sábado, 21 de junio de 2014

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO EL AIRE SIMPLIFICA LA RESPIRACIÓN



Con un abrazo respetuoso para el Doctor Nelson,
por la ausencia física de su papá.


Querida Mariana: el mundo del Internet nos regala términos insólitos. “Google” es el buscador más famoso de páginas electrónicas. Ahora existe gente que usa el término “guglear” como sinónimo de búsqueda. Se ha convertido (por obra y gracia de los internautas) en un verbo: yo gugleo, vos gugleás… ¡todos gugleamos! Se presupone que todo aquel que guglea ¡halla lo que busca! ¡Es una maravilla!
Otro término simpático es el de “meme”. ¿Qué es un meme? En mis tiempos de niño, acá en Comitán, mis papás decían que ya era hora de “ir a hacer la meme” cuando era hora de dormir. Ahora, hacer “meme” es “subir” una fotografía al “Facebook” con algún comentario chusco. Cada vez más gente hace memes. ¡Ningún famoso se salva de los memes!
Ahora, con la efervescencia del fútbol, el Internet se ha plagado de memes. Sé que casi no ves partidos de fútbol, pero estás enterada de que la selección de España ya fue eliminada del Mundial. España perdió contra Holanda y contra Chile. Los memes no se hicieron esperar. Existen unos que son de diseño impecable, otros son más burdos, pero todos llevan la intención de burlarse de una situación o de una persona. Uno de los memes que le dedicaron a la selección española mostraba dos corcholatas. ¿Recordás cómo en ocasiones las empresas refresqueras lanzan promociones donde abrís la botella y buscás un premio en el reverso de la corcholata? En este meme aparece una corcholata con la imagen del Mundial de Brasil en el anverso y en el reverso la bandera de España con la frase: Gracias por participar. Pura chunga, pura longaniza, puro cachete de cuch.
Ahora todo mundo guglea. Los maestros de escuelas están preocupados porque ahora sus estudiantes se la pasan gugleando. En mis tiempos si copiábamos nos pegaban. Ahora, los estudiantes copian y pegan (copy paste) y exigen diez de calificación.
Hace veinte años nadie usaba el término tutorial. O bueno, sí se usaba pero era un término muy poco usado. Ahora, todo mundo lo emplea. El tutorial hace las veces de maestro. En el Internet hay millones de tutoriales; es decir, millones de páginas donde se enseña cómo hacer las cosas. Los viejos nos asombramos porque hay tutoriales para todo. Mi mamá teje desde toda la vida, gracias a Dios lo sigue haciendo. En los inicios aprendió de una maestra, luego lo hizo a través de revistas y hoy, ¡bendito Dios!, lo hace a través de tutoriales. A veces, en las tardes, mi Paty le pone una silla al lado de la computadora y veo a las dos siguiendo las instrucciones que dicta un “tutorial” para lograr una nueva “puntada” (¡ah, qué buena ídem!).
Vos sabés que este año México conmemora los centenarios de nacimiento de dos poetas: Octavio Paz y Efraín Huerta (el maravilloso cocodrilo).
A propósito de México y del Mundial, el otro día vi un video en Internet donde un grupo de mexicanos hace una broma a un grupo de argentinos. Uno de los jugadores más famosos del mundo es el argentino Lionel Messi. Pues colgándose de esa fama, el grupo de mexicanos, con trompetas y camisetas de La Verde, gritan: “Messi, Messi, Messi”. Las argentinas (con su playera albiceleste) se emocionan, se unen al grupo, suben los brazos y a coro gritan: “Messi, Messi, Messi”, cuando más emocionadas están, los mexicanos le agregan al coro: “Messico, Messico, Messico”. Las muchachas argentinas ríen, saben que cayeron en la broma.
Ya te conté que en mis tiempos el noviazgo no era una etapa sencilla. En los años sesenta, ¡todavía!, las muchachas no “caían” a la primera, como ahora. Había que seguir un protocolo de cortejo antes de andar de “manita sudada”. Hasta los diecisiete años yo no había besado a mujer alguna (digo, así de fajecín). Por lo tanto, siempre anduve con la duda de cómo besar bien a una muchacha. Mario (quien era mi amigo cercano) me instruía porque él ya había tenido novia. Pegaba, sobre la ventana, un recorte de periódico donde estaba la imagen de la cara de una mujer (la mayoría de veces era la imagen de una artista del cine nacional o internacional) y me enseñaba a pegar los labios sobre los labios del recorte, a sacar la lengua y repasarla sobre el labio inferior de ella, y a imaginar que metía la lengua en medio de la boca de ella. ¡Dios mío! Terminaba yo con la boca seca y con el sabor jodido del papel periódico. Cuando me quejé, Mario (quien ya dije que era un amigo muy consentidor) me llevó a su casa para que jugáramos con su sobrinita María, quien tenía dos o tres años. Mario llamaba a María y nos poníamos a cantar y a jugar rondas, cuando nos agotábamos, iba por limonadas y nos sentábamos a mitad del patio, entonces agarraba a su sobrinita y le llenaba la carita de besos y decía que eso era besar, pero yo sabía que eso era amor y yo me consumía en deseo. No encontraba manera de aprender a besar. Ni siquiera pagando se podía aprender. Las putas abrían las piernas pero no besaban, lo tenían prohibido. Por esto, a veces, Mario y yo íbamos al cine y nos sentábamos detrás de una pareja de novios, cuando las luces se apagaban y la proyección iniciaba, nosotros, en lugar de ver la película, mirábamos a la pareja, y rogábamos a Dios que se dieran un buen faje para ver cómo le hacían. A veces (tontos) nos perdíamos el faje que se daban los actores en la pantalla.
El otro día hallé mil tutoriales donde se enseña cómo depilarse el vello púbico; diez mil ochocientos tutoriales para que los hombres aprendan a masturbarse; doce mil tutoriales de masturbación femenina; diez mil videos para aprender a besar a una mujer por primera vez.
¡Ay, señor! Mi adolescencia estuvo coja, no tuvo tutoriales para que yo aprendiera a “besar rico”, a “besar bien con lengua”. Ahora, en Internet, dos chavos dan las instrucciones paso por paso. Ahora, todo es más fácil. Veo que muchas muchachas están dispuestas a ser la pareja para la práctica.
El otro día fui a casa de Mario (ambos ya somos viejos de más de cincuenta y cinco años). Ahí estaba María (quien se casó, tuvo tres hijos y se divorció). Ahora es una mujer muy bella, como de cuarenta años. Mientras platicábamos en el corredor de su casa, tomando una limonada, salió en la plática lo del beso. Cuando se hizo un silencio en la plática, me vio y preguntó: “¿y ya aprendiste a besar?”. Yo me puse todo colorado y admití que no sé. “Cuando querás te enseño”, dijo y siguió tomando su limonada. Mario que me conoce, me dijo: “Ya, ya, tranquilo, es una broma” y María insistió en la broma: “No, Alex, es en serio, cuando querás te enseño” y mojó su labio inferior con su lengua. No me quedó más que seguir la broma: “mirá lo que hicimos de vos, con tanto beso que te dimos”, le dije y reímos, mientras el viento azotaba las ramas de un pino enorme. “Va a llover”, dijo Mario y entramos a la sala.
Pero no todo es baba ni cachondería. Te contaba que México conmemora el centenario de nacimiento de dos grandes poetas. Ya se dijo que el país es un país con bajos índices de lectura. No estamos acostumbrados a leer, a muchos les parece una actividad aburrida. Es una pena que piensen eso, porque, en realidad, la lectura es una actividad riquísima. En México se lee poco y la poesía lleva el primer lugar en el estante de las ausencias. Y digo que es una pena porque la poesía tiene su grado de cachondería. Si yo hubiese sabido que, como dice la escritora Isabel Allende, el punto G está en el oído, ¡otra cosa habría sido mi juventud!
Hoy sé que muchas mujeres abren los labios gracias al verbo. Las mujeres siempre agradecen una palabra bien dicha; sueñan con los versos de algún poema alto. La palabra es la llave que corrobora el dicho de “verbo mata carita” (aunque muchos dicen que “cartera mata verbo”).
La poesía es altísima, pero también corre, como niña, en medio del campo y de los trigales. La poesía también es cachonda, sublime y juguetona. A veces se esconde debajo de las piedras, pero a veces vuela como papalote con los cachetes inflados por el viento de Nicalococ.
Un día, Efraín Huerta jugó a escribir Poemínimos (que son como “memes” de la inteligencia). Los poemínimos son agudos y chispeantes.
¿Conocés el poemínimo que se llama “Plagio CCC (prensa)”? ¿No? Ah, es como una serpentina. Acá te lo copio:
“Lo de menos
Es que sea
El cuarto poder
Lo que importa
Es poder
En el cuarto.”
¿Mirás qué prodigio verbal? En muy pocas líneas (apenas seis), en muy pocas palabras (apenas diecisiete), se dice todo un mundo con una gracia incontenible.
¿Te gustó? Acá va otro que se llama “La contra”
“Nomás
Por joder
Yo voy
A resucitar
Entre
Los
Vivos.”
El poeta Efraín Huerta le da la torcedura a las cosas mínimas y las engrandece. Su poesía llena de gracia a las palabras, las llena de un aire que las hace volar sin artificios. Tal vez sea una bobera lo que escribiré, pero, la poesía es como un gran tutorial para la vida, para navegar por ríos de agua limpia.
¿Cómo aprender a besar? ¡Besando! No se aprende a besar con recortes de periódico (¡qué bobera!). Se aprende a besar con la complicidad de la pareja. Es preciso enredar las lenguas y dejar que ese sabor de fruta madura, que dice García Márquez, se mezcle y provoque un nuevo aroma, un nuevo aliento.
En un libro de Vargas Llosa, éste cuenta que en España hubo un tiempo en que la Junta de Gobierno de Extremadura promovió un taller de masturbación, en las escuelas. ¡Dios mío, qué absurdo! En intento de quitar el velo de la ignorancia en materia sexual se llegó a “extremos” en Extremadura. ¿Cómo los hombres y mujeres aprenden a masturbarse? ¿Con un tutorial? No, por supuesto que no. Este misterio maravilloso se devela mediante el antiquísimo método del descubrimiento personal.

Posdata: que Dios bendiga a los hombres y mujeres que inventaron el Internet, que los llene de agua bendita. Ese chunche es una maravilla, contiene todo, ¡todo! Nos brinda la gracia de los memes y el conocimiento de los tutoriales, pero, también, ¡maldita la hora!, nos limita en el contacto con los otros humanos, el contacto cercano, el que permite que un hombre se acerque a una muchacha bonita y le diga: “te deseo”, y en ese simple enunciado ella sienta correr una serpiente helada y dulce por su cuerpo, por todo su cuerpo.
No hay un solo tutorial que diga la neta de cómo se aprende a vivir bien. Para aprender a vivir hay que treparse al árbol de la vida y, en medio de rasguños y heridas provocadas por las altas ramas, cortar los mejores frutos, los verdes, los maduros y los podridos.
Ojalá ¡menos contactos virtuales y más contactos reales!