miércoles, 9 de septiembre de 2015
SERÉ TU AMA
La mujer bajó de la camioneta y pidió ver al rotulista. Un joven que pintaba una manta en el piso, sin levantar la vista, gritó: “Moncho, te buscan”. Moncho sacó la cabeza, detrás de una puerta y preguntó: “¿Qué quieren?”. El joven iba a hablar, pero la mujer dijo: “Quiero que me pinte un letrero”. Moncho salió por completo, se limpiaba las manos con un poco de thiner y un pedazo de estopa. La mujer le mostró la camioneta estacionada. La mujer vestía botas (llenas de lodo) y tenía las cejas unidas, como las tenía Frida Kahlo. En la cadera derecha llevaba colgado un fuete. Moncho titubeó y dijo: “Ay, jefecita, llegó en mal momento”. “No -dijo la mujer- vos sos el que está en mal momento”. Moncho sonrió y preguntó: “¿Qué va a decir?”. La mujer salió, esperó que Moncho hiciera lo mismo y, con el fuete, señaló la parte trasera de la camioneta: “Quiero que diga: ¡Seré tu ama!”. “¿Nada más?”, preguntó Moncho y tiró el pedazo de estopa. La mujer se acercó al rotulista y lo señaló en el pecho con el fuete: “Quiero que sea con letras rojas”.
En este país los choferes de camiones y camionetas tienen costumbre de colocar letreros en las defensas, en los toldos, en los laterales, en todas partes. Es una manera de personalizarlos y, además, una forma de mostrar algo de la personalidad del propietario. Los creyentes colocan: “Si no regreso, ya estoy con Dios”. ¡Dios mío! ¿Quién sube a un colectivo que tiene tan funesto mensaje? Los calientes libidinosos mandan a rotular: “¿Qué sientes cuando me voy?”. ¡Qué letrero tan vulgar y tan de doble sentido! Los cínicos escriben: “No te quedas, ¡me alejo!”.
La mujer dijo que regresaba en dos horas y dejó un billete de cien sobre la mesa de madera adornada con manchas de mil colores. El joven rió y dijo que la vieja era bragada y la imitó: “Vuelvo en dos horas, que ya esté listo” y luego, con voz de loro enojado, agregó que Moncho se había topado con su ama. No, dijo Moncho, a mí nadie me manda. El joven se paró y dijo: “¿No? ¿Y por qué temblaste ante la doña?” y agregó que ya le quedaba menos tiempo, que se apurara, porque la doña estaba a punto de volver y que se acordara del fuete. Moncho tomó un bote de pintura roja, una brocha media y delineó las letras: “¡Seré tu ama!”, luego con la pericia de tantos años, comenzó a repintar el letrero. En dos ocasiones dio dos o tres pasos hacia atrás y observó el delineado. Como siempre, había hecho un trabajo de excelencia.
Es un hecho que hay más choferes hombres que mujeres, por ello, son los hombres quienes tienen la preferencia por colocar letreros en los parachoques. Hay muchos que prefieren letreros religiosos. En las carreteras de todo el país circulan camiones con citas bíblicas. Muchos prefieren el salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me faltará”. Algunos maldosos aprovechan los letreros y, con pintura en aerosol, hacen agregados. En una carretera de Veracruz, iba un camión con el letrero que reproducía un fragmento del salmo 22: “Dios mío, clamo de día, y no respondes” y algún joven le agregó: “Es que no es territorio Telcel”.
A las dos horas en punto, la mujer entró al taller. El joven, sentado sobre la mesa, balanceaba sus piernas. “Moncho”, gritó el joven, lo hizo con cierta sorna. Esperaba la reacción de la mujer. Moncho asomó la cabeza por la puerta y dijo: “Ya quedó, doña”. “¿Cuánto debo?”, preguntó la mujer. El joven vio a Moncho, esperaba la respuesta. “Con los cien está bien”, dijo Moncho, refiriéndose al billete que la mujer había dejado sobre la mesa. La mujer dio media vuelta, subió a su camioneta, la prendió y dejó una nube de polvo. El joven agarró el billete, se lo dio a Moncho y dijo: “¿De cuándo acá los rótulos los das a cien pesos? No cabe duda que te topaste con tu ama”. “¡Pinche vieja! Es un billete falso”. El joven rió, se hizo para atrás, quedó tirado sobre la mesa, retorciéndose de la risa. Ya, en la calle, la nube de polvo se había desintegrado.