miércoles, 11 de junio de 2014

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE HAY UN DIÁLOGO MARAVILLOSO




Cuentan que una tarde apareció un bache enorme a mitad de la calle. Cuentan que un vecino puso una alerta. El mundo debería estar agradecido con ese vecino. Porque no se conformó con poner una llanta vieja o una vara de membrillo a mitad del charco. Para alertar a los automovilistas, el vecino usó su ingenio y colocó un anafre de color azul matizado con ocres óxido; le incorporó un tronco metálico, una cabeza y un brazo flexionado. Este brazo permite que el ciclista se orille “a la orilla”. Hasta acá ¡todo bien! Los automovilistas, desde cincuenta metros antes, se enteran que ahí hay un bache y deben eludirlo. Ojalá que en la próxima entrega de Reconocimientos al Valor Ciudadano se entregue una mención especial a este vecino. Pero si esto no fuera posible, porque se sabe que esos reconocimientos van a dar a manos de algún integrante de Organización, porque si no hacen manifestaciones, pintas y plantones, entonces hacemos un llamado muy atento para que se considere al vecino como candidato a recibir un premio en la entrega de reconocimientos al arte urbano.
Decía que todo bien, que todo como si fuese una calle normal. Pero si el lector pone atención verá que en la esquina cruza una camioneta de color amarillo. Y si el lector logra advertirlo, verá que una carita sonríe. Sí, sucede que el fotógrafo fue afortunado y logró ser testigo de un momento prodigioso, el instante en que la carita roja de la alerta le gritó a la carita blanca del camión amarillo. Le gritó un “¡Ey, ey!”. La carita redonda blanca sonrió y preguntó: “¿Qué?”, y la carita roja, antes de que el camión desapareciera, dijo: “mándame unas papitas”. La carita roja ya no supo qué dijo la carita blanca porque el camión ya había desaparecido en la calle.
Es una pena que los camioneros manejen rápido. A veces no se dan cuenta de esos diálogos prodigios que se dan entre pares.
La alerta se quedó como había estado durante dos días seguidos, dos días de lluvias intensas. Se quedó solo, apenas acompañado por algún ciclista o por algún peatón. El vecino que lo puso a mitad de la calle no se preocupó más por él. Cuando su hijo preguntó: “¿no será que tiene sed, papi?”, él dijo que no, agua es lo que le hacía falta. Y nadie podría acusarlo ante Derechos Humanos, primero porque la alerta tiene forma de humano, pero no es humano; y segundo porque no sufrió de insolación ya que esos días estuvo nublado la mayor parte del tiempo.
Los que saben dicen que los baches son como los hongos, salen en cuanto la lluvia aparece. No todos los baches tienen la suerte de este bache consentido. A los baches sólo les toman fotografías cuando son enormes y hacen travesuras mayúsculas, como ese que apareció en Tuxtla y se comió casi entero a un carro que por ahí transitaba. La mayoría de baches pasan inadvertidos, tanto para los fotógrafos como para los automovilistas que, en plena lluvia, caen y dañan llantas y amortiguadores.
Armando dice que los baches tienen un halo especial ya que, como si tuviesen un mecanismo automático, provocan palabras altisonantes en cuanto algún automovilista cae en sus trampas. Los baches son como fantasmas. Cuando alguna autoridad se acomide a cubrirlos, los baches desaparecen como por arte de magia. Al igual que los tzizimes se resguardan en la otredad y aparecen sólo cuando comienza la temporada de lluvias. Los baches sueñan con ser tzizimes algún día, les gustaría tanto volar, pero esto ¡no es posible!
Es una pena que el diálogo entre la carita feliz y la carita roja se haya interrumpido. Hubiese sido tan interesante escuchar un poco más, algo como “a que no puedes comer solo una”, y esto sería verdad porque comer papitas doradas a mitad de la calle en plena lluvia es complicado.