domingo, 17 de noviembre de 2013

LOS DE VENADO





¿Alguna calle de La India? ¿Benares? ¿El hombre contempla el río Ganges? ¡Uf!, perdón por tanta pregunta, pero hago la última: ¿este hombre que está sentado en posición de flor de loto es un gurú? No lo creo. Hay algunos indicios que obligan a pensar que es un mortal común y corriente: la cachucha de algún equipo de béisbol de los Estados Unidos, el cubrebocas (que él usa como cubrecogote), el desenfado con que coloca las manos sobre los muslos y la mirada perdida en un punto. Se nota que no está en trance, que no está en meditación, sino que anda hurgando en vidas ajenas. Tal vez está viendo a la mujer de pantalón de mezclilla, que está parada junto a la caja de huevos. ¡Sí, es un simple mortal! Un mortal común y corriente que se adueñó de la banqueta. Sí, es un taquero, común y corriente. ¿Ya vieron su puesto de tacos? ¿Ya vieron el cilindro de gas, todo deteriorado? ¿Vieron cómo en el cabezal del cilindro hay un vaso de unisel y una llave de esas que llaman “pericas”? ¿Ya vieron cómo todo está improvisado, con una improvisación de tercer mundo?
Lo único que alía esta imagen con alguna de Benares es la tristeza de agua que refleja. La olla de aluminio (¿es de aluminio?) es el recipiente que usa para llevar la carne que, en la taquera, desmenuza para preparar los tacos. Pero (¡hombre práctico!) luego la usa para sostener la hielera de plástico donde coloca los refrescos, las pepsis y las manzanitas.
¿Ya vieron los pedazos de papel estraza que le sirve para envolver los tacos que le piden “para llevar”? Todos los fierros que aparecen en la foto están llenos de herrumbre y oxidados. El propio lazo que le sirve para sostener una frágil lona con la que improvisa un techo también tiene un aire de tristeza. La imagen es triste. Tal vez la tristeza proviene de ese reflejo de la calle que es como un Ganges flaco y deshilachado.
El hombre está en actitud de espera. Mientras los clientes llegan él mira la calle. Algún conocido pasa y le grita: “¿ya están los de venado?”. Otro pasa y le grita: “¿Tiene de chorizo?”, y el gurú del barrio de Jesusito alburea: “Está listo para tu antojo”.
El Departamento de Salud le obliga a usar un cubrebocas, un cubrebocas que él recicla una y otra vez. La cachucha es el remplazo del gorro del chef. ¡Estamos en México y todo se vale! El detalle coqueto es el mandil blanco que usa. La carne la cubre con un plástico, para evitar el polvo. Pero, ¡lo he visto!, luego sirve la orden en platos de plástico sobre una mesa que está al lado de la banqueta, sobre la calle y ahí pasan los autos a cada rato y levantan polvo. ¿Con qué, el comensal cubre los tacos que se lleva a la boca?
El otro día, Manuel me invitó: “¿Nos echamos unos tacos de muerte lenta?”, y me llevó al changarro del gurú. Él hombre estaba en la posición que se ve acá en la fotografía, apoyó sus manos sobre la banqueta y se incorporó. Yo sufrí una decepción, pensé que se levantaría sin apoyar sus manos sobre el piso, sobre el piso asqueroso. Manuel pidió una orden. Vi cómo el hombre tomó la tortilla con su mano y llenó aquella con un puñito de carne y cebolla. A esa hora, como si en el pedido de la orden, yo también hubiese recibido una orden divina me paré (ya estábamos sentados ante la mesa de plástico) y contesté el celular (como si hubiese recibido una llamada) y dije que me estaban buscando en la oficina, me despedí y dejé a Manuel que comiera sus tacos, los tacos del gurú de Jesusito.