domingo, 10 de noviembre de 2013

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE EL CIELO SE CONVIERTE EN NUBE





Todo mundo dirá que esta imagen es común. ¿Qué de novedoso puede tener que una muchacha bonita vea una mesa con libros? ¿Qué de novedoso que un grupo de muchachos curioseen y revisen libros? ¡En todo mundo esto es una imagen común! Pero, si advertimos que en Comitán son escasas las oportunidades de acercarnos a libros de esta manera, comenzaremos a notar que esta fotografía tiene algo de un tinte infrecuente.
Por primera vez se realizó en Comitán el ¡Festival del libro y la palabra! Me encanta la idea de que la mesa (donde colocamos el pan nuestro de cada día) esté llena de libros. Los comitecos, por lo regular, tenemos las mesas llenas de botanas y bebidas. Por la mañana nos sentamos ante la mesa y rendimos honores al atol de granillo, a los huevos revueltos con ejote, a los frijolitos de la olla o refritos con chile de Simojovel (¿por qué será que no todas las ciudades de Chiapas también tienen su chile? ¿Por qué sólo Simojovel?). A la hora de la comida, los comitecos llenamos la mesa con una riquísima olla podrida o con un plato de chicharrón de hebra, con chanfaina, tortillas recién salidas del comal y cervezas bien heladas. En la noche... ¡ah, en la noche, el espíritu de la mesa se agranda con una taza de café bien caliente y pan de “Las Torres”! Los comitecos disfrutamos la vida, por esto nuestras mesas las llenamos con granitos de luz, todos los días. ¿Y el libro? ¿Ni como postre?
No es común que las mesas estén llenas de libros. Por esto, la imagen donde, en primer plano está Sandra, ¡no es común! No sé si ya advirtieron que en la mesa, así como no quiere la cosa, está colocada una pirámide que tiene la efigie de Rosario, ¡la nuestra! ¿Ya vieron también que los ojos de Rosario están en la parte superior del exhibidor? El corredor de ladrillos rojos corresponde al Centro Cultural que lleva el nombre de la escritora. Por primera vez, Rosario, con su mirada y con sus deseos, se apoderó de lo que por esencia le corresponde. El sentido común dicta que la casa de Rosario debe estar llena de chunches relacionados con ella, pero no siempre es así. Por esto, la fotografía donde aparece la muchacha bonita es infrecuente. No porque las muchachas bonitas no sean el pan nuestro de cada tarde en Comitán, sino porque el libro no es la mariposa que aletee todas las mañanas.
En Comitán ¡las librerías son escasas! Escasos los sueños envueltos en papel. Por lo regular, el papel nos sirve para envolver el kilo de retazo que comerá el perro o para envolver toneladas de chismes que nos quieren hacer pasar por críticas “constructivas”. El papel nos sirve, sí, para lo que el lector está pensando. Como no tenemos la costumbre de ver mesas rebosantes de libros, no sabemos bien a bien que el papel también puede servir para envolver ramas de árboles que se llaman imaginación. Sólo unos cuantos están acostumbrados a ver los libros. La muchacha bonita, la niña del primer plano, sí tiene la costumbre, por esto sus brazos están en posición de descanso o tal vez en posición de cierta represión. Si ella soltara sus brazos como el ave suelta sus alas volaría de manera intensa tomando un libro por aquí y otro por allá y, a veces, la paga es escasa. Pero, casi estoy seguro, en esa mochila que lleva en la espalda, ella lleva un libro. Ella no carga piedras, ella carga nubes, siempre lo ha hecho. Por esto, su mirada tiene algo de la mirada de Rosario. Ambas miradas son armoniosas, están complacidas. ¡Cómo no lo van a estar! ¡La casa de Rosario, al fin, tiene libros en sus corredores!
Una vez entrevisté a Fabio Morábito, enormísimo poeta, y le pregunté su opinión acerca de un corredor. Él pensó que me refería al practicante de la carrera, yo, tontito, pensaba en este espacio: el corredor de una casa. Desde entonces, el concepto me confunde. ¿Por qué se llama corredor ese espacio de la casa que, en Comitán, siempre está lleno de helechos y de colas de quetzal? ¿Por qué se llama corredor un espacio que está destinado al sosiego y a la armonía? La niña bonita de esta foto ¡no corre! Al contrario, ella es la imagen del ángel antes de abrir el aire. Ella es el aire, pero es un aire que apenas mueve la hoja del árbol, la hoja del libro.