viernes, 10 de julio de 2015

HILO DE AGUA QUE ES RÍO




Me gustan las gotas de agua. Lorena Michelle Aguirre es una gota de agua. Me gustan las gotas porque son humildes, debe ser porque están acostumbradas a caer del cielo. Michelle es una gota de agua limpia; cuando canta: ¡levita! Dice que su pasión es la música. ¡Bendita pasión! Se sabe que la música es el arte más cercano al corazón de Dios.
Pero (los gatitos también lo saben) el agua no sólo baja, también sube. Cuando sube lo hace con la dignidad con que Michelle canta. El agua (¡ah, bendita transmutación!) se convierte en vapor cuando asciende. ¡Claro, no podía ser de otra manera! Las lágrimas, cuando fluyen, ¡son agua!, pero ¿en qué se convierten cuando ascienden y viajan por el universo? ¿Hasta dónde llega una lágrima cuando deja de ser agua? Para poder trascender, entonces, es preciso transmutar, volverse otro, algo más cercano a los dioses.
La conocí hace uno o dos años. Era un pequeño pajarito, hoy ha crecido. Era como una tiuca trepada en la rama más baja. Hoy revolotea a mitad de la fronda. Ella puede llegar a ser una gran cantante; es decir, puede dar cauce al río de su pasión. El miércoles la escuché cantar en el escenario del Teatro Junchavín, cerré los ojos (tantito) e imaginé que ella cantaba en los escenarios más importantes del mundo; imaginé que sin alas, pero con la gracia del aire, era una gota que bendecía los cielos. La niña bonita, ya que ama la música y el canto, debe estudiar mucho, cada hora, para que su voz sea como un cristal similar al de la Callas o al de Sole Giménez, de Presuntos Implicados, o superior a la voz que, cuentan, tenía la sirena que casi casi logró seducir a Odiseo. ¡Sí, que su voz sea como la flauta que guíe a la multitud a la gruta donde nace la luz, donde brota el agua, el agua limpia!
Me gustan las gotas de agua (los gatitos también lo saben). Me gustan porque no tienen grietas, porque nunca se fracturan. La gota permanece pulcra, entera, hasta el instante en que, ¡plaf!, agotada se estrella en el suelo. Por ello, los artistas y los gatitos lo saben, los creadores deben permanecer sin estrellarse en el piso. Los artistas deben, como Michelle, levitar, sin dejar de estar en el suelo. Porque lo que los artistas hacen es llover bendiciones para el pueblo. Ella, cuando canta, abre su pecho y muestra su corazón. Lo hace con la generosidad con que las tiucas y chinitas también obsequian su canto.
El miércoles fue como si estuviese en un parque, como si en el parque de San Sebastián me sentara, a mitad de la tarde, y sintiera el viento, y el canto de las aves tocara mi espíritu. Ah, qué sabroso sentí cuando el aleteo de Michelle refrescó la gruta donde el corazón, incansable, levanta un pie y luego el otro, en un ritmo que recuerda el ritual de las primeras danzas, la flama de los primeros cantos.
Lorena Michelle Aguirre es una gota de agua, de agua limpia. Es una niña bella, hasta el momento sin grietas, ni fracturas. Ojalá, Dios permita, siga siendo pasillo, puerta abierta. ¿Qué se necesita para volar los más altos cielos? Constancia, disciplina, entrega. Michelle debe estudiar mucho, que su voz encuentre la mejor senda. Hay todavía algunas notas que, tercas ovejas, ¡rebeldes!, quieren salirse del redil. ¡Ah, qué atrevidas! Lorena puede ser una de las más grandes cantantes del mundo, su sonrisa limpia, su carácter sencillo, así lo auguran. Constancia, disciplina, entrega, sin torcer la senda. Ya está en edad de encontrar el hilo de su identidad, de su voz propia, de su propuesta.
El viernes de la semana pasada, ella pasó a mi oficina y me dijo que cantaría en el Festival de Graduación que organizó el Centro de Asistencia Infantil del DIF, de Comitán. El miércoles, temprano, dejé los pendientes de la oficina y acudí al Teatro, me senté (ya lo dije) como si me sentara en el parque, cerré tantito los ojos y escuché la voz de esa tiuca que toca el corazón como si el sonido fuese agua, gota de agua limpia, sin grietas ni fracturas; gota entera, así, panzudita en su base y delgada en la parte superior. Michelle llovió y, se sabe, cuando la lluvia cae sobre la milpa, ésta crece alta, espigada, llena de oros, sin escombros.
¡Me gustan las gotas de agua!, de agua limpia. Los gatitos lo saben.