domingo, 12 de julio de 2015

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE ESTÁ UN PERRO




Es un perro, un simple perro. Por favor, nadie quiera ver un simbolismo. En efecto, el busto corresponde a doña Josefa Ortiz de Domínguez y el perro es negro, pero es una simple coincidencia en estos tiempos negros, en estos tiempos perros.
El perro está a la mitad, en el centro, del kiosco del parque de La Corregidora, en Comitán. Pero, insisto, es un simple perro que ve el busto. Si la figura, también, parece ver al perro, es otra coincidencia.
El hecho de que el perro sea negro nada dice. Así como fue un perro negro el que acá aparece, bien pudo ser blanco, café o moteado. Fue negro, porque negro es el perro que esa tarde (soleada) se detuvo a ver la base del busto, el busto mismo.
Si no se ven personas es porque era una hora en que el parque estaba vacío. Sucede con frecuencia. El vacío tampoco, por favor, fue señal de algo. Fue, simplemente, otra coincidencia. La gente, sin duda, estaba en otro espacio, tal vez en sus casas, comiendo o preparando la comida; los jóvenes, tal vez, estaban preparando la mochila para salir de clases e ir a su casa a comer lo que sus mamás habían preparado.
¿Había pájaros? Tampoco. Todo estaba envuelto en un gran silencio. Pero, esto tampoco era una señal nefasta. Ocurre, de vez en vez, que los pájaros se aburren de estar en los parques y vuelan por cielos más libres. Van a los campos, ahí donde abundan los gusanos. El hecho de que ahora mencione a los gusanos, tampoco tiene algo que ver con estos tiempos. Es simplemente (todo mundo lo sabe) una mera mención de que a los pajaritos les gusta comer gusanos. Y el hecho de que las aves coman gusanos tampoco es metáfora de algo más complejo. No, la vida es sencilla, simple, tan simple como esta imagen donde un perro negro es lo único que tiene vida. Todo era un gran silencio. El perro negro, casi una sombra, estaba a mitad del kiosco y miraba hacia donde el busto de La Corregidora permanecía mudo, inmutable. Bueno, esto tampoco significa algo. Los bustos siempre están como ausentes. No gritan, apenas, cuando alguien los observa, musitan algo, cuentan un fragmento de su historia. Si un espectador (claro, alguien que no sea un perro) ve un busto hace una lectura y reconoce algún pasaje por el que esa imagen está inmortalizada en bronce. Acá, el perro no puede hacer alguna lectura, porque, ya se dijo, es un simple perro, pero la imagen bien podría decir: “¡Yo soy La Corregidora, yo ayudé a liberar la patria!”, pero como acá nadie hay, más que el perro, el bronce permanece callado, casi mudo. Y si esa tarde todo estaba ausente, tampoco fue una metáfora de estos tiempos. Sucede que hay momentos en que los parques se quedan vacíos y sólo, por pura casualidad, un perro se sienta a mitad de los kioscos. Si el perro que acá se ve es negro, no es más que una mera casualidad, una mera figura azarosa. Nada tuvo que ver con estos tiempos.