lunes, 9 de junio de 2014

CUANDO LAS PIEDRAS Y LOS MUÑECOS ¡HABLAN!




Emilio Gómez Ozuna estuvo en Comitán en días pasados. Convocó a dos actos: una actividad lúdica con títeres (ustedes saben que es un titiritero maravilloso) y a la presentación de un libro de su autoría. Ornán Gómez, organizador del Primer Encuentro Académico Cultural de Educación Básica en la Meseta Comiteca, me invitó a ser uno de los presentadores del libro. Paso copia del textillo que leí:
Emilio Gómez Ozuna escribió un libro. Él dice que es “pepenador de palabras”. ¿En dónde se encuentran las palabras? ¿Tiradas en la tierra? ¿Colgadas en los árboles? ¿Se desplazan, invisibles, por el aire? Las palabras, dice Emilio, también están no sólo debajo de las piedras, sino dentro de las piedras mismas, son el aliento de las piedras.
“Donde las piedras respiran” es el título del libro de Emilio. A partir de hoy, los pepenadores de palabras deberán tener cuidado al levantar una piedra, porque es posible que no hallen poetas, sino el dificultoso ritmo del sapo a la hora que la piedra respira.
¿De qué está formado este libro? Emilio no miente. Está formado de piedritas, algunas más pequeñas que otras; unas más pulidas que otras; unas más llenas de vetas; unas más verdes, más cimiento de ruinas.
Emilio, en efecto, no miente. Ha caminado por muchos caminos y ha pepenado piedras. Piedras que nos recuerdan que el hombre nada es sin el cimiento. Nuestra estructura mental sería nada sin las piedras que le dan sustento. Estas piedras, algunas llenas de polvo, llenas de moho, nos hablan de que hubo un tiempo en que esta región era el hueco sagrado donde la leyenda y la vida sencilla aparecían con la simpleza con que aparecían los fantasmas. En este libro el lector halla una serie de piedras con las que puede empedrar su camino, con las que puede sustituir las nubes. En tiempos en que los oxxos, las supercarreteras con baches, las calles llenas de ambulantes y de protestantes, las casas con espejos de hormigón, el libro de Emilio nos recuerda que hubo un tiempo en que la vida era como una nube que caminaba por nuestros cielos sin apremio.
Emilio nos recuerda que no es bueno el olvido, incluso, nos dice que podemos, con esas piedras, formular un nuevo edificio que preserve la memoria. Este libro está lleno de memoria, de la memoria de Emilio, de su prolijo andar por tantos caminos. Este libro es como una alforja llena de piedras que, contraviniendo toda regla física, respiran como respiran los batracios y los ríos ahora llenos de mierda. Las piedras también respiran. ¿A qué hora, los hombres, recordamos que también debemos respirar? ¿A qué hora recordamos que debemos respirar aires más limpios, menos globalizadores, menos llenos de polución posmoderna?
No solo se trata de que las piedras respiren. Se trata de que lo hagan en cielos libres del humo que vomita la bestia que ahoga el futuro del hombre.
Gracias.