domingo, 24 de noviembre de 2013
IMAGINÁ QUE TE LLAMÁS ABISMO
Imaginá que te llamás abismo, que sos abismo, que perseverás en tu vocación de vacío. ¿Con qué llena el abismo su cicatriz eterna?
Imaginá que el agua de la luna es una mera hipótesis de vida y que la tierra de la Tierra es un mero pretexto para que las arterias se mantengan tibias.
Imaginá que la gente de una orilla siempre cree que la felicidad está en la orilla ajena. Pero como vos te interponés todo es una utopía.
Imaginá que, en las tardes, la gente de una orilla se sienta a contemplar la otra orilla y que la gente de ésta hace lo mismo que sus vecinos. Imaginá que siempre hay como un viento de nostalgia y de deseo, como una corriente donde se precipita la frustración. Nunca estamos a gusto con lo que tenemos. Por esto, vos serás la diferencia, vos te sentirás orgulloso de tu madrugada donde se enreda el vértigo y la incertidumbre.
Imaginá que tus límites no son los bordes del abismo sino la alegoría de la incandescencia. Porque si alzás la vista siempre hallarás otro abismo, sólo que éste siempre está lleno de luz y de misterio. ¿Hasta dónde alcanza el infinito?
Imaginá que sos primo hermano de la cárcel y del ataúd. Imaginá que el miedo no es más que una sombra jugando a las escondidas y que los picos blancos de las garzas son los pañuelos con que se despide la incertidumbre.
No dejés el socavón para la tarde, ni abandonés el conjuro para la madrugada. Convertí la amenaza en esperanza y la sangre en el rezo para la tarde.
Imaginá que sos abismo. Que tu grito es la advertencia de la catástrofe y que la aureola siempre corona el tañido de la campana.
Imaginá que tu cuerpo está lleno de aire y más aire y que sólo las aves son como el punto seguido de tu conversación con Dios. Imaginalo, puede ser que en cualquier instante, el destino te conceda la gracia del aljibe y del pozo.