viernes, 12 de junio de 2015

TRAVESURAS DE UN NIÑO VIEJO




Le leído varias novelas de Mario Vargas Llosa. Además, me emociona el prólogo que escribió para la edición que recopila todos los cuentos de Julio Cortázar. Sé algo de su vida. Ahora, Mario anda metido, como dijo una periodista, más en el chisme que en el mundo de la literatura. Mario, según las revistas del corazón, rompió su relación con Patricia, su esposa de más de cincuenta años y madre de sus tres hijos. Ahora don Mario (¡válgame Dios!) anda enredado con la Presley, la muchacha bonita que también anduvo con el cantante Julio Iglesias y quien es experta en esos chismes del corazón y de la alcoba.
Precisamente, por estas tardes releo “Pantaleón y las visitadoras”, una novela simpática que da cuenta de una historia que se desarrolla en La Amazonía. A Panta lo comisionan para que eche a andar el grupo de las visitadoras, que no es otra cosa que un grupo de prostitutas que deben dar servicio a militares que permanecen en la selva. La novela es disfrutable a más no poder.
Me gustó el discurso que Mario dio la noche en que recibió el Premio Nobel de Literatura. Ahí habló de Patricia y le hizo un elogio, dijo que ella le recriminaba, porque no sabía hacer otra cosa más que escribir, y Mario, de muy buen humor, dijo que eso era un elogio. Si, muchos escritores, igual que Mario son torpes para todo aquello que no tenga que ver con la lectura y con la escritura. ¿Cambiar un tornillo? ¡Por el amor de Dios, eso no es posible! Los escritores, como Mario, solo saben leer y escribir, son verdaderos alfabetos y en sus manos y en sus corazones no caben más letras.
Leí, hace tiempo “La tía Julia y el escribidor” y antes, mucho antes, tal vez cuando estudiaba en la Universidad Nacional Autónoma de México, leí “Los cachorros”. En épocas más recientes leí otra novela muy disfrutable que se llama “Los cuadernos de don Rigoberto”, una novela calificada de erótica, que cuenta, sobre todo, la historia de un niño llamado Fonchito y la relación con su madrastra. El niño (¡ah, pillo maravilloso!) es un admirador de la obra del pintor austriaco Egon Shiele, pintor que, con líneas puras y exactas, dibujó el cuerpo femenino como pocos pintores lo han hecho.
En todas las novelas de Mario he encontrado historias de amor y de cama. Es experto en cuestiones amatorias. Ahora parece que no todo ha sido pura ficción. Tal vez alguien recuerda cuando, en el estreno de una película, Mario se fue en contra de su gran amigo Gabriel García Márquez y le metió un puñetazo que amorató el ojo de Gabo. Los más cercanos dicen que tal riña fue propiciada porque Gabo metió chisme de faldas en la vida de Patricia y Mario. Es decir, Mario no ha sido una perita en dulce en cuestiones de fidelidad.
Y ahora, ¡Padre Eterno!, a pocos días de celebrar cincuenta años de matrimonio, Mario declara que están separados, y Mario y la Presley aparecen en la portada de una revista del corazón.
Parece que Mario ha decidido ya en su vejez, casi chochez, vivir la literatura.
Ya imagino la novela que en diez años algún escritor escribirá. La vida de Mario ya es vida de novela. Basta que el escritor del futuro tenga la habilidad necesaria para no contar la historia como una telenovela, sino como una telaraña de sentimientos. Los hombres y mujeres estamos hechos de aire y el aire va por todos lados.
En el prólogo a los cuentos de Cortázar, Mario escribe que estuvo con Julio y con Aurora, en Grecia. Los vio tan felices y tan puente, que, cuando regresó a casa, Mario le dijo a Patricia: ¡la pareja perfecta existe! Es Julio y Aurora. Días más tarde, Mario recibió una carta de Julio, donde éste le decía que estaba separándose de Aurora. Mario confiesa haberse sentido “despistado”. Ahora, medio mundo ha quedado despistado, Mario ha hecho lo mismo que Julio hizo.
Ah, lo olvidaba. Cuando fui a Zacatecas, con motivo a un homenaje nacional a nuestro poeta Óscar Oliva, entré a una librería y compré “Travesuras de la niña mala”, otra novela que disfruté en los parques de aquella ciudad, como dijera Gladys Bonifaz, bañada en piedra. Ahí, como en toda la literatura de Mario, hay guiños soberbios al erotismo.
Ya, en algún ensayo, Mario dijo que estos tiempos están cojos porque la gente ha extraviado la oportunidad del erotismo en sus vidas, ahora todo es tan mecánico, tan sin la luz que incendia no sólo los cuerpos sino el espíritu. ¿Qué le hizo la Presley a Mario?
En “Pantaleón y las visitadoras”, Mario menciona el sobrenombre de una meretriz: “Chuchupe”. Se sabe que chuchupe es el nombre de la serpiente más venenosa de la Amazonía.
Ahora que Mario viejo, Mario anciano, anda metido en alcobas más jóvenes alguien dirá que es culpa de alguna chuchupe, de esas víboras que echan a perder matrimonios “consolidados”, por más de cincuenta años. ¡Uf, qué novelón saldrá de la vida de Mario! Dicha novela bien podrá llevar como título: “Travesuras del niño malo”.