miércoles, 17 de junio de 2015

CARTA A MARIANA, ESCRITA EN BLANDO Y NEGRO



Querida Mariana: ya sé qué pensaste, que soy un tonto y me equivoqué con el título, pero ¡no!, el título no es incorrecto. Hay películas en blando y negro. ¡Son las mejores! Los grandes directores de cine eligen filmar en blanco y negro. ¿Cuál es el encanto de tal propuesta? ¿Un retorno a los orígenes?
Mi generación vivió esa maravillosa época de transición entre el cine en blanco y negro y el glorioso tecnicolor (technicolor). Ahora hay intentos de “colorear” películas clásicas. Los verdaderos cinéfilos saben que eso es una estupidez. ¿Por qué colorear lo que, de inicio, fue blanco y negro? ¡Misterio!
Los fotógrafos también prefieren el blanco y negro para hacer obras artísticas. Falta que los pintores, también, se rebelen contra el color, que es esencia de su vocación, y elijan el blanco y negro para la realización de sus mejores obras. No hablo de dibujo, hablo de pintar en blando y negro.
¿Por qué insisto en blando? Porque mi tío Armando tenía una deficiencia oral y cuando hablaba sacaba la lengua, como si fuese vaca. No podía evitar que su lengua quedara entre sus labios con lo que cuando pronunciaba la palabra blanco se escuchaba como blando. Mario, quien siempre fue un cabrón, molestaba al tío: “Tío, ¿vamos al cine a ver una película en “blando” y negro?”. El tío se emocionaba y decía que sí y cuando pronunciaba el sí se escuchaba como si dijera dí. “Bueno -jodía el Mario- dí o dí”.
Por eso, desde entonces, todos los de casa tenemos nostalgia por el cine en blando y negro. Muchas de las películas que vimos en los cines Comitán y Montebello fueron en blanco y negro. Ya el technicolor estaba en su apogeo y la avalancha nos llegaba como si fuésemos un refugio en las faldas de Los Alpes, pero aún había el resguardo de las películas filmadas en la década del cincuenta.
No puedo imaginar cómo se verían las películas de Chaplin a color; no puedo imaginar a “El ciudadano Kane” a todo color. Todo lo coloreado me hace recordar el rostro empanizado de Michael Jackson, quien quiso volverse technicolor.
Woody Allen eligió el blando y negro para filmar Manhattan, una película bellísima cuyo plus está precisamente en la elección de esos dos colores.
Y si el blando y negro nos remite al origen del cine, también nos puede remitir al origen del universo. El otro día compré una pieza de barro, hecha en Amatenango. Es un jaguar, con sus patas delanteras echadas hacia el frente. El fondo de la pieza es negro y sus manchas son blancas. Rosy dijo que no era un jaguar, que más bien parecía una pantera, por el color, pero Irma dijo que si fuera una pantera tendría que ser completamente negra. Yo sé que la pieza de barro es un jaguar. No me preguntés por qué lo sé, tal vez porque cuando veo la pieza imagino que camino por un sendero a mitad de la noche.
Lo blando refiere a tierno, a suave. El tecnicolor resalta las formas. El blanco y negro de las películas sugiere las formas. Hoy, que estamos inmersos en épocas violentas, no sólo en la vida real sino también en la ficción del cine, recuerdo con complacencia las películas del cine negro, filmadas en blanco y negro. La violencia del cine de los años sesenta, por ejemplo, era una violencia matizada. Uno salía del cine convencido de que había entrado a otra dimensión. Ahora, los espectadores salen del cine manchados de rojo y siguen caminando por senderos pintados de rojo. La violencia de afuera es la misma de adentro. Todo es duro. La magia del cine se ha extraviado y ahora todo es como caminar por las calles de las ciudades broncas.
Me gustaría, querida niña, tener la capacidad para escribir en blando y negro.
El blando y negro es afectuoso. Cuando veo una película filmada en esos colores veo, no mi futuro, sino mi pasado. El blando y negro es un vidente que me vaticina un pasado feliz y eterno.
Sé que vos, Mariana mía, no estás hecha en technicolor. Sos como un recuerdo del Cine Comitán.