miércoles, 13 de noviembre de 2013

CUANDO GANA EL NATURAL





La tía Eusebia le dice a mi prima Norma: “Todo el día estás botadota en la cama. ¿No de da vergüenza?”. No, parece que a mi prima eso la tiene sin cuidado. De hecho, Juan, el hermano menor, dice, con sorna, que su hermana se pasa en la cama más tiempo del que su mamá cree. Los fines de semana llega a las cinco o seis de la mañana. ¿De dónde cree que viene?, me pregunta Juan, como si lo hiciera con su mamá. Yo nada digo, sólo sonrío. Imagino lo mismo que Juan imagina. A mí eso no me sorprende. Norma ha sido una burbuja de agua desde siempre. Cuando tenía cinco años o seis se escapó del jardín de niños, con un compañerito, para ir a ver los animales del circo que estaba instalado por los terrenos de la Escuela Preparatoria. ¿Qué niña -digo yo- se va de “pinta” del jardín de niños? ¿Nadie? ¡Falso! Esa niña se llama Norma.
El tío Armando (que en paz descanse) siempre dijo que nunca debieron llamar Norma a su hija. Tal vez su comportamiento de pájaro libre es como un instinto para infligir la norma. Norma, habrá que decirlo, es un nombre raro. Es un nombre raro para que sea empleado como nombre de una mujer. Se sabe que las mujeres no aceptan las reglas (bueno, bueno, no me refiero a esa clase de reglas). No se necesita ser muy listo para deducir que el significado de Norma debe ser “la que impone reglas”. Pareciera que el mundo no debería sorprenderse que Norma no sea dócil cuando ella estuvo predestinada a imponer las reglas. Quien impone reglas debe ser la persona más libre del mundo.
En nuestro país es una “norma” no escrita que los primeros que violan las normas son los encargados de sancionar su violación.
Mi tío Jorge siempre me puso un ejemplo irónico: los federales de caminos manejan a ciento sesenta para detener a un conductor que maneja a ciento cincuenta kilómetros por hora.
Los oficiales de vialidad conducen autos que no tienen placas y se estacionan en lugares no permitidos.
Hay personas que no honran su nombre: el libidinoso que se llama Casto y la traviesa que anda con tres “novios” a la vez y que se llama Pura. ¿Y qué me dicen de la muchacha pesimista que se llama Esperanza? ¿Qué del ogro que se llama Amable? ¿Y qué de la señora más oscura que el carbón y que se llama Luz?
Acá en el pueblo la gente se burla de aquel señor que bautizó a sus hijos con números: Uno, Dos, Tres, Cuatro, Cinco y Seis. A mí nunca me dio risa. Al contrario. Tal vez si a mi prima Norma la hubiesen nombrado con un número otro sería su carácter y su modo de ser. Tal vez, sólo digo que tal vez, si la hubiesen bautizado con el nombre de Seis, ella se levantaría a esa hora. Pero, ¿quién sabe? La tía Eusebia se queja de que su hija está todo el día botadota en la cama y se levanta a las cinco o seis de la tarde, sin llamarse Seis.
El nombre de Norma no es el más bonito del mundo ni el más bondadoso. Tal vez por esto, la Norma más famosa del mundo cambió su nombre por el más sencillo de Marilyn Monroe. El nombre de Norma tiene un No injertado; en cambio el otro lleva un Mar por delante. Pero, tal vez, Norma J. Baker (Marilyn Monroe) no se hubiese ahogado tan joven en el Mar de su nombre si hubiese seguido usado su nombre de pila, el simple y contradictorio Norma.