domingo, 5 de julio de 2015

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE ESTÁ UN POLLO PORNÓGRAFO




“¡Mamá, mamá, ese pollo está desnudo!”, dijo Martha, desde la ventanilla del carro. El tío Lucas sacó la cabeza y dijo: “Es cierto, pero no es un pollo, es una polla, desde acá le miro su culito”. “¡Cállense! No digan boberas”, dijo la abuela, que iba en el asiento trasero y comía pistaches. Ramiro detuvo el carro, pero ya el animal había desaparecido detrás de una malla de gallinero y se había incorporado a sus demás hermanos. Buscaron el pollo sin plumas, pero ya no apareció. Todos los demás pollos y gallinas sí estaban emplumados.
Martha dijo: “¿Por qué sus papás no le compran un suetercito de plumas?”. La abuela, dejando la cáscara de un pistache sobre su regazo, dijo que esos animalitos crecían así, por alguna deficiencia genética. Vivían encuerados. “¿Y no tienen frío en las noches?”. Sí, sobre todo en noches de invierno. La abuela dijo que una vez tuvo un pollo con esas características y que lo envolvía con trapos por las noches. El tío Lucas dijo que esa polla, porque era polla, era una descarada que con esas tácticas impresionaba a los gallos. Ah, dijo el tío, con diez de esas pollas me hago millonario, monto un espectáculo “sólo para gallos”, con tubo y toda la cosa. La abuela le pegó un coscorrón al tío y le dijo que se callara, que puras burradas decía, que tuviera cuidado que ahí estaba la niña escuchando. El tío rio, se sobó la cabeza y dijo que esa polla parecía sacada del “Play boy”. La abuela estiró de nuevo el brazo para golpearlo en la cabeza, pero el tío se hizo a un lado y soltó una gran carcajada.
Mientras tanto, Ramiro había vuelto a poner en marcha el auto. Ante la novedad del paisaje, olvidaron al pollo desnudo. Cuando llegaron a casa, Martha bajó del carro, corrió a la cocina y le contó a Ricarda que había visto un pollo sin plumas. ¿Como si estuviera listo para la cacerola?, preguntó la sirvienta y Martha dijo que sí, que era como si ya estando sobre una tabla de madera, a punto de ser desguanzada, el pollo, llamado Lázaro, se hubiese levantado y echado a correr. Martha preguntó entonces si el pollo no se quemaba con el sol y Ricarda le contó que una vez un tlacuache (tacuatz le dicen en Comitán) andaba por el gallinero viendo cuál era la gallina más gorda y más sabrosa para echársela al plato. Vio a una zarada que estaba ya a punto de subir al palo para dormir, cuando, de abajo del gallinero, apareció un pollo sin plumas. El tlacuache jamás había visto un animal sin plumas, pensó: “Ah, este pollo ya está listo para la cena”. El tlacuache bajó del árbol y, escondiéndose detrás de los postes, avanzó poco a poco hasta estar a dos o tres metros del animal sin plumas. Iba a lanzarse tras el animal cuando escuchó un lamento: “Ay, ay, ay, no sean malos, devuélvanme mi abrigo”. El tlacuache se intrigó y preguntó: “¿Quién te robó tu abrigo?”. “Ay, no sé, señor, pero ahora iba a ir a una fiesta que ofrece doña Reina, la gallina más gorda de este reino, y mire cómo estoy. Así no puedo ir. Mi abrigo lo tienen en aquel galpón” y señaló una bodega. El tlacuache se relamió la trompa al escuchar que el pollo iba a ir a una fiesta que ofrecía la gallina más gorda del reino. “¿Dices que vas a la fiesta de doña Reina? ¿Por casualidad no sabes a dónde queda su residencia?” y mintió: “Yo también estoy invitado”. “Ah -dijo el pollo sin plumas- si usted me ayuda a recuperar mi abrigo, yo lo guío”. El tlacuache dijo que esperara, que él iría al galpón y le traería su abrigo de plumas. El tlacuache caminó decidido y entró a la bodega. Cinco minutos después, un ejército de gallinas salió cargando el cadáver del tlacuache. El pollo se dejó abrazar, feliz de haber cumplido con la misión. Su abuela salió del gallinero y le dijo que se pusiera su suéter porque ya hacía frío. Los mayores dicen que la moraleja de esta fábula es que toda mujer desnuda es un riesgo para cualquier hombre que se cree gallo con espolones.
A Martha no le gustó el cuento de Ricarda, así que mejor pidió su café con pan y pensó en el pobre pollo de la granja del camino y juró que, a la mañana siguiente, le pediría a su mamá que tejiera un suéter, color azul, para que protegieran al pobre pollo sin plumas.