domingo, 8 de junio de 2014
LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE LAS ERRES SON GENEROSAS
Es clásico el chiste. Llega el hombre y dice: doctor, no puedo decir perro. Cómo no, ya lo está diciendo. No, no, dice el hombre, perro sí, perro la palabra perro ¡no!
Hay personas que no pueden pronunciar la ere y todo lo pronuncian con erre. Tal vez el rotulista de este anuncio tiene el mismo problema. Y es que su lógica le indicó que si suena “redila” hay una erre arrastrada al principio. Otra cosa fue cuando tuvo que escribir “estructura”, ahí no se equivocó porque la ere suena como línea de aire y no como un panzer alemán.
Mi maestro Enrique García Cuéllar me enseñó a ser tolerante con este tipo de anuncios. Los rotulistas de anuncios callejeros se hicieron en la calle, al trochi mochi. No se justifica, pero se tolera el anuncio hecho, si no con las patas, sí con una ignorancia supina. Lo que mi maestro no toleraba (y que se da con una frecuencia avasallante) son los errores gramaticales en instituciones superiores. A veces leemos anuncios de universidades que contienen errores garrafales. ¡Esto sí es inadmisible! Los anuncios callejeros tienen la (des)gracia de estar soportados en nuestro sistema educativo. Se sabe que nadie escribe el texto perfecto y que todo mundo está expuesto a resbalar en cualquier línea. Se sabe que el dominio de un idioma es un terreno jabonoso. El lenguaje es muy complejo. Sólo los muy doctos pueden presumir de un manejo limpio del uso del lenguaje y, aún a éstos se les va la cabra al monte, de vez en vez.
Somos tolerantes, hasta que nos damos cuenta de que estos anuncios son como tareas escritas en pizarrones que tardan mucho tiempo en borrarse. El niño que pasa una y otra vez por esa calle y lee este letrero terminará escribiendo redila con la doble erre. Esto sí es una desgracia, pero nuestro país está plagado de estas desgracias que, en ánimo de tolerancia, festejamos y lo volvemos fiesta. Cualquiera podrá pensar que esta redila no es cualquier redila, si tiene reforzada la erre es porque es una redila blindada que resguarda a los bueyes más güeyes; o tiene la erre reforzada porque siempre lleva a gente muy arrecha.
¿Y qué podemos decir del etcétera que acá tiene más puntos que una herida costurada? ¿Cómo se lee? ¿Epunto-tepunto-cepunto?
El letrero fue pintado por un rotulista generoso, que no cobra por letra, porque si cobrara por letra sería un rotulista caro. Se nota, por la modestia del soporte de madera, que es un rotulista baratero. Es tal su generosidad que no duda en regalar eres y puntos, tal vez porque el universo necesita más puntos para unirlos y formar líneas, líneas que construyan edificios.
Mi maestro me enseñó a ser tolerante ante los rotulistas analfabetos y a ser intolerante ante los profesionistas que escriben con las patas. ¡Soy tolerante! ¿Qué más queda hacer en este país donde hasta los libros de texto gratuitos tienen errores?