domingo, 14 de junio de 2015

UN CUENTO SIMPLE




Esta es una historia sencilla, casi simple. Habla de un perro. Un perro que, de cachorro, tuvo un hogar. Ah, qué alegre se ponía el cachorro cuando su ama, una niña de doce años, lo llamaba. “Nico, Nico”, gritaba la niña desde la puerta del zaguán y Nico brincaba, movía la cola y ladraba de gusto. Nico (cachorro al fin) rascaba una y otra vez la barda hecha con tablones de madera. “Nico, Nico”, la niña volvía a gritar, mientras, ya en la sala de la casa, dejaba su mochila e iba al sitio, donde el cachorro ladraba y rascaba el tablón de madera. “Nico, Nico”, decía la niña, mientras caminaba con rumbo a donde había una baranda. La niña colocaba sus manitas sobre el borde de la baranda, se ponía de puntillas y miraba al perrito que movía su cola como un rehilete. Entonces, la niña abría la verja y Nico saltaba sobre ella. La niña reía, abrazaba a su perrito y le decía cosas cariñosas como: “Nico, Niquito, sos el chuchito más bonito”; “¿A qué no adivinás qué te traje, perrito de los mil soles?”, y, entonces, ella le daba una croqueta especial, que era una croqueta común, pero que le había untado un poco de mermelada de fresa. Ah, porque el postre favorito de Nico era la mermelada, y la de fresa la prefería entre todas las demás mermeladas del mundo.
Nico era feliz en aquella casa. El papá de la niña también lo amaba, dejaba que Nico, a las seis de la tarde, entrara a la casa y se acostara en la alfombra de la sala. Ahí se estaba, recostado al lado de la niña, hasta que ella terminaba de ver el programa de caricaturas. En cuanto la niña apagaba la televisión, Nico abría el hocico para que la niña le pusiera el control remoto entre los dientes y el cachorro se paraba en espera de que la niña, con voz de general, alzara el brazo y dijera: “Al ataque”, el cachorro daba una vuelta a la mesa de centro y luego se paraba de manos y depositaba el control al lado de una caja pintada de Olinalá que su mamá había traído de un viaje.
Nico era feliz en aquella casa. La mamá de la niña también lo amaba, dejaba que Nico, a las ocho y media de la noche, acompañara a la niña a su recámara. Nico se echaba al lado de la cama y, con la cabeza sobre las manitas, esperaba que la mamá acercara una silla y leyera el cuento de la noche. A veces, el perro movía las orejas de un lado para otro, como si estuviera pendiente de lo que iba a suceder a la hora que el ratón subiera a lo alto de la alacena y, al querer tomar una galleta, “se viene, se viene, se viene” decía Elías, su amigo gato, pero antes de que cayera con toda su humanidad de roedor (bueno, esto de humanidad es una exageración) Arcadia, la cotorra australiana, volaba y lo detenía un centímetro antes de que hiciera cataplum. Cuando la niña cerraba los ojos y dormía, el cachorro se paraba y veía cómo la mamá metía las manos de su hija debajo de las colchas y apagaba la luz del buró. Ambos salían sin hacer ruido. La mamá cerraba la puerta y le decía a Nico que ya era hora de dormir, pero antes, Nico saltaba sobre los muslos de la mamá y ésta iba a la cocina, sacaba un puño de croquetas y se las dejaba en el contenedor que siempre estaba al lado de la entrada del estudio del papá de la niña, al lado del otro contenedor (el de color amarillo) que siempre tenía agua, porque a Nico le gustaba mucho beber del agua limpia de ese traste.
Como ya se dieron cuenta, esta es una historia sencilla, casi simple. Cuenta la historia de un perro que un día tuvo un hogar. El perro se llama Nico. Ahora Nico ya no está en casa. El día que un hombre lo raptó ese día cambió su historia. Uf, ni se diga lo que sufrieron la niña y los papás de la niña. La primera noche, cuando la mamá acercó la silla para contarle el cuento, la niña preguntó, con lágrimas en los ojos: “¿Regresará Nico, mamá, regresará?”, y la mamá, también con los ojos aguados, dijo: “No lo sé, hijita, no lo sé”. “¿Rezamos para que aparezca?”, dijo la niña con su vocecita de hoja seca. Esa noche no hubo cuento. Y si no cuento más de la historia es porque prometí contar una historia sencilla, casi simple y no una tragedia, la historia de un perro que se llama Nico. ¿Se llamaba?