lunes, 7 de septiembre de 2015

POR LOS CIELOS DE LOS CIELOS




A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como un bisturí y mujeres que son como una nube.
A una mujer nube ningún amante la satisface porque éste no puede prometerle bajarle las estrellas. ¿Para qué quiere una estrella la mujer nube? ¡Para nada! A la mujer nube le basta alargar la mano para tener a la ídem todas las estrellas de la Vía Láctea. De igual manera es difícil invitarla al mar o al bosque para un picnic. El amante de una mujer nube debe entender que ella está acostumbrada a viajar por uno y otro lado sin que algo la estorbe, viaja a donde el viento la conduce. Llora a cada rato, es comprensible: siempre está llena de agua.
Tampoco se puede jugar con ella a encontrar formas a las nubes. Se pondrá furiosa pues pensará que el amado está coqueteando con las demás nubes. Nunca se le puede decir, por ejemplo: “Aquella nube tiene forma de pez”, porque ella odia todo lo que viene del mar. Los científicos no lo han documentado con profusión, pero lo cierto es que todo lo que vive en el cielo odia lo que vive en el mar. Y esto se debe a la prepotencia de los peces voladores que no se conforman con nadar. ¿Cuándo han visto que un ave nade? Lo más que hacen las gaviotas es darse un chapuzón para coger algún atún. La mujer nube se pregunta siempre: ¿Por qué las estrellas de mar plagiaron ese nombre celeste? ¿No pudieron llamarse pulpos de arena o cefalópodos arenilleros?
¿Cómo entonces seducir a una mujer nube? Bueno, lo primero que debe tomarse en cuenta es que nunca debe decírsele que está pachoncita o que se parece a un algodón de París. Por la tendencia de moda ahora las nubes tienden a ser delgadas y casi etéreas.
Se le puede contar chistes y ella, botada de la risa, echa chisguetes de agua, como si sufriera incontinencia, pero esto no le molesta, porque a final de cuentas le sirve como válvula de escape para que no se sienta como modelo de Botero. La mujer nube tiende a ser muy sociable y se mueve en grupos. De hecho, el dicho de que “toda mujer va acompañada por otra al baño”, se aplica perfectamente a ella: “Toda mujer nube llueve acompañada por otras”. Siempre viaja en grupo.
El cielo de Comitán tiene la característica de estar limpio de nubes con inusitada frecuencia. Esto sólo significa que la mujer nube es escasa. Si el amado no logra seducirla, la mujer nube viaja con rumbo a la Selva. Ahí se estaciona sobre los árboles altísimos y desahoga sus frustraciones.
En síntesis, la mujer nube desea un hombre que sea no un águila sino un humilde papalote hecho con papel de china. Con esto queda perfectamente explicado el poder de la mujer nube, porque cuando algo le molesta, de inmediato lanza rayos y centellas o, simplemente, orina y el papel de china se deshace.
No obstante que está acostumbrada a vivir en medio del aire y levita como lama del Tibet necesita el afecto de algo terreno. Esto es así porque su vocación está definida por el servicio que brinda a los terrícolas. Ella (qué contradicción) no justifica su existencia por su vuelo sino porque alguien, en la Tierra, la ve volar o da gracias a Dios cuando llueve sobre las milpas.
Toda ella es armonía, siempre y cuando no la hagan enojar. Ya se dijo que ella, fuera de sí, lanza rayos y centellas y provoca inundaciones.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como la realidad metida en un túnel de sueño y mujeres que son como la página del libro que nunca se acaba.