viernes, 20 de junio de 2014

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE SE VE EL HUECO





No siempre es posible observar el hueco. La estética busca eliminar el vacío. Los bustos que están sembrados en las plazas del mundo se asientan por completo en las bases. Así lo dicta el buen gusto, así lo exige la norma mínima. Pero en Comitán las reglas se omiten. En el parque de San Sebastián hay un busto con el trasero descubierto. La imagen de la mujer aparece como si estuviese a punto de levantarse.
Este busto corresponde a Josefina García, imagen del mayor mito que se construyó jamás. No existe un solo dato histórico que demuestre la existencia real de esta mujer, pero el mito cuenta que en el instante supremo de la Historia ella ¡apareció! Mientras los hombres dudaron, ella se levantó y dijo que las mujeres irían por delante para consumar la independencia de Chiapas; dijo que los hombres se quedaran al cuidado de sus hijos y ellas, las mujeres, encabezarían la gesta heroica. Un gran mito. A veces es necesario que los pueblos tengan sus héroes y sus heroínas.
Tal vez por esto el hueco. Nos dice que ahí, en el vacío, está la solidez de nuestros actos. Pero, en Comitán se alienta el mito, se le da cuerda y cada año se rememora el acto, tal vez inexistente, donde esta mujer realizó un acto sublime.
Los que saben cuentan que como no existe registro fotográfico de Josefina (porque no existió) a alguien se le ocurrió dar la fotografía de una tía para que el escultor hiciera el busto. Es una pena no conocer el nombre de la mujer real, serviría como un mero aporte a lo insólito. En fin, el escultor cumplió el encargo, modeló el busto a imagen y semejanza de la mujer que prestó su rostro para que apareciera como Josefina, la heroína. El busto, una mañana luminosa, se colocó sobre la base y, con rebumbio de marimba y de cohetes, se inauguró en el parque de La Corregidora. Nombre que lleva la plaza porque en el otro extremo está colocado el busto de Josefa Ortiz de Domínguez (ésta sí mujer de carne y hueso que ayudó a la independencia de México).
Y el busto de Josefina quedó frente al templo de San Sebastián, quedó expuesto ante la mirada sorprendida de quienes se sientan en las bancas de cemento o de quienes juegan una ronda alrededor de la columna. Y así como el rostro quedó expuesto, de igual manera quedó expuesto el hueco del busto y el prodigio asomó: los pajaritos lo emplearon para hacer su nido y dar cobijo a sus criaturitas. ¡Ah, por fin la historia sirvió para hacer patria! Porque la patria necesita de pájaros que inunden con sus cantos los parques de todo el mundo. Acá, las crías están a resguardo de animales depredadores y de los embates de huracanes y de trombas. Acá, las crías de chinitas crecen calientitas, se asoman por debajo del busto y miran cómo los niños comen chicharrines, paletas de chimbo y salvadillo con temperante. Les gusta ver a los niños jugar por los pasillos y a los niños les gusta ver cómo los pajaritos se alimentan del pico de la mamá o del papá.
Los demás bustos del mundo sólo sirven para que los pájaros (cuando son grandes) los caguen. Este busto maravilloso, gracias a que quedó con el hueco expuesto, sirve para que la vida siga. A pesar de su rigidez de bronce el corazón de este busto es de aire y de sombra afectuosa.
Que el universo bendiga el busto de Josefina. Alienta el mito, pero, sobre todo, alimenta la esperanza de la luz.