro grano de estela y aventamos cohetes por cualquier motivo: en los días de la patria, en los del santo del pueblo, en los cumpleaños del tío, en la llegada del candidato a diputado, en la navidad y en la madre (digo, en el día de la madre).
miércoles, 17 de febrero de 2010
INVITACIÓN
Inscríbete al “Taller de libro de artista”.
Es gratuito.
El Coneculta-Chiapas, a través del Centro Cultural Rosario Castellanos, te invita a formar parte de esta experiencia fascinante.
Ven y elabora una pieza única.
El libro de artista es una obra de arte realizada en parte, o en su totalidad, por un artista plástico; pero basta con que te guste crear.
Su aspecto puede ser de libro, de caja, rollo, cinta o cualquier forma.
Su contenido es igualmente variado: personal, poético, de recuerdo, filosófico, etcétera. Se puede tocar, oler, jugar y manipular; por eso también es llamado libro-objeto.
El taller se realizará el jueves 18 y el viernes 19 de febrero, de 4 de la tarde a 7 de la noche, en el salón de artes plásticas del Centro Cultural.
¡No te lo pierdas!
Necesitamos personas de 12 a 90 años de edad. Si tienen 91 lo pensaremos…
Es gratuito.
El Coneculta-Chiapas, a través del Centro Cultural Rosario Castellanos, te invita a formar parte de esta experiencia fascinante.
Ven y elabora una pieza única.
El libro de artista es una obra de arte realizada en parte, o en su totalidad, por un artista plástico; pero basta con que te guste crear.
Su aspecto puede ser de libro, de caja, rollo, cinta o cualquier forma.
Su contenido es igualmente variado: personal, poético, de recuerdo, filosófico, etcétera. Se puede tocar, oler, jugar y manipular; por eso también es llamado libro-objeto.
El taller se realizará el jueves 18 y el viernes 19 de febrero, de 4 de la tarde a 7 de la noche, en el salón de artes plásticas del Centro Cultural.
¡No te lo pierdas!
Necesitamos personas de 12 a 90 años de edad. Si tienen 91 lo pensaremos…
INSTRUCCIONES PARA SER ESCRITOR DE ARENILLAS
1.- Ser un snob o, cuando menos, poner la cara. Al día siguiente de la noticia del Premio Nobel de Literatura, escribir una cita del libro más reciente del autor, para dar la impresión de ser un experto.
2.- No quebrarse la cabeza buscando los grandes temas. Al contrario, escribir acerca del colibrí; de la tierra; del lodo; de la vez aquella en que doña Pancha olvidó llenar la bañera y se bañó “en seco”; o de cuando doña Brígida confundió a San Antonio con San Juan Diego y colocó a éste de cabeza (y así sigue).
3.- Ser monotemático. Como si la escritura fuera un simple rompecabezas modelar cientos de piezas para que, al final, aparezca el cuadro que sintetice la vida.
4.- No formar parte de mafias literarias. Desconocer movimientos como La Espiga Amotinada o como El Crack (que suena como a ruptura de hueso).
5.- Tener a la imaginación como Diosa Suprema; venerarla y reverenciarla las veinticuatro horas del día.
6.- Seguir la recomendación de los antiguos: ¡comer de manera frugal! (esto quiere decir que no hay que comer cochito, ni tasajo con pepita, ni llenarse la panza con diez caguamas). Las panzas llenas tienen “el corazón contento”, pero la mente vacía.
7.- Sentirse orgulloso por permanecer inédito y tener la suficiente dignidad para no arrastrarse ante sus “augustas majestades” de Coneculta Chiapas mendigando una limosna editorial.
8.- Comprar en la tienda de doña Mariana un chunche para inflar nubes y no para inflar egos. Las nubes siempre provocan lluvias y, de vez en vez, producen truenos y rayos.
9.- Leer con humildad a los demás compas escritores chiapanecos y reconocer a los escritores talentosos y, asimismo, reconocer a los farsantes para botarlos al basurero.
10.- Jamás ir -todas las tardes- al café de la Casa de la Cultura, en Comitán. Quedarse en casa a escribir. Recordar que la principal misión de un escritor es, precisamente, ¡escribir!
11.- Estar atento a las críticas de los lectores, sin olvidar que uno no es “monedita de oro”.
12.- Si por ahí asoma un afecto que alaba los textos no sentirse agua bendita ni esponjarse como “guajolote”.
13.- Reconocer que Laco Zepeda “escribió” muy buenos cuentos (tiempo pasado).
14.- Reconocer que Efraín Bartolomé “escribió” excelentes poemas y sigue haciéndolo (tiempo presente y futuro).
15.- Leer la poesía de Evo Livo, porque Angélica lo sugiere (lo escribo como me sonó, pero ya busqué en el Internet y el tipo debe ser alguien que se llama Olavo Bilac); y leer más a Fabio Morábito (por sugerencia de Mariana).
16.- Levantarse a las cuatro y media de la madrugada y escribir treinta líneas de lo que sea, sólo como disciplina. Al final del año, reunir todas las líneas y decir que se tiene una “novela inédita”.
17.- Nunca meterse a terrenos ajenos para cortar frutas del árbol del bien y del mal. Siempre cosechar lo que uno siembra, aunque los jitomates no sean los mejores del universo.
18.- Dejar al escritor en casa y caminar por la calle con el traje diario y cotidiano.
19.- Reconocer que, después de todo, las palabras “se las lleva el viento” y el papel periódico sirve para “envolver pescado”, y
20.- Saber que hay textos de agua, de luz, de viento y, también, los terrenales y mínimos textos hechos con arena o con Arenilla que desaparecen en cuanto la ola araña la playa.
martes, 16 de febrero de 2010
CRÓNICAS DE ADOBE
Lic. Efraín Albores Cancino y Arq. José Gustavo Trujillo Tovar.
Mario Escobar Gálvez, Director de la Radiodifusora XEMIT-Radio IMER, me invitó a integrarme al Proyecto radiofónico del Bicentenario.
Una tarde de éstas, en compañía de cronistas comitecos, se le ocurrió diseñar un espacio "para la participación de los cronistas locales", y llamó al programa: "Crónicas de adobe". Un nombre bello, que está construido con barro y paja.
Como el programa exige un conductor, a Mario se le ocurrió invitarme y yo acepté.
El programa se difundirá los martes, de tres a tres cuarenta y cinco de la tarde, hasta que la bocina aguante.
Hoy iniciamos el proyecto. Efraín Albores Cancino y Pepe Trujillo me acompañaron en esta aventura cultural(más bien dicho, yo los acompañé).
Dije al principio del programa que admiro a la gente que se siente segura ante cualquier situación. Lo dije porque yo estaba nervioso. Siempre acude a mi cuerpo algo como ese temblor que precede la salida a escena de un actor. Siempre estoy acudiendo a "mi primera vez", no importa que ella sea la número mil.
A Efraín, por ejemplo, le quité el Albores y sólo dije su apellido Cancino, luego corregí, porque Pepe Trujillo me pasó un papelito.´
El productor de radio también exigió que pusiéramos en vibrador los celulares, porque justo a la hora que platicábamos sabroso sonó uno de ellos (por supuesto que acá no diré de quién fue el aparato que sonó, pero no fue el de Efraín ni tampoco el mío). Quise decir que ese sonido sólo hablaba de vida, de que al programa queremos infundirle vida. Existe la pretensión de que el programa sea como la extensión del comedor, ya que a esa hora los oyentes están entrándole al pan nuestro de cada día. Por esto queremos hacer un programa serio, pero sin solemnidades.
Hoy fue el inicio. Creo que el programa puede, poco a poco, ir despegando hasta que sea como un papalote que vuele muy alto.
Los cronistas hablarán de lo cotidiano y de lo histórico de nuestro pueblo. Se trata de ir desentrañando los enigmas que rodean a este pueblo y de colocarlos a la luz de la reflexión y de la plática sabrosa. Si van a hablar de Comitán, entonces no deberán dejar ningún ladrillo por remover.
El programa es para Comitán y por Comitán.
Los lectores que viven en Comitán están invitados a escucharnos, todos los martes, de tres a tres cuarenta y cinco de la tarde.
lunes, 15 de febrero de 2010
UN DÍA, JAIME
López oyó en la radio que Jaime Sabines estaría esa tarde en la cantina fulana de tal. López se asomó por debajo del auto que arreglaba y le dijo a Pancho Pitirijas que le subiera el volumen: “…y leerá el más nombrado de sus poemas”, alcanzó a escuchar la colita de la noticia ¿El más nombrado de sus poemas había dicho el locutor? Debe ser el de “Los Amorosos”, pensó López, mientras se limpiaba la grasa de las manos con una franela, más negra que roja.
Al tal López le gusta el poema de “Los Amorosos”, también le gusta el de “La Tía Chofi”. Si alguien le preguntara no podría decir en qué momento se topó con la poesía de Sabines. En su lugar de trabajo sus compañeros no leen. Si acaso el Pitirijas lee revistas con monitos. Sólo López lee libros de “puras letras” y, quién lo diría, ¡poesía!
“¿Es el mismo que es gobernador de Chiapas?”, le preguntó el Piritijas a López. Éste le explicó que el poeta Sabines era otro, que ya estaba muerto. “Entonces, ¿para qué vas a ir la cantina?”, dijo el Pitirijas, mientras buscaba una sevillana de tres cuartos para apretar la tuerca de una pieza del Datsun que estaba sobre el foso del cambio de aceite.
¿Para qué voy?, pensó López, mientras se quitaba el overol de mezclilla lleno de lamparones. Se lavó el cabello en una palangana, se echó gel y se peinó ante el espejo quebrado que colgaba de la pieza de madera que servía de oficina del taller. ¿Para qué iba si a la Lucía no le gustaba la poesía y, en los últimos tiempos, ella era como el aceite para su motor? A Lucía le gustaba ir al parque de la marimba y sentarse a ver a las parejas que ahí bailan, mientras sus pies se mueven como si tuviesen mal de parkinson.
¿Para qué López se untó gel en su cabello, arregló el cuello de su camisa y se puso desodorante Axe en ambas axilas?
“Nos vemos”, dijo y golpeó afectuosamente la espalda del Pitirijas. Éste dijo: “¡Sábanas!”, y luego chifló como si fuera un globo desinflándose.
¿Para qué iba?, pensó mientras le hacía la parada a la combi. Tal vez iba porque aún cuando Jaime ya está muerto, bien muerto, esa noche estaría ahí en la cantina, en medio de las mesas llenas de chavos con tatuajes, con aretes en las orejas y en otras partes del cuerpo; en medio de esa niebla de humo de cigarro y de otras esencias; en medio de la música de la Santanera y de la muchacha con la minifalda color fushia untada al cuerpo. Jaime estaría ahí diciendo con su voz de macho trasnochado los versos aquellos de “…los amorosos juegan a coger el agua…” Porque esa es la magia del tal Sabines, el cabrón, aunque está bien muerto, está vivo a cada rato del día, en los lugares más insospechados.
A eso iba López. Porque su mamá no es como Sabines. Por más que la ha buscado desde hace catorce años, nunca la ha hallado, ni en la cantina, ni en el mercado, ni en el cuarto oscuro y húmedo donde habita. La convoca, pero ella no se asoma ni por asomo. En cambio el Jaime está en medio de las páginas de ese libro todo lleno de aceite que tiene debajo de la mesa del taller. El Jaime está más vivo que nunca. ¡Y ahí está a la hora que López entra a la cantina! ¡Está en las piernas de esa mesera que se le acerca y huele a perfume barato! ¡Está en el hombre que sube a un estrado en penumbra que hace las veces de escenario! ¡Ahí está! Porque ahora, el maestro de ceremonias parado en un extremo anuncia: “Para la cantina fulana de tal es un honor contar esta noche con el poeta mayor de Chiapas: Jaime Sabines”, y extiende el brazo que señala al hombre que deja el bastón a un lado, abre un libro y comienza a leer: “Amanecí triste el día de tu muerte, tía Chofi…” y la audiencia hace un silencio que aterra porque está en una cantina y parece que estuviera en el Palacio de Bellas Artes o en un monasterio donde el milagro de la vida y de la muerte se despliega. Y Jaime lee, mientras el cañón de luz lo ilumina dejando todo lo demás en penumbra.
domingo, 14 de febrero de 2010
sábado, 13 de febrero de 2010
LA BOLSA DEL MANDADO
Mariana dice que la imagen que define mejor su mente es la bolsa. Cuando va al mercado le encanta el instante en que mete algo a la bolsa. Le digo que el símil no es correcto. Nuestra mente es ilimitada, en cambio la bolsa es muy limitadita. Pero ella insiste en pensar que su mente es como la bolsa del mandado.
A la hora que se acuesta a dormir vacía todo lo que "adquirió" durante el día. Agarra su bolsa y la vacía sobre la cama. Mariana dice que le sorprende la cantidad de chunches que levanta en todos lados: en la escuela, en casa de su novio, en el cine, en el parque central, en la biblioteca, en su estudio, en el baño o en cualquier calle.
Las primeras veces no logró comprender cómo su bolsa resistía tanto; pero, poco a poco, se fue acostumbrando. Ahora le resulta natural contemplar la bola de chunches; lo que aún le cuesta trabajo entender es por qué no logra desarrollar la capacidad para evitar que tanta bobera llegue hasta su bolsa.
Disfruta el momento en que, como si separara frijoles buenos de los que tienen gorgojo, escarba entre todos los chunches y elimina los inútiles. Por lo regular, me cuenta, dos minutos después se queda sólo con dos o tres chunches valiosos. Pero (y esto es lo más bello de su día) un segundo después también bota estos chunches, de tal suerte que la cama queda sin algo. La bolsa, vacía, la sacude y la cuelga. Queda lista para pepenar boberas al día siguiente.
No creo que la bolsa de mandado sea el mejor símil para la mente, pero admiro a Mariana porque muy poca gente tiene la capacidad de eliminar todos los chunches que pepenó en el día. Al contrario, la mayoría conserva de más. No sé cómo le hacen para que su bolsa resista tanto. No cabe duda que el universo es infinito y tolerante.
viernes, 12 de febrero de 2010
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LOS CORRIDOS NO SE VAN
Querida Mariana: mi papá se sentía orgulloso de mí. Cuando él tomaba sus copitas con sus compadres, ya como a las cinco de la tarde, me llamaba, hacía que -sobre una silla- yo cantara. A mí no me disgustaba. Hubiese preferido cantar en la Scala, de Milán, por ejemplo, en lugar de hacerlo ante dos o tres compadres bonachones que, a esa hora, ya estaban inclinados sobre la mesa y babeantes; pero disfrutaba al ver la “chentura” de mi papá a la hora que yo cantaba aquel corrido que dice más o menos así: “Este es el corrido del caballo blanco, que un día domingo salió de…”. Dentro de su bolera codeaba a sus compas como diciendo: “¡Oigan bien, ese es mi hijo!”.
En cuanto terminaba, mi papá aplaudía como si su hijo fuera José Alfredo Jiménez y yo –también orgulloso- bajaba de la silla. Mi papá me jalaba, me abrazaba y me daba un beso. Yo salía corriendo y seguía jugando en el sitio de la casa.
¿A vos, Mariana, te gusta cantar? Hoy ya no canto. Debe ser porque mi papá ya no está para motivarme. Dicen que uno debe cantar porque el canto es como un bálsamo para el corazón, aún cuando yo nunca sentí esa caricia.
Ahora pienso que me equivoqué de canción, como que ese corrido era demasiado fuerte para un niño de seis o siete años de edad. En ese corrido, un verso dice que el caballo iba con el hocico sangrando y cojeaba de la pata izquierda.
Ya dije que en cuanto terminaba de cantar iba al sitio y seguía jugando, pero mi cara estaba llena de llanto. Me dolía mucho mirar a ese pobre caballo yendo de una ciudad a otra, en esos lugares desérticos del Norte, con el sol a plomo sobre su lomo, dando tumbos, casi cayéndose, sin una gota de agua, solo, tremendamente solo.
Aprendí, querida Marianita, que todos los hombres, en un momento dado, somos como este caballo, exigimos que nos quiten la rienda y la silla para echar a andar “a puro pelo”. A veces cabalgamos sin idea precisa de nuestro destino, ni de nuestro lugar de origen. A veces, no sé responder a la pregunta: ¿De dónde vengo?, y en ocasiones tampoco sé responder: ¿Hacia dónde me dirijo? Pero sigo caminando, con el hocico sangrando.
Hay caballos pura sangre que se sienten orgullosos por obtener el primer lugar en el Derby de Kentucky o en las carreras parejeras de Todos Santos, en La Trinitaria.
Hay otros que son flacos y prefieren recorrer las estepas, aunque algunas de éstas tengan piedras.
Los caballos más famosos de la vida son aquéllos que acompañaron al Quijote o al Cid, sin darse cuenta que “fueron” no por ellos sino por sus jinetes. Hay millones de hombres que anhelan ser Babiecas o Rocinantes. ¡Pobres!
No te ofendás, Marianita, pero vos ¿qué clase de yegua pretendes ser? ¿Una que sólo sea montada por esos maravillosos garañones de pura sangre o una que trote libre por los valles de todo el mundo?
Me gustaba cantar, frente a mi papá. A veces paso por los templos y escucho el canto de los fieles. Los entiendo. No los juzgo.
P.d. Mi papá silbaba. No conoció a su papá, nunca tuvo el privilegio de convertir un simple comedor en una sala de conciertos.
jueves, 11 de febrero de 2010
¿A QUÉ HORA DEL DÍA SE ESCUCHA LA VOZ DEL UNIVERSO?
Despierto a las tres de la madrugada. En medio del silencio escucho un hombre que tose en alguna casa vecina; escucho un gallo que avisa quién sabe qué. Pongo atención y escucho algunas cucarachas que husmean entre papeles, o ratas que corretean en el techo de láminas de asbesto. Hay una gotera en alguna parte, su sonido es puntual y perseverante, como si insistiera en demostrar aquella prédica que dice que un goteo constante hace un hueco en una piedra. ¡Estos son los ruidos de la madrugada!
A medida que avanza el día otros ruidos asoman y olvido los que me acompañan en la madrugada. Poco a poco se agregan los ruidos de la radio, de la televisión, del agua del baño, de la campana de la basura, de los camiones, de las carreras de los niños, los ladridos de los perros y hasta el maullido del gato jodón. Olvido los ruidos de antes de la salida del Sol. Pero ahora mismo, antes que comience el ajetreo del día, antes que el camión del gas comience con su taladro infernal o que los pájaros digan: ¡presente!, pienso que estos ruidos continúan durante el día, de manera oculta y pertinaz. El hombre que tose sigue botado en su cama, expulsando flemas, tomando tés caseros o recibiendo inyecciones para que se mejore. El hombre hace el mismo falso juramento del bolo y jura que, a partir de hoy, comerá más frutas que contengan vitamina C y no volverá a tomar refrescos embotellados. ¿A dónde van las ratas y cucarachas durante el día? Deben seguir por ahí, royendo papeles, buscando pedazos de pan sobre el suelo; pero deben hacerlo de manera subrepticia porque no los oigo. La voz de Loret de Mola y la de Alejandro Fernández cancelan los ruidos de la madrugada. Conforme la noche avanza, de nuevo los ruidos de la madrugada, como si fuesen vampiros, salen de sus cajas a chupar "la sangre" de los mortales. El hombre sigue tosiendo, ahora parece que expulsara esputos con sangre. Más le valdrá, cuando salga de ésta, cumplir su juramento de cuidarse más.
¿Y la voz del universo? ¿Quién la escucha? ¿A qué hora, como si fuese cometa, podemos salir al patio a "escucharla"?
El borbotón del día, el barullo de la Tierra, nos impide escuchar la verdadera voz.
miércoles, 10 de febrero de 2010
PRESENTACIÓN DE LIBRO, EN EL DISTRITO FEDERAL
"DE LA VIDA ORDENADA"
Viernes 12 de febrero,
19:15 h
Casa Refugio Citlaltépetl
Citlaltépetl 25
Hipódromo Condesa,Ciudad de México
Presentan:
Xhevdet Bajraj
Teresa Dey
Carlos Martínez Rentería
Y en el papel del Contador Godínez...
¡El propio Contador Godínez!, con Carlos Álvarez.
(Miguel Ángel Godinez fue Coordinador del Centro Chiapaneco de Escritores. Es un excelente narrador. Quienes radiquen en el Distrito Federal pueden darse una vueltecita a esta presentación que bien vale la pena leer la prosa de este autor).
CONFUSIÓN
Hoy, dicen, es un día especial en Comitán. Parece que sí. El 10 de febrero de cada año, desde hace muchos, se celebra una entrada de flores en honor a San Caralampio (el santo consentido de este pueblo).
Gente de muchas comunidades rurales se reúne en torno al "Chumis" (un árbol de la región). De ahí salen todos hacia el templo ubicado en La Pila.
Ayer, dos alumnas universitarias me dijeron que no asistirán a un compromiso que tenían conmigo porque irán a ver el acto; anoche, Quique me habló para decirme que sus empleados le pidieron el día para ir al "carnaval"; hace rato, en la radio, Javier Ruiz Vera, conductor local, dijo que a esto no puede llamársele carnaval, "es una fusión", dijo.
Esta tradición ya entró en la confusión. Los jóvenes no lo distinguen así, porque ellos sólo han conocido esta "fusión"; un híbrido donde se mezcla el fervor religioso con el paganismo. Pero quienes conocimos la entrada de flores de hace años constatamos que este remedo no tiene nada que ver con el espíritu que lo cubrió durante mucho tiempo. La entrada de flores era una manifestación de religiosidad matizado con la riqueza de la tradición cultural.
Como en muchas otras cosas en este pueblo, acá también hemos perdido. En algún año a alguien se le ocurrió vestirse de mujer y participar en la procesión. Esto bastó para que muchos más participaran con máscaras de políticos, disfraces absurdos y demás parafernalia. Hoy, como bien dice Ruiz Vera, la procesión es una fusión entre la tradición que se niega a morir y el modernismo importado de una fiesta que tiene mucho de carnavalesco, porque ha privilegiado la visión de la carne antes que del espíritu.
Los "diablitos" simbólicos que participaban anteriormente se han trastocado en participantes enmascarados.
Ruiz Vera dijo en su programa que la confusión ha llegado a tal extremo que muchos de los participantes van tomando chelas y alcohol en plena procesión.
¡Dios mío, todo es tan confuso ahora!
¡Perdemos de nuevo!
Los encargados del departamento de cultura municipal se han mostrado totalmente ineptos para detener esta aberración. Su labor debiera ser la de rescate de lo auténtico.
martes, 9 de febrero de 2010
IDEAS DE A DOS x PESO
El tío Ramón decía: "¡Esas son ideas bobas, simplistas!". Marianita se enoja cuando le digo que esa es una idea simplista. El otro día me salió con que los problemas sociales de Comitán se solucionarían con ¡un peso!
Era una idea simplista pero no le entendí hasta que me explicó. Dijo que ya somos más de ciento treinta mil habitantes en este pueblo. ¿Imaginás lo que sucedería si el sábado de cada semana cada uno aportara un peso al FOPALOSUDECO (Fondo para los Sueños de Comitán)? Cuando lo dijo me quedé con cara de Fopalosudeco Rex. La idea es sencilla, dijo Marianita (simplista, diría tío Ramón): cada habitante dona un peso (niños de pecho también contribuyen, a través de sus orgullosos padres) y así tenemos ciento treinta mil pesos a la semana para realizar una obra.
Advertí en la propuesta cierto pensamiento anarquista. Dejar de lado a las autoridades y hacer lo nuestro con lo nuestro; es decir, pintarle un violín al poder político que no sirve para lo esencial.
¿Qué es un peso? preguntó Marianita.
En realidad un peso es casi nada, pero ciento treinta mil pesos ¡es mucho!
Es una idea simplista pero da una lección: Si nos unimos ¡lo logramos! Un poco como el dicho aquél de "no necesitamos vejigas para nadar".
Es una idea boba, pero, por ratos, pienso en la posibilidad. Sólo como juego me gustaría que una mañana Comitán lo hiciera, sólo para demostrar que somos un pueblo unido. Sería maravilloso constatar que cada uno de los ciento treinta mil habitantes pasan por el parque central y aportan su pesito en una enorme urna (una donde quepan ciento treinta mil monedas de a peso). ¿Qué hacer con esos ciento treinta mil pesos? Eso se lo dejaríamos a Marianita, la promotora de la idea boba y simplona.
lunes, 8 de febrero de 2010
INSTRUCCIONES PARA NO SEGUIR INSTRUCCIONES
1.- Abra los manuales de instrucciones y haga barquitos y avioncitos con sus hojas. No se trata de ser rebelde ante todo lo que suene a instrucción, pero es preciso tener un ánimo de cinta autodestructiva (como esas que aparecían en películas de James Bond). Incluso esta hoja debe ser destruida una vez que se haya leído.
2.- Al comprar un nuevo aparato debe quemarse el manual de instrucciones y echar a andar el “aparatejo” con los recursos de la imaginación. Asimismo es importante comenzar a ignorar las instrucciones que, sin enunciarlas, tiene la naturaleza, como esa de que antes de la noche está el atardecer.
3.- Cuente, en voz alta, del cien al cero. Hágalo a la hora que se mete a la cama, después de lavarse los dientes. Esto le ayudará a evitar el aburrimiento que provocan las instrucciones cuando exigen que antes de hacer el paso dos se haga el paso uno.
4.- Evite vivir con manuales que, por puro procedimiento matemático, enseñan a hacer del “uno” antes del “dos”.
5.- A partir del día de hoy lea las novelas de atrás para adelante; suba al Conejobús por la puerta trasera; y entre al Supermercado por la puerta que dice Salida.
6.- Baje por la escalera electrónica que sirve para subir.
7.- Utilice el ascensor sólo para el descenso.
8.- Entre al cine a mitad de la función y salga diez minutos antes que termine la película.
9.- Convierta los domingos en lunes y trastoque todos los valores. Diga que Cordelia Vázquez es la máxima poeta de Chiapas.
10.- Si es escritor plántese frente a la oficina de Marvin Arriaga -de Coneculta- y amenácela con iniciar una huelga de hambre si no publica su libro.
11.- Coma las nueces con cáscara.
12.- Colóquese el condón después que termine de hacer el acto sexual.
13.- Cuando se case diga que amará a su pareja hasta que la vida los separe.
14.- Destape los refrescos con una tijera y corte las telas con un destapador.
15.- No se persigne adentro de los templos, hágalo a la hora de entrar a los antros y a las cantinas.
16.- Salga en pijama a la calle.
16.- Desayune la cena y cene lo del desayuno.
17.- Baje a Cristo de la cruz y suba al obispo de su diócesis.
18.- En los prostíbulos pregunte por Verónica, y en los conventos ¡también!
19.- Ya no mida “el agua a los camotes”, ahora simplemente tírela.
20.- No use moneda mexicana. A partir de hoy haga sus compras con rupias y, si puede, haga trueques. Cambie su moto nueva por una nueva mota.
21.- Insista en hacer su Doctorado antes de estudiar una Licenciatura.
22.- Al despertar coma el postre de la tarde.
23.- Tome el “té de las cinco” a las cuatro y media.
24.- Divórciese antes de casarse y hágase novio después de divorciarse.
25.- Nade en la playa y camine en el fondo del mar.
26.- Séquese antes de bañarse y límpiese antes de defecar.
27.- Y, por último, no haga caso a ninguno de estos puntos porque cada punto tiene el nauseabundo olor de las instrucciones.
domingo, 7 de febrero de 2010
COLABORACIÓN ESPECIAL PARA EL SEMANARIO "PALABRA ESCRITA"
CUANDO LA SANGRE DEJA DE CIRCULAR
Alguien me dijo: “el lunes volverá a circular Palabra Escrita”. Dejó de circular algún tiempo. Aún no es como el Sol que sale todos los días. El Sol no necesita anunciar su salida. Todo mundo da por hecho que el Sol saldrá. A veces no sale con la espectacularidad que acostumbra y se esconde tras nieblas o nubes densas; pero siempre sale. A diferencia del Sol, todo lo demás; es decir, lo que es cosa del hombre, ¡a veces “sale” y a veces no! Y por esto son necesarios anuncios como: “El lunes volverá a circular Palabra Escrita” o “Mañana sí haremos semitas”. Porque, después de todo, hacer un periódico es muy similar a hacer un pan.
El lunes (es decir ¡hoy!) Palabra Escrita estará como pan caliente en el puesto de revistas y su Director deseará que se venda como tal. Porque los periódicos son como los bolillos; si no se consumen pronto, después de dos o tres días ¡están duros! y ya sólo sirven para hacer migas para empanizar, “enprianar” o “emperredar”.
En Comitán tenemos una gran variedad de panes, incluso tenemos algunas variedades que hemos importado del centro del país. Nunca he entendido por qué a la rosquilla chuja (¡tan sabrosa!) algunos compas periodistas insisten en bañarla con temperante. A estos compas habría que recordarles que el temperante se lleva bien con el salvadillo, siempre y cuando, antes, se le abra un pequeño orificio en el centro para que el líquido rojo sea embebido a satisfacción.
Hoy vuelve a circular este semanario; es decir, la sangre vuelve a darle vida al corazón del hombre y viceversa. La sangre es vital, siempre y cuando esté adentro del organismo y ¡no chorreando afuera! Este Semanario -al menos hasta el momento- tiene la pretensión de que la sangre no se desparrame ante la mesa del lector, sino que sea la savia que dé vida a la reflexión, al análisis y a la imaginación.
Es bueno que haya toda clase de panes sobre la mesa del lector comiteco y del lector de Las Margaritas, de Tzimol, de La Trinitaria y demás municipios circunvecinos; es bueno que el lector de esta región pueda elegir. No es justo que los lectores sólo puedan comer bolillos, a veces duros.
Porque es bueno que la reflexión y el análisis circule ¡es buena noticia saber que la Palabra Escrita, igual que la sangre de este organismo llamado Chiapas, está en circulación! Y si es necesario el anuncio es porque este semanario aún está muy lejos de ser como el Sol de todos los días.
LOS TIEMPOS POR VENIR
Dicen que un día de estos tendremos salas cinematográficas en Comitán. Yo, que soy cinéfilo de hueso colorado, me preparo. Sé que no será como antes; sé que no encontraré a Saborío trepado en la sala de proyecciones; sé que no veré al doctor Guillén dormir de corrido las dos películas; sé que no habrá permanencia voluntaria y que al terminar la película tendré que salir porque de lo contrario me expondría a ser botado a patadas. También sé que no habrá tacos de doña Lola, ni el niño con la cubeta llena de “pepsis”.
Me preparo porque el mundo de hoy es diferente. No encontraré películas en maravilloso blanco y negro; ni tampoco pasará un gato por en medio de las filas para ahuyentar las ratas (bueno, espero que así sea).
Me preparo, porque en lugar del famoso grito de “¡Ya llegué!”, escucharemos cientos de tonos de celular de los graciosos que no apagarán sus chunches y tendrán la osadía de contestar en voz alta justo a la hora en que la escena está en suspenso. “¿Qué querés? No te puedo contestar ahorita porque estoy en el cine.”.
Sé que tendré que ser tolerante y, además, sé que debo ahorrar más de dos billetes verdes en mi billetera. Si mi acompañante lo exige tendré que comprarle un “combo” consistente en una “Mega bolsa” de palomitas, un “Ultra refresco” y unos “Giga nachos”.
Un día de estos tendremos, ¡de nuevo!, salas cinematográficas en Comitán. Los chavos, acostumbrados a estos tiempos, acudirán con naturalidad. Los viejos, quienes venimos de otro siglo, nos acercaremos con cierta incertidumbre. Desde lejos miraremos y aprenderemos al ver cómo los jóvenes piden y compran los boletos. Porque (esto no pueden entenderlo los chavos) hay una distancia de mil años luz entre ir al Cine Comitán, pedir un boleto, pagar cinco pesos y recibir un boleto; y asistir a un complejo cinematográfico y solicitar un ticket donde hay seis u ocho salas, con una gran variedad de horarios.
Debo prepararme. La matiné ya no pasará tres películas; no habrá gayola; no abriremos las ventanas del Cine Montebello para ver el parque central; no pasarán películas de Tarzán ni de Santo, el enmascarado de plata. Asimismo debo entrenar mis ojos y oídos porque la pantalla estará casi casi frente a mis ojos y las bocinas tendrán un sonido que ahora llaman “espectacular” y en otros tiempos llamábamos “infernal”. Un día de estos me darán un par de lentes en la entrada para ver una película en tercera dimensión y me sentiré como un extraterrestre, porque jamás he necesitado lentes para ver todo en cuarta y quinta dimensiones. Pero cederé, me volveré tolerante porque entenderé que el mundo de hoy es de los jóvenes y yo, yo, no soy más que un “chalequero” a esta fiesta de la vida.
Porque el mundo de ahora pareciera diseñado sólo para los jóvenes, para quienes dominan los chunches tecnológicos. Los viejos que nos atrevemos a jugar videojuegos, a usar el twitter, a leer libros electrónicos, a dibujar en tabletas electrónicas, somos como turistas en tierras ajenas. Balbuceamos algunas palabras en esos lenguajes extranjeros y tan difíciles de pronunciar. Arrastramos la erre porque pensamos que así suena en francés. Pero hay viejos que no cedemos ante el espanto del prodigio. Cerramos tantito los ojos ante el deslumbre, pero un segundo después abrimos los ojos y comenzamos a vivir el prodigio.
Me prepararé para que el cine de efectos especiales ¡me atrape! Me dejaré atrapar. Añoraré la simpleza del par de hilos que hacía volar un vampiro forrado con peluche negro, pero, un segundo después, acogeré con gusto el fuego artificioso que hoy llena la pantalla. Total, la magia del cine sigue siendo ese instante en que dejamos de lado los horrores y sinsabores de la realidad real.
sábado, 6 de febrero de 2010
DE FESTEJOS Y OTRAS SANGRES
Nunca he sido de esos hombres que se rasgan las vestiduras por el maltrato hacia los animales. He sido, sí, un hombre respetuoso de la naturaleza, hasta donde esto es posible. Y la naturaleza incluye a los hombres y a los animales.
Anoche hubo un festejo especial en la Plaza de Toros México, como celebración de un aniversario más de su creación. ¡Ah, qué fiesta más movida! En las gradas hay gritos, sonrisas, golpes, caras de estupor, de enojo y de contentura. ¡La fiesta es prodigiosa! En la arena también hay magia. Entiendo a todos los aficionados a este festejo brutal. Todo lo que gira alrededor de la fiesta brava es espectacular. Vi la soberbia actuación de un torero francés, de cara bonita. ¡Qué belleza de actos! La magia me atrapó por instantes.
Pero cuando recuperé mi conciencia y dejé de ver todo ese brillo innegable y maravilloso y vi al animal entendí que todo es un engaño. El toreo es como esas cajas bonitas chinas que al otro día ¡ya no sirven! En los toros es más perverso el engaño, porque mientras una multitud en la plaza,y otra multitud a través de la televisión, festeja la forma en que el torero realiza un pase bellísimo, exponiendo su vida, un animal sufre.
Anoche, un animal que embestía con fuerza, lo picaron (es decir, le abrieron un tremendo hueco en su carne viva, por donde fluyó la sangre de manera indiscriminada) y con ello el animal perdió esa vitalidad, a tal grado que embistió, dobló sus manos y todo su cuerpo quedó sobre ellas. Cuando, después de varios segundos, el animal recuperó su posición medio mundo se dio cuenta que una de sus manos se había quebrado. Beto Murrieta explicó que el animal pesaba más de quinientos kilos. ¿Qué cuerpo soporta tal peso?
Cuando dejé de ver la maravilla del hombre sentí dolor por la miseria y estulticia que provoca el hombre. Nos hacen creer que por detrás del arte está el toro, lo cierto es que, viéndolo bien, por delante del arte ¡está el sufrimiento de un animal!
Ninguna tradición puede justificar el sufrimiento. De lo contrario (por tradición) los hombres deberíamos sacrificar doncellas y ofrecer sus corazones a nuestros dioses.
Qué lástima que una fiesta tan llena de vida se regodee en la muerte. Es una pena. Las corridas de toros continuarán porque hay gente que mira, por encima de todo, la parafernalia maravillosa que rodea al espectáculo donde un animal sufre. Es una pena. De veras.
viernes, 5 de febrero de 2010
LUCES PARA LA TARDE
Con afecto para mi amigo Paco Gamboa Lara,
un comiteco talentoso, de verdad.
¿Cómo puede compartirse un mundo pequeño con El Mundo entero? Parece que la fórmula es sencilla: ¡abriendo la mano!
Esto es lo que ha hecho mi madre, desde siempre. Ella, ahora, tiene setenta y nueve años. Desde que tengo uso de razón ella no ha hecho más que abrir su corazón a través de un acto tan sencillo como ¡abrir la mano!
Ella ha sembrado plantas, muchas plantas, en todas las casas donde hemos vivido. Cuando tuvimos una casa con un jardín enorme ella sembró cientos de ellas; y cuando nos tocó vivir en un departamento tan breve que parecía una cáscara de nuez, ella se las ingenió para sembrar plantas en botes de frutas de conserva o en botellas de plástico cortadas a la mitad.
Una tarde, en que ella tejía al amparo de una vela, le dije lo que sentía. Le agradecí que siempre hubiera puesto una flor frente a mi mirada. Ella dejó las agujetas y el tejido sobre el sillón donde el gato estaba recostado y me preguntó si había yo visto el cielo esa mañana. Le contesté que no. Ella tomó de nuevo su tejido y comenzó a cantar en voz baja una canción que le enseñó su mamá cuando juntas sembraban flores del Paraíso, en la finca donde los finqueros sembraban plátano.
¿Qué tenía el cielo esa mañana? A partir de ese día nunca he vuelto a ignorar el cielo. Entendí que mi mamá siembra plantas no para ponerme una flor frente a mi mirada, las siembra porque es la única manera de acercar El Mundo a mi mundo.
Lo mismo hacen los hombres y mujeres que abren la mano y siembran una semilla de maíz en el surco; lo mismo hacen quienes abren la mano y escriben una injusticia; quienes abren la mano como si abrieran su boca para construir un sueño de libertad.
El mundo tiene muchas plagas, las vemos a cada rato. Hay grandes extensiones de terreno que son amenazadas por miles de plagas. No obstante, en contra de esa brutal sentencia Bíblica, hay hombres tiernos que insisten en sembrar renuevos.
Cada vez que mi mamá cultiva una planta es como si colocara una flor en el universo.
Pareciera un acto muy sencillo, casi simple; pero cada vez que un hombre abre la mano para saludar al otro ¡hace grande el mundo pequeño de las cosas cotidianas!
Los depredadores no pueden entender la grandeza de este acto simple; los espíritus simples tampoco lo comprenden. Para ello es necesario ser hijo de una madre o conocer los secretos que la mano prodiga, por ejemplo, en la caricia de la amada.
El prodigio del universo tiene mucho que ver con la mano que se abre para modelar el barro, para pintar una vasija, para descolgar el fruto, para sembrar la semilla, para meter primera en una subida o para palpar las paredes cuando la oscuridad es profunda.
¿Cómo se comparte un mundo pequeño con El Mundo entero? Abriendo la mano como si ésta fuera el horizonte y el Sol representara el deseo de un mundo más justo y más tolerante.
jueves, 4 de febrero de 2010
PURA TURA
La "tura" es como un sufijo en mi vida. Desde siempre he andado enredado en ondas terminadas con tura. Desde la calentura (casi siempre de la buena) hasta la literatura, pasando por la aventura (en menor escala), la escritura, la pintura (en escala mayor), la lectura (noche y día) y la fritura (hace diez años la boté, pero mucho tiempo fue mi aliada).
La tura rima con muchas palabras y es parte de la desventura, así como de la magistratura.
¿Tienen los "sufijos" algo que ver con las vocaciones? Aún cuando en sentido estricto la tura no es tal, pareciera que es un agregado como el ismo. Quienes son estudiosos del fenómeno advierten que el ismo es un sufijo serio y solemne. Siempre tiene que ver con ondas ideológicas y conceptos tan de traje y corbata como machismo, comunismo y feminismo. ¡Dios mío, qué complicado! En cambio la tura es como un viento que juega en las montañas más altas. Claro, por andar metido en las alturas a veces tiene que vérselas con osos grises, con avalanchas de nieve, con águilas y con un sinfin de seres que sólo habitan en lugares de más de mil novecientos metros sobre el nivel del mar.
La bronca está cuando los aficionados a la altura se la creen y en lugar de jugar convierten el lugar en un santuario. La altura, entonces, los marea y los convierte en seres fríos. Por esto vemos que muchos compas que se dedican a la escritura y a la pintura caminan como si fueran guajolotes empavonados, sucede que les dio el mal de la altura.
Por esto yo siempre camino por las orillas de las montañas. Se puede vivir adentro de la literatura, de la pintura, de la escritura y de la aventura sin necesidad de escalar las más altas cumbres. A esta altura se mira bien bonito el techo de los pueblos, las cabezas pelonas y peludas de los demás mortales. Desde esta altura se logra levantar papalotes y se aprecia una vegetación muy diferente a la del trópico que, como víbora, repta por el suelo.
Me gusta andar en el borde porque más arriba la vegetación escasea y siempre, siempre, es bueno estar al lado de una que otra orquídea. Además, acá no hace tanto frío, todavía encuentro algo de "calentura" para adobar mis huesos y mis deseos.
miércoles, 3 de febrero de 2010
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO EL TREN TIENE ALAS
Querida Mariana, ¿imaginás un tren rebelde? ¿Uno que rechazara andar por la vía y se atreviera por caminos alternos? ¿Qué decís? ¿Qué entonces no sería tren sino carro o carreta?
Los trenes, se sabe, no tienen más camino que el señalado por la vía. Lo más que pueden hacer es andar hacia atrás. La gran novedad de su vida es cuando un empleado de los Ferrocarriles los cambia de vía, pero no tiene mayor chiste, porque un segundo después están por otra ruta, pero siguen la línea trazada.
A mí me encantan las personas que, a pesar de que son trenes porque así se los dijeron desde pequeños, hacen un alto, bajan de la vía y se echan a andar por otras sendas, incluso por algunas que, como dijera el poeta, las abren en el momento mismo que comienzan a andar.
La tía Romana era así, a pesar de no ser italiana sino una sencilla mujer nacida en Las Margaritas. Siempre caminó por vías alternas (recordá que en Italia las vías son los caminos; es famosa la Vía Apia).
La mamá de tía Romana, la tía abuela Florencia, procuró que su hija fuera una niña obediente, pero la niña, como decía don Abundio: “nació como rama torcida”.
Desde chica rehuyó los caminos rectos y prefirió aquéllos donde el viento corre libre. La primera vez que su don se manifestó fue una tarde en que todos los de casa fueron a día de campo. La niña Romana subió junto a sus primitos a la redila del camión, se sentó al lado de los demás niños, cantó y palmeó cuando los demás lo hicieron y durmió a la hora que todos cayeron rendidos; Romana bajó al lado de todos cuando llegaron al valle donde los árboles enormes presagiaban una tarde maravillosa; pero comenzó a cambiar su personalidad a la hora que sintió el viento juguetear sobre su cara. Cerró sus ojos y pensó, a su corta edad, que si el viento fuera un tren no permitiría que le impusieran vías. Así que decidió que sería como el viento desde ese instante.
No sé qué pensás, Mariana, pero yo veo que desde la casa y desde la escuela nos educan para ser trenecitos. Lo más que nos está permitido hacer es pitar de vez en vez y cambiar de ruta, siempre y cuando el guardagujas así lo disponga. A veces nos echamos en reversa, pero jamás, ¡jamás!, oílo bien, Marianita, jamás nos permiten bajar de la vía y echarnos a andar por otros caminos. “¡No -nos dicen- no pueden bajarse de las vías porque ustedes son trenes!”. Y como sabemos que los trenes no pueden andar por las carreteras o por senderos porque sus llantas no son de caucho no nos bajamos porque tenemos miedo a quedarnos parados para siempre. Pero, Mariana, hay ejemplos de trenes que se han rebelado y han caminado, incluso ¡han volado!
La tía Romana fue de esos trenes rebeldes, de esos trenes que, desde niña, supieron reconocer que sus sueños no eran de metal ni de carbón y que no tenían balatas porque no tenían freno.
La niña Romana necesitó un solo día para darse cuenta que era hija del viento y desde entonces, como si fuera papalote, no se conformó con una sola vía sino que adoptó todos los cielos. No se casó nunca. ¡Sólo eso faltaba! Le conocí un bonche de amados y siempre, siempre, Mariana, (aún en los peores tiempos) la vi iluminada, luminosa, con la misma sonrisa que siempre tiene el viento que juguetea a todas horas por encima de los árboles, de las azoteas y por encima de los deseos.
P.d. Según la Chayo Castellanos el viento es uno de los nueve guardianes del pueblo llamado Comitán, por esto, tal vez acá he conocido dos afectos que son como la tía Romana. Los adultos las censuran y les advierten que no llegarán a ningún lugar, pero yo las veo, igual que la tía Romana, luminosas, ¡iluminadas!
martes, 2 de febrero de 2010
PUPITRES COMO MUNDOS
Los pupitres de la secundaria eran generosos. Los muchachos de hoy no pueden entenderlo. Es un poco como ver un carro de los setentas, donde una familia de cinco cabía con gran comodidad.
Al inicio de clases todos los alumnos nos poníamos de pie y rezábamos una breve oración. Recuerdo entre sus versos uno que decía: "...haznos dóciles a la voz de nuestros maestros..." Docilidad es la virtud de seguir las indicaciones del guía. Hoy los jóvenes no son dóciles, creen que lo saben todo y les encanta caminar sin más guía que su "santa" voluntad.
Las escuelas de hoy tienen sillas de "paleta", ergonómicas. Las sillas se pueden desplazar de un lado a otro para hacer "dinámicas". Los pupitres de mis tiempos no se movían para nada, eran fuertes, sólidos, como grúas plantadas en el suelo.
Los pupitres de mi escuela tenían integrados los asientos, así que era estructuras maravillosas que cumplían con las mismas funciones que cumplen hoy las sillas de "paleta". Pero ¡eran más! Las medidas del tablero eran 80 de ancho por 50 de alto, más o menos. En la parte superior tenían unas "varillas" de madera que formaban una "alberca" donde colocábamos los lápices, plumas y borradores.
Si algún alumno estaba desvelado podía, perfectamente, a la hora del receso, recostar sus brazos y cabeza sobre la superficie y "echarse" un sueñito.
¿Quién juega ahora futbolito sobre la superficie de una "paleta"? ¡Nadie, nadie! Las sillas de estos tiempos apenas dejan espacio para colocar la libreta. ¿Qué sucede si tienen que dibujar? ¿En dónde colocan la regla, los colores, las gomas, los lápices y demás chunches?
Los pupitres de mis tiempos eran generosos. Eran tan generosos que permitían colocar en su superficie una tabla especial de dibujo técnico que usábamos en la clase del maestro güero. Sobre esta tabla pegábamos el papel manila que nos servía como soporte de los dibujos de planos constructivos, con uso de una regla T, de sesenta centímetros. ¡Ya quisiera verlos ahora!
Por supuesto, ¡no hacíamos dinámicas! Por esto pedíamos a las fuerzas superiores nos dieran docilidad para abrir el libro y mamar de ahí.
Los maravillosos pupitres nos permitían jugar futbolito. Ramiro y yo (y todos los demás, cada uno en su cancha particular) hacíamos una portería con plastilina y la colocábamos al fondo de la cancha, pegada a la "alberca"; hacíamos bolitas minúsculas de plastilina que eran las pelotas. Con los dedos de las manos, mientras el doctor Cancino nos hablaba de las bondades de las dicotiledóneas, nosotros hacíamos dribles y "pateábamos" con vigor para anotar decenas de goles. La única condición era ocultar las manifestaciones de júbilo y dejarlas para la hora de la salida. Más de una vez, a la hora del toque de chicharra, Ramiro salió corriendo del salón, con los brazos en alto, gritando ¡gol, gol, gol!, mientras los compañeros lo quedaban viendo con asombro y seguros de que Ramiro estaba más loco cada vez.
Hoy, los chavos no son dóciles. Debe ser porque sus sillas son breves, como breve es la educación.
Pero eran más, mucho más; los pupitres de esos tiempos ¡eran más! La tapa se levantaba y encontrábamos la "cajuela" más amplia que jamás tuvo carro alguno. Ahí guardábamos nuestros chunches escolares, las tortas para el recreo, chamarras y mil objetos más. Algún día platicaré de cómo un compañero se escondió adentro del pupitre en una campaña de vacunación. Algún día, también, platicaré de las travesuras que los maldosos hacían. Por ejemplo, ¿qué le hacían a las tortas de los bien portaditos? Pero será otro día. Estoy seguro que ahora el lector de este cuaderno recordó esas travesuras. ¿Qué puede decirse del compa que robaba la torta, se metía al baño, se masturbaba y luego regresaba la torta al pupitre para que el compa cándido la comiera a la hora del receso, mientras el resto del grupo, en otra esquina, lo miraba y se atacaba de la risa? En fin, será en otra ocasión.
lunes, 1 de febrero de 2010
INSTRUCCIONES PARA MIRAR EL SOL
Sólo verlo directamente a la hora que sale o se mete. Para volverse experto es necesario practicar con elementos más simples.
Para la hora que sale debe practicarse con una lámpara. Debe llamarse al primer vecino que pase frente a la casa (si es vecina asegurarse que su esposo esté en el trabajo a esa hora) y pedirle que se coloque, hincado, detrás de un sofá. Conectar la lámpara con una extensión de cinco metros a fin de que el vecino (o la vecina) pueda maniobrarla a placer. El voluntario debe prender la lámpara, tomarla con la mano izquierda y subir el brazo lentamente, de tal suerte que la esfera del foco aparezca sugerente, insinuante, dando tiempo a que las estrellas de las paredes desaparezcan sin alteraciones (no debe usarse focos ahorradores, ¡sólo esto faltaba!). El espectador, mientras tanto, con las piernas extendidas y las manos detrás de la nuca, observa la escena desde el sillón de enfrente. De vez en cuando, el voluntario puede apagar la lámpara a fin de dar la impresión de que un eclipse se produce o como insinuación para alguna práctica alterna (claro, esto en caso de que el vecino sea vecina).
Para la hora que se mete es necesario contar con un globo rojo, una alberca y el mismo vecino. El vecino (con ayuda de un traje de buzo) debe hundirse a mitad de la alberca mientras sostiene con su mano izquierda el globo lleno de helio, en cuanto éste toca la superficie del agua, el espectador se acuesta hasta quedar al ras y mira directamente al globo que por la presión del agua muestra cierta resistencia al empuje descendente del voluntario, pero, al final, es vencido y desaparece por debajo de la línea del horizonte. El voluntario debe llevar un alfiler para pinchar el globo en el fondo del agua y no aparezca flotando como condón usado sobre la superficie, pues restaría encanto al húmedo ocaso. Si el voluntario es voluntaria puede hacerse esta práctica también de noche y tener lista una toalla para secar el traje de buzo.
Una vez que el espectador ha tenido suficiente práctica puede arriesgarse a mirar el Sol directamente. Para no correr ningún riesgo debe comenzar con ver únicamente las salidas. Las metidas son peligrosas para los principiantes porque no distinguen el momento en que la noche arriba.
Para la primera vez es necesario levantarse a las cuatro de la madrugada y abrir la ventana de la casa, mientras se coloca un vaso de peltre lleno de agua sobre la flama de la estufa. Los expertos recomiendan no ponerse ningún suéter, a fin de que el cuerpo funcione como termómetro y sienta el frío que siempre antecede a una salida de Sol. Cuando el agua está lista se saca un frasco de café de la vitrina y se tiran ambos elementos por la ventana. No es el café lo que nos despierta ¡es la luz del Sol! Por esto, una vez que el espectador se acostumbró a ver el Sol debe modificar sus hábitos. Todas las mañanas debe preparar el Sol y servir una taza bien calientita a todos los de casa: a la abuela que tarda en despertar por su dolor de huesos; al abuelo que desde hace varios años descansa debajo de una losa al lado del árbol que sembró de niño y que ha crecido tanto; a la mamá que apenas regresa a dormir después de una jornada de trabajo; y al bebé que en cuanto despierta ¡llora y llora!, para pedir su leche.
Un vaso de Sol a medio día también suple a la mejor cerveza Sol. Una taza de Sol a las ocho de la noche, igual que la luna de Sabines, nunca provoca insomnio, por esto, los que saben vivir no vuelven a tomar café nunca más.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)